Por Su Santidad El Dalai Lama (The Week)
26 de setiembre de 2021
La enseñanza del Buda es esencialmente práctica. No es solo para un grupo de personas o un país, sino para todos los seres humanos. Las personas pueden seguir este camino según su capacidad e inclinación. Yo, por ejemplo, comencé mi educación budista cuando era niño y, aunque ahora tengo 86 años, todavía estoy aprendiendo. Por lo tanto, siempre que puedo, animo a los budistas que conozco a ser budistas del siglo XXI, a descubrir lo que realmente significa la enseñanza y a ponerla en práctica. Esto implica escuchar y leer, pensar en lo que ha aprendido y familiarizarse profundamente con eso.
Aunque nuestro mundo ha cambiado mucho desde la época del Buda, la esencia de su enseñanza sigue siendo tan relevante hoy como lo era hace 2.500 años. Tanto la tradición pali como la sánscrita poseen métodos para lograr la liberación de la ignorancia y el sufrimiento. El consejo del Buda, dicho de manera simple, es evitar dañar a los demás y ayudarlos siempre que se pueda, de cualquier manera posible.
Podemos comenzar a hacer esto reconociendo que todos son como nosotros en el sentido de que desean la felicidad y desean evitar el sufrimiento. Buscar la alegría y la libertad del sufrimiento es un derecho de nacimiento de todos los seres. Nuestra felicidad personal depende en gran medida de cómo tratamos a los demás. Al desarrollar un sentido de respeto mutuo y una preocupación por el bienestar de los demás, podemos reducir nuestro propio egocentrismo, que es la fuente de muchos de nuestros problemas, y realzar nuestros sentimientos de bondad, que son una fuente natural de alegría.
El Buda declaró: “Los Iluminados no lavan con agua las acciones malsanas, ni eliminan los sufrimientos de los seres con sus manos, ni trasplantan su propia realización a otros. Es por lo que enseñan, revelando la verdad de la talidad, que liberan a los seres”.
El budismo es solo una de las muchas religiones del mundo. Lo que es único en esto es que el Buda aconsejó a sus seguidores que no aceptaran lo que decía al pie de la letra, sino que examinaran sus palabras como un orfebre analiza la calidad del oro. Todas las tradiciones religiosas enseñan la importancia del amor por nuestros semejantes, pero el Buda también animó a sus seguidores a escudriñar lo que enseñaba y a tomarlo en serio solo cuando lo entendieran como razonable y beneficioso.
El Buda nos dio un método racional para contrarrestar aquellos factores que, enraizados en nuestras actitudes egocéntricas, perturban nuestra paz mental. Las antiguas prácticas indias de compasión y no hacer daño — karuna y ahimsa — no se limitan a la conducta física, tienen que ver con nuestra mente. Dañamos a los demás de diversas formas porque nuestra mente es indisciplinada. En el budismo decimos que una mente disciplinada es felicidad, mientras que la infelicidad es una mente rebelde.
El Buda Shakyamuni vivió en la India y lo que enseñó se conservó posteriormente en grandes centros de aprendizaje como Takshashila, Vikramashila y Nalanda. En el siglo VII, el emperador tibetano decidió diseñar una forma de escritura tibetana inspirada en el alfabeto indio Devanagari. Un siglo después, el entonces gobernante tibetano invitó a un gran filósofo y lógico, Shantarakshita, de la India para introducir el budismo en el Tíbet. Promovió la traducción de la literatura budista —las enseñanzas reales de Buda, así como los tratados de los maestros indios que le sucedieron— al tibetano. Esta es la base de la tradición que seguimos manteniendo viva hoy.
Shantarakshita introdujo una presentación completa de las enseñanzas del Buda, que se basó en el ejercicio de la razón y la lógica y alentó el análisis de lo que estaba escrito en las escrituras. Es un enfoque que ahora se conserva solo en la tradición tibetana. El estudio riguroso es un proceso que yo, como monje, he seguido desde temprana edad. Comencé memorizando textos que estudié, reflexioné y luego trabajé para ganar experiencia en la meditación.
Los tibetanos han sido los custodios de esta tradición durante más de 1.000 años. Podemos decir que históricamente los indios fueron nuestros maestros, pero desde entonces, los discípulos hemos mantenido viva la tradición. Por lo tanto, hoy me despierta sentimientos especiales poder discutir con mis hermanos y hermanas indios lo que el Buda enseñó.
Algo que distingue a las tradiciones espirituales indias de otras es que incluyen una comprensión profunda del funcionamiento de la mente y las emociones. Después de que el Buda se embarcó en la vida sin hogar, se entrenó en las prácticas contemplativas predominantes de shamatha y vipashyana: concentración e intuición. Sobre esta base, se dedicó a seis años de austeridades, durante los cuales ayunó y se dedicó a la meditación profunda. Como resultado, alcanzó la iluminación.
Poco después, se dice que expresó estos pensamientos: “He descubierto una verdad parecida al néctar que es profunda y pacífica, libre de elaboración, luz clara sin componer. Sin embargo, si tuviera que enseñarlo, nadie lo entendería; por lo tanto, permaneceré en silencio aquí en el bosque”.
Cuando, poco después, comenzó a enseñar, explicó las Cuatro Nobles Verdades. Más tarde, en Rajgir, en su segunda ronda de enseñanzas, enseñó la Perfección de la Sabiduría. Al explicar shoonyata (vacuidad), el Buda demostró que, a pesar de las apariencias en contrario, nada existe independientemente de su propio lado. A pesar de parecer que lo hacen, las cosas no tienen existencia objetiva. La perfección de la sabiduría no se enseñó públicamente, sino a un grupo selecto de discípulos.
Posteriormente, Nagarjuna, fundador de la escuela de pensamiento Madhyamaka, y seguidores como Aryadeva y Chandrakirti escribieron extensamente sobre lo que el Buda tenía que decir sobre la “vacuidad y el surgimiento dependiente”. Una consecuencia es que, hace muchos años, el gran físico indio Raja Ramanna me dijo que cuando leyó una de las obras de Nagarjuna, le sorprendió cuánto de lo que había escrito se correspondía con la visión moderna de la física cuántica. Me dijo que como indio se sentía orgulloso de que Nagarjuna hubiera anticipado desarrollos tan modernos sin instrumentos más que su mente para ayudarlo.
En la época del Buda, la gente vivía en comunidades pequeñas y relativamente aisladas. No tenían sentido de las relaciones con el resto del mundo. Ahora vivimos en una economía global y la tecnología ha reducido las distancias entre nosotros. Esta realidad nos está enseñando que todos debemos trabajar juntos.
En el pasado, los indios eran nuestros gurús, ahora ha llegado el momento de que la India comparta su antiguo conocimiento con el resto del mundo. Será necesario presentar el conocimiento indio antiguo de una manera secular y académica. Adoptar un enfoque secular, tratar todas las tradiciones espirituales con respeto, ha sido una tradición india ejemplar.
Las personas que cultivan la paz mental crean una sociedad más pacífica que, a su vez, contribuye a un mundo más pacífico. Todos queremos encontrar la alegría. Dependemos de la esperanza, que es la búsqueda de algo bueno. Pero para tener éxito necesitamos utilizar nuestra inteligencia correctamente. La verdadera felicidad no depende de la conciencia sensorial, sino de la mente misma; la clave es establecer la paz mental, y para eso debemos comprender el sistema de la mente y las emociones. Creo que si hacemos un esfuerzo, cultivando una apreciación adecuada de la unidad de la humanidad, podemos crear un mundo más feliz y pacífico.
Cuando vine por primera vez a la India, reflexioné sobre los estrechos vínculos entre este país y mi tierra natal, el Tíbet. Como ha dicho el honorable primer ministro, la India es la tierra del Buda. El propósito último del budismo es servir y beneficiar a la humanidad. Creo que, nos consideremos budistas o no, todos podemos beneficiarnos de la adopción de los principios probados y comprobados de karuna y ahimsa como base para crear un mundo más feliz y pacífico.
Traducción al español por Aloma Sellanes tibetpatrialibre.org