Por Tsering Woeser
The Wall Street Journal Online
6 de diciembre de 2011
Al abandonar Lhasa hacia Beijing un mes atrás, yo estaba aliviada de no vivir más bajo ley marcial, con soldados y policías por todos lados. Pero para los tibetanos el dolor sigue adonde vayamos: llega la noticia de que otra tibetana se ha prendido fuego a sí misma.
Trece monjes y monjas han cometido suicidio en protesta desde 2009. Lo más angustiante de todo es ver el de Palden Choetso, de 35 años, que se quemó a sí misma el mes pasado. El video no dura más de tres minutos, y tan pronto como empieza uno se sorprende. El cuerpo entero de la joven mujer es envuelto en llamas, pero ella permanece erecta, como una antorcha. Me cubrí el rostro con mis manos porque las lágrimas fluyeron como lluvia.
Al principio imaginé que ella había caminado hacia delante desde el interior de las llamas, gritando al mismo tiempo el nombre del Dalai Lama. Solo después de mirar más detenidamente me di cuenta que ella no se había movido ni un solo paso, pero se estaba inclinando desde la cintura mientras hacía todo lo posible por mantenerse erguida. Mientras tanto, la gente en la calle estaba gritando, mirando con impotencia como el fuego ardiente minaba sus fuerzas. Cuando la joven monja cayó, ella todavía tenía sus manos juntas en devoción.
Desearía ser la joven que se ve en el video vistiendo ropas tibetanas que nunca gritó. En cambio se acercó a Palden Choetso, que estaba cubierta en llamas y le tiró una kata blanca pura en señal de respeto.
El Partido Comunista no entiende qué está pasando. Los déspotas solo creen en las armas y el dinero. Ellos no solo no tienen fe en sí mismos, ellos no pueden siquiera entender el poder de la fe que motiva actos de gran altruismo.
Los tibetanos no son tan tontos de valorizar sus vidas a la ligera. Más bien son los déspotas quienes han encendido las llamas que cubrieron a esos monjes y monjas al empujarlos a un punto de desesperación.
Cuando un verdadero gran desastre amenaza cualquier religión, habrá siempre algunos creyentes que toman la responsabilidad de convertirse en mártires para protegerla. Durantela Revolución Cultural, los monjes del monasterio de Famen, cerca de Xi`an cometieron auto-inmolación para detener a los Guardias Rojos de destruir su pagoda. Los funcionarios y la policía china están en todos los monasterios de Tíbet. Ellos fueron enviados por el Partido para lavar los cerebros de monjes y monjas, hacer que denunciaran al Dalai Lama como un demonio y levantaran sus manos para reconocer al Partido Comunista como su salvador.
El gobierno chino es temeroso de que los tibetanos que sacrifican sus vidas inspiren a los vivos a resistir. Pero no importa cuanto ellos intenten esconder las auto-inmolaciones y distorsionen su significado, la verdad continua brotando. Incluso en esa gran elevación, donde Tíbet se encuentra en el final de la boca de un cañón, siempre habrá tibetanos listos y dispuestos para convertirse en “mártires ardientes”.
Su sacrificio tiene dos significados, uno proteger sus creencias y el otro luchar por su libertad. Mientras están muriendo los tibetanos en llamas gritan: “¡Tíbet necesita ser libre!” “¡Permitan al Dalai Lama volver a casa!