China Digital Times (Editado) | 27 de marzo de 2018
El siguiente ensayo fue publicado en Weibo por una estudiante de Mongolia Interior, bajo el nombre de usuario “South Moon” (Luna del Sur), sobre sus experiencias viviendo y relacionándose con compañeros de clase uigures y tibetanos. Dicha publicación ya ha sido borrada.
Antes de la universidad, estudié durante un año en una escuela preparatoria de minorías étnicas, donde mis compañeros de clase consistían en alrededor de una docena de tibetanos y más de una treintena de Xinjiang. Esta fue la primera vez que interactué con personas de una cultura diferente. El mandarín y el dialecto de Sichuan de mi compañera tibetana eran especialmente buenos, y dado que su familia enviaba a menudo especialidades tibetanas a la escuela, a menudo disfrutamos de mucha tsampa y carne seca, o tomamos mucho té con mantequilla. En el invierno, cuando la escuela no calentaba el aula y el clima estaba frío y húmedo, varios compañeros de clase tibetanos se sentaban en una fila cubriéndose las piernas con largas mantas de lana y lucían particularmente agradables y cálidos.
Como había tantos estudiantes de Xinjiang, todos vivían juntos en un dormitorio muy bien decorado: paredes adornadas con tapices, rodeadas de cortinas. Algunos compañeros de clase también extendieron una alfombra grande en el piso, a su estilo. Cada vez que visitaba su dormitorio y luego volvía al mío, había una gran disparidad.
Cada año en la escuela, la fiesta más magnífica era Eid al-Ad*. Ese día, los compañeros uigures y kazakos usaban vestimentas étnicas y adornos para la cabeza y visitaban las clases vecinas para ofrecer saludos festivos. La primera vez, los vi celebrar desde mi asiento y escuchar su alegría festiva en el idioma uigur, todo me hizo muy feliz. Me sentí aún más feliz de ver sus galletas, queso, yogur, dulces y pasteles caseros, todo junto en una pila en un escritorio, las puertas de su dormitorio se abrieron y todos –ya sea que observaran la festividad o no- comían, bebían, hablaban y reían.
En aquel entonces, nunca pensé que éramos diferentes, solo pensé que era extremadamente interesante experimentarlo. Después de comenzar la universidad tuve suerte, una vez más tuve una compañera de cuarto de Xinjiang, pero las circunstancias fueron mucho más estrictas. Fui testigo de como pasó de nunca perderse una sesión de oración a ser obligada a reducir la frecuencia; desde la adoración cómoda hasta la observancia furtiva y temerosa. Después de los ataques en París, nuestros profesores y consejeros les aconsejaron que no viajasen en nombre de la seguridad, y dijeron que si alguien los veía en la calle con el pañuelo en la cabeza, eso generaría hostilidad. Los líderes también intentaron reclutar soplones en nuestro dormitorio para informar sobre ella.
No queríamos hacerlo, así que cada vez que preguntaban simplemente mentíamos, ya no rezaba, ya no llevaba el pañuelo en la cabeza, ya no leía el Corán. En mi tercer año, nuestro grupo hizo un periódico. Todos tuvimos una reunión para discutir algunas ideas. Le pregunté: en este país, ¿tienes un sentido de identidad propia? ¿Sientes que somos diferentes? Sus respuestas fueron no, y no lo creo. Ella dijo que aunque nuestras formas de vida son diferentes, éramos buenos amigos. En esos cuatro años ella me contó sobre tantas cosas que sucedieron en su tierra que no me atrevía a creer, sobre los límites de internet y sobre la gente que desaparecía. Una vez, nuestra maestra la obligó a quitarse el pañuelo, y cuando no lo hizo, la policía llegó a la escuela. Ella entró en pánico y fue llamada. Regresó llorando y dijo “la policía me dijo que si no me quito el pañuelo, me expulsarán. Mi madre también me dijo que me la quitara, que los estudios son más importantes.”
También soy de una minoría étnica. El pasado julio fui a Beijing para asistir a un taller feminista. En el albergue juvenil, el jefe vio la escritura de Mongolia en mi tarjeta de identificación y dijo: “No podemos aceptar personas como usted, incluso los hoteles no le permiten quedarse”. Le pregunté qué tipo de persona, dijo “gente, de Mongolia Interior, de Xinjiang, tibetanos, la comisaría local tiene regulaciones.” En ese momento, no sabía si estas reglas absurdas eran reales o no, me pareció ridículo etiquetar a los ciudadanos y discriminarlos. Hoy vi las noticias y temo que sea verdad. Antes no tenía conciencia de mi identidad mongol, ya que había crecido en una tierra habitada por los Han, hablé mandarín y asistí a una escuela Han. Pero debido a que había nacido en cierto lugar, yo, honorablemente, me convertí en alguien cuyo espacio de vida puede ser reducido.
Busqué en mis recuerdos con cuidado y me di cuenta de que los aeropuertos de Mongolia Interior verificaban tu tarjeta de identificación antes de dejarte entrar, pero los aeropuertos en Xian no lo harían. Publiqué mi experiencia en WeChat Moments, y resonó en muchas personas. Sólo entonces me enteré de que algunos compañeros de escuela de Xinjiang recibieron interminables llamadas de la policía cuando se alojaban en un hotel. Algunos policías incluso llegaron a su habitación, en nombre del mantenimiento de la estabilidad, por supuesto.
¿Qué tan ridículo es este país? Te pide tu amor, por un lado, y te apuñala por el otro. Dice que eres una familia y te etiqueta como el ciudadano de la clase más baja al mismo tiempo. La experiencia más aterradora que tuve en Weibo fue cuando publiqué algo sobre un erudito, y la gente me envió mensajes privados para maldecir a mi familia.
Vi una foto publicada hace varios días que dice: “Las cifras de muertes no son más que estadísticas si sólo las consideramos como un todo, pero cada caso es desgarrador si observamos a cada individuo de cerca.” Lo que da miedo de mi experiencia es también que las personas no se tratan como seres humanos. Ni siquiera se consideran a sí mismos como seres humanos reales. Se consideran o bien monstruos anti China o “Little Pink”**, atrapados bajo las etiquetas. Ellos son enemigos conceptuales entre ellos. Y se niegan a aprender unos de otros como seres humanos reales. Se niegan a escuchar.
Sé que el clima es un poco más duro ahora. Pero dentro del dolor también hay esperanza. El dolor nos permite recordar que somos seres humanos completos e independientes. También somos personas quebradas y a las que se les arrancaron ciertas posibilidades, pero podemos continuar, aferrándonos unos a otros. Necesitamos un poco de determinación para levantarnos por nosotros mismos.-
- del T. al español.: * Eid al-Ad, segunda fiesta más importante del Islam que recuerda el pedido de Alá a Ibrahim de que sacrifique a su hijo. (Historia que aparece también en la Torah judía y el Nuevo Testamento cristiano, pedido de Dios a Abraham)
- del T. al español: ** Little Pink, movimiento espontáneo (¿?) de jóvenes nacionalistas chinos que a través de Internet defienden al régimen y al Partido Comunista al tiempo que atacan a quienes, suponen, pueden representar un peligro para ambos.