[Dibyesh Anand, Mail and guardian online, 12 de marzo de 2011]
Los símbolos y los gestos juegan un rol crucial en política. El anuncio del Dalai Lama de que se retirará como cabeza política del gobierno tibetano en el exilio y dejará que el próximo Kalon Tripa (Primer Ministro) se haga cargo, no llega de sorpresa.
La democratización y la secularización de la política de la diáspora tibetana están alcanzando una etapa de madurez cuando tres candidatos, todos ellos laicos, están compitiendo para obtener votos y convertirse en el próximo Kalon Tripa. Pero esto pone a la comunidad tibetana en el exilio en un camino desconocido y tiene un significado para el futuro de la diáspora, el movimiento mundial Free Tibet (Tíbet Libre), y para las relaciones Sino-tibetanas.
Los procesos de secularización y democratización pueden ayudar en hacer a la diáspora más viable en el entorno posterior al XIV Dalai Lama. Esto comprometerá a las jóvenes generaciones y les dará el derecho y la responsabilidad de formar su futuro político. Definitivamente tendrá un efecto en la naturaleza y contenido del movimiento Free Tíbet.
Si las negociaciones entre el Dalai Lama y Beijing no van a ninguna parte, para la próxima generación de tibetanos habrá muy poca atracción por el enfoque del “camino del medio” de autonomía genuina dentro de China. La radicalización de las demandas, si no los métodos de protestas, es inevitable. Puede no haber un líder de una estatura capaz de persuadir a los tibetanos de ir con él o ella en una ruta de compromiso.
Más importante aún, en la ausencia del XIV Dalai Lama, China no tendrá nadie con quien dialogar. China insiste en negociar solo acerca del estatus personal del Dalai Lama y acusa al gobierno en el exilio de ilegal. Cualquier diálogo entre el nuevo líder electo y China implicaría un gran cambio en la posición china, lo que es altamente improbable. Por lo tanto el impasse se volverá norma. Esto significa un futuro de alienación, represión, e incertidumbre dentro de Tíbet. Puede llegar un día en que China estará nostálgica del XIV Dalai Lama y de la paz y estabilidad que él aseguraba.
Reclamo moral
El reclamo moral de los tibetanos en el exilio está basado en tener una voz más libre y verdadera en su patria bajo el dominio chino. Mientras una floreciente democracia en el exilio podría dar a la diaspora una ventaja moral cara a cara con el pueblo chino, también podría crear un abismo. La presencia del Dalai Lama y de muchos otros altos lamas en el exilio significa la severa manipulación y represión de las libertades religiosas en Tíbet. Un líder tibetano elegido democráticamente en el exilio, no será conocido en su patria. ¿Cómo pueden ellos inspirar a la mayoría de los tibetanos viviendo bajo dominio chino cuando no pueden estar entre ellos? Los tibetanos arriesgan a menudo su vida y su sustento por poseer una foto del Dalai Lama, porque para ellos no hay distinción en él como figura espiritual, religiosa o política. Ningún laico electo puede convertirse en un símbolo de la nación tibetana y su pueblo de ese modo.
Aparte del Dalai Lama, sólo hay otro líder que es venerado tanto dentro como fuera de Tíbet. Es el XVII Karmapa. Aunque hay una controversia alrededor del reconocimiento y hay un rival reclamante, Karmapa Ogyen Trinley Dorje es alguien que es adorado por la mayoría de los tibetanos. El reconocimiento del Karmapa ha sido apoyado por el Dalai Lama así como por Beijing y él creció dentro de Tíbet a principios de los noventa. Sin embargo, su dramático escape para buscar refugio en India en 1999 le ha dado a la diáspora tibetana otra figura potencial que puede convertirse en un punto de encuentro para todos los tibetanos y así en un símbolo de la nación tibetana. Pero esto está lejos de ser cierto porque implica movimientos más allá de las políticas sectarias (Karmapas y Dalai Lamas pertenecen a diferentes sectas) y la invención de una tradición (Los Karmapas usualmente se mantuvieron fuera de la política en el Estado tibetano tradicional).
El legado más importante del actual Dalai Lama es la preservación de la religión y la cultura en el exilio, la creación de un nacionalismo tibetano no sectario e inclusivo y el mantenimiento de un nexo entre la diáspora y la patria. Los tibetanos deberían deliberar duro sobre cómo llevar a cabo ese legado, de la mejor manera.
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