BBC News Asia
16 de noviembre de 2011
Once monjes y monjas se han prendido fuego en las partes étnicas tibetanas de la provincia de Sichuan, este año. Robert Barnett de la Universidad de Columbia observa qué ha causado estos incidentes y cómo China está eligiendo responder
Las respuestas a las protestas son básicamente de dos tipos. La primera ve las protestas como una estratagema o complot para dañar al gobierno. El manejo del gobierno chino de las auto-inmolaciones por parte de los tibetanos este año, ha sido hasta ahora de este tipo, denunciándolas como “terrorismo disfrazado” y “conectadas a las fuerzas de independencia del Tíbet en el extranjero”.
Se respondió en una manera similar a las protestas que se extendieron a través de la meseta tibetana tres años atrás, y a las violentas protestas de los uigures en el noroeste de China en 2009, en cada caso, acusando a los líderes exilados de fomentarlas.
El segundo enfoque es el fracaso en el modelo político, que ve las protestas como una respuesta a las excesivas presiones puestas sobre la gente, por el gobierno. Los gobiernos occidentales que han hablado acerca de las auto-inmolaciones las han visto a través de estos lentes, Estados Unidos instó al gobierno chino a “tratar sus contraproducentes políticas en áreas tibetanas”.
Los líderes tibetanos en el exilio tuvieron una opinión similar: el Dalai Lama describió los actos como “tristes” y “drásticos”, debido a “cierto tipo de política” impuesta por los “oficiales chinos de línea dura”. El Karmapa, ahora un importante líder religioso en el exilio, pidió un alto en las inmolaciones pero describiéndolas como “un grito contra… la injusticia y la represión”.
“Educación Legal”
¿Cuáles son las implicaciones de estos dos enfoques? La primera conduce a una respuesta de seguridad. Las ciudades donde tuvieron lugar las protestas, han visto un significativo aumento de tropas, cuatro estaciones de policía establecidas en el principal monasterio involucrado y tres monjes cumpliendo sentencias de prisión de entre10 a13 años por presuntamente ayudar en un suicidio.
Las tropas paramilitares impusieron bloqueos sobre dos monasterios que vieron inmolaciones este año, en un caso cortándoles la comida y el agua por varias semanas, y según se informó, llevando a la muerte a dos aldeanos que trataron de detener su entrada al monasterio. En abril, 300 monjes de un monasterio fueron llevados para “educación legal”; su paradero es incierto todavía. Tales respuestas son contraproducentes, como ya ha quedado claro.
El enfoque del fracaso de la política se ve él mismo trabajando para incrementar la presión internacional sobre China para cambiar sus políticas en Tíbet. Esto también puede ser problemático, ya que a China claramente le disgusta cualquier crítica del extranjero. Pero hay evidencia de que un importante cambio se ha necesitado por mucho tiempo en Tíbet.
Esto algunas veces es exagerado –no es correcto, por ejemplo, que todas las áreas de la cultura tibetana estén siendo blanco de aniquilación por parte de China, como algunos exilados reclaman- pero es verdad que algunos sectores de la cultura y la comunidad son elegidos para el acoso por parte del Estado, a menudo en formas que impactarían a la mayoría de los chinos.
Esto es especialmente cierto en los monjes y las monjas. Cuando estuve enla Universidaddel Tíbet de Lhasa, seis años atrás, la directora de nuestro departamento pidió que yo le ordenara a mis estudiantes norteamericanos no reunirse con monjes y monjas porque, ella dijo: “ellos tienen cerebros antiguos” y por eso podían apoyar la independencia tibetana.
De acuerdo a eso, ellos fueron prohibidos de entrar en el campus sin permiso, dejando solo nuestro edificio. Esa política continúa en vigor. No es solo una forma de persecución sino una oportunidad perdida para China, dada la histórica contribución que monjes y monjas han hecho a la cultura tibetana y a la educación.
En ese tiempo, todos los estudiantes y empleados tibetanos del gobierno en Lhasa, habían recibido la orden de no tener un altar, no practicar el budismo y no visitar un monasterio. Esa política fue introducida en 1996, y aparentemente todavía sigue en su lugar. Eclipsando todo esto está el requerimiento del gobierno de que los funcionarios y los medios chinos insulten al exilado Dalai Lama en términos personales, una política decidida en 1994 y todavía visible en la mayoría de las ediciones de diarios de Tíbet, así como en Beijing en estos días.
“Premeditado”
En los monasterios del este del Tíbet donde han sido las recientes inmolaciones, las presiones han sido más serias que esto. Desde 2006, el gasto del gobierno por persona en seguridad en las áreas tibetanas donde las inmolaciones han ocurrido, ha sido 4.5 veces más grande que en las áreas vecinas no tibetanas y ha crecido al doble del promedio. Esto sugiere que el aumento en la seguridad ha comenzado en estas áreas, al menos un año antes de la primera mayor protesta ocurrida en 2008, probablemente porque ellos incluyeron uno de los más grandes monasterios de la meseta.
Para los funcionarios chinos, esta reacción puede ser alimentada por la frustración de que el otro modelo parece no estar funcionando. Por 30 años, el dinero ha sido vertido en las áreas minoritarias para construir sus economías y (contener)su acérrimo malestar, siguiendo la teoría, común en el Occidente también, de que la modernización reduce la fe religiosa y la identidad local. En cambio, ha ocurrido lo opuesto.
El enfoque de la conspiración en las protestas intentá explicarlas sin tratar la falla en el modelo de modernización subyacente.
Pero de hecho, hay una evidencia de que una protesta fue planeada: el gobierno chino arrestó a dos monjes tibetanos en agosto por enviar fotos a un exilado de un compañero monje, tres días antes de que este se prendiera fuego, probando así que “la auto-inmolación fue premeditada”, según Xinhua, la agencia oficial de noticias de China.
Pero ninguna otra evidencia de un plan ha sido producida por el gobierno chino, excepto los comentarios diciendo que el suicidio es contra los principios budistas. Es verdad que la auto-inmolación política no fuera conocida en Tíbet antes del 2009, y que el budismo considera el suicidio como excepcionalmente perjudicial para el individuo.
Pero como la mayoría de las religiones, el auto-sacrificio por el bien colectivo está en la forma más alta de la virtud. La más famosa de las historias sobre el Buda en sus vidas previas, conocida como stag mo lus ‘byin en tibetano, lo describe yaciendo ante una leona moribunda para que pudiera comer su cuerpo y cuidar a sus crías. Y, tristemente, el suicidio como resultado de políticas intolerables ha sido común en el Tíbet en las décadas recientes. Lo que ha cambiado este año es que las políticas suicidas en Tíbet son ahora llevadas a cabo en público.
Fondos para los monjes
Pero en el complejo mundo de la política china, la decisión del gobierno de no producir más evidencia de una conspiración podría indicar un sereno cambio en su enfoque. Quizás los líderes solo quieran evitar llamar más la atención dentro de China sobre estas terribles muertes, las que han disparado una ola de indignación entre los otros tibetanos de Tíbet, a juzgar por poemas codificados y comentarios aparecidos en Internet. Pero ellos también pueden estar comenzando a mirar los temas políticos.
Las señales son pequeñas y ambiguas, pero interesantes. El mes pasado, un académico chino, un ex alto funcionario, dijo en una reunión en Nueva York, que las auto-inmolaciones tienen “causas subyacentes y nosotros las debemos estudiar seriamente”. En el último octubre, según se informó, una oficina de gobierno en Tíbet fue demolida por una bomba, pero ningún informe apareció en la prensa china, usualmente muy ansiosa por conectar a los tibetanos con la violencia o el terrorismo.
En agosto, un nuevo líder chino fue designado en Tíbet, cuenta con formación en economía y no en el manejo de minorías, y él ha sido bien recibido por haber asegurado que todos los graduados en la universidad de Tíbet, de este año, tendrán trabajo. Y esta semana anunció que “pensión, seguro médico y un mínimo subsidio” serán cubiertos para los monjes en cada monasterio.
Es demasiado pronto para decir si este es un cambio hacia un modelo que reconoce el fracaso de la política o un retorno a la teoría de la modernización, aportando fondos del estado en una crisis cultural y política, en la creencia que la riqueza reemplaza la religión y la nacionalidad.
De cualquier manera, dadas las décadas de largo deterioro de las relaciones estado-sociedad en Tíbet, los líderes chinos tendrán que decidir si tratan las protestas y los suicidios como conspiraciones o como señales de que las políticas fundamentales necesitan ser revisadas.-
Robert Barnett es el Director del Programa de Modernos Estudios Tibetanos y Profesor Adjunto de la Universidad de Columbia, New York