Times of India | Por el Dalai Lama | 25 de octubre de 2017
Los beneficios de un entorno sin contaminar son muchos; por ejemplo, un árbol sano purifica el aire y suministra oxígeno a los seres vivos para que respiren. Armoniza los elementos y aumenta la expectativa de vida. Su sombra proporciona un lugar refrescante para descansar. Trae lluvia en el momento adecuado. Nutre los cultivos y el ganado, y equilibra la temperatura. Contribuye a un paisaje atractivo y reabastece continuamente su entorno. Produce desarrollo natural en las esferas de la educación, la economía, etcétera.
Los inconvenientes de un ambiente contaminado incluyen una declinación en las calidades puras y frescas de los océanos y de los lagos, de modo que las criaturas que habitan en esos lugares se ven perturbadas. La pérdida de vegetación y bosques provoca la degeneración en la nutrición de la tierra.
La lluvia no cae cuando se necesita. Se producen tormentas feroces sin precedentes, etcétera. Así que hay muchas desventajas.
Desde el punto de vista del dharma, nuestro maestro, el rey de Shakya, también nació a los pies de un árbol. Alcanzó la iluminación bajo un árbol, y finalmente murió bajo un árbol. Particularmente en el vinaya del dharma sagrado, se enseña a los monjes completamente ordenados a cultivar árboles. De eso podemos entender que plantar y cultivar árboles son actos virtuosos. Además, las divinidades de la sabiduría de los mundos no terrenales, así como varios devas, nagas y espíritus locales, habitan en los árboles. Eso también nos lleva a entender que los árboles son, por naturaleza, extremadamente importantes.
En general, es beneficioso plantar varios tipos de árboles, como se mencionó anteriormente. En particular, los árboles frutales proporcionan alimento predominantemente para los humanos, así como también beneficios para muchas otras criaturas sensibles. Ayudan a mejorar la salud y aumentan el apetito. Por lo tanto, ciertamente es importante plantar árboles.
Del mismo modo, plantar flores también es un acto puro y virtuoso. Por ejemplo, al hacer una ofrenda de mandala, rezamos para que el suelo pueda estar cubierto de incienso y sembrado de flores. Las flores nos ayudan a acumular oscurecimientos de mérito y purificación, y también son parte de ofrendas en la realización de actividades religiosas. Cuando las personas con problemas pasean por un rato en un jardín, sus mentes se benefician al refrescarse y llenarse de placer.
Por lo tanto, debemos interesarnos en plantar varios tipos de árboles y flores alrededor de monasterios, escuelas, oficinas, hospitales, fábricas, restaurantes, hoteles y residencias, a ambos lados de las vías públicas. Para proteger el crecimiento de lo que se ha plantado de la mejor manera, las personas deben aconsejar a sus hijos que no los dañen. Esto definitivamente es un servicio beneficioso para uno mismo y para los demás y, de hecho, para todos los seres vivos.
En el Tíbet, anteriormente existía una buena tradición de instituir leyes para salvaguardar colinas y valles para animales y aves silvestres desprotegidos y sin apoyo, y para la protección de varias criaturas indefensas. Debemos mantener la continuidad de esta tradición. Es inapropiado desechar aleatoriamente cáscara de fruta, papel, botellas de plástico, paños viejos, restos de comida y otros tipos de basura. Tampoco las personas deben orinar y defecar en todas partes. Tales cosas estropean la belleza del paisaje y son un peligro para la salud y la higiene.
En resumen, esta es una petición para que, a través de la comprensión de la naturaleza interdependiente del mundo y sus habitantes, las personas implementen prácticas basadas en la aceptación inequívoca de los medios correctos para apreciar el potencial del vasto reino natural.
(Este mensaje fue publicado el 2 de setiembre de 1994. Fuente: dalailama.com)