China ha derivado la atención mundial de su represión política
The Wall Street Journal | Editorial
22 de marzo de 2017
Un granjero de 24 años se prendió fuego este fin de semana en la primera autoinmolación del año informada en el Tíbet, y aproximadamente la 150 desde 2009. Pema Gyaltsen intentó protestar contra la represión china y pedir por el retorno del exilado Dalai Lama. Cuando sus familiares fueron a buscarlo a la estación de policía, fueron golpeados severamente y detenidos toda la noche en duras condiciones. No queda claro si él ha sobrevivido o sucumbido a sus heridas.
Este informe, del servicio tibetano de Radio Free Asia, es un recordatorio del duro autoritarismo que todavía domina la vida de millones de personas en China, especialmente en zonas remotas con poblaciones minoritarias, tales como Xinjiang y Tíbet. Entre la ostentación de Shanghái y la intriga de Beijing, es fácil olvidar, que es lo que quieren los líderes chinos.
No hace mucho, el Tíbet fue una causa humanitaria y una referencia cultural en todo el mundo. Las películas Siete Años en el Tíbet (protagonizada por Brad Pitt) y Kundun (dirigida por Martin Scorsese) aparecieron con meses de separación en 1997, la última una épica sobre su vida. Hoy los estudios más grandes eluden ese material por temor a enojar al gobierno de China y perder el acceso a la taquilla china. El gerente de Disney, Michael Eisner pidió disculpas a Beijing por Kundun, llamándola un “error estúpido” antes de ganar el permiso para construir Disneylandia en Shanghái.
El presidente Obama evitó ver al Dalai Lama después de asumir su cargo en 2009. Después de una reunión en 2010, los funcionarios de la Casa Blanca lo llevaron por una puerta lateral, pasando por montones de basura. El líder británico, David Cameron se reunió con él en 2012 pero enfrentó la crítica de Beijing y explícitamente rechazó subsecuentes reuniones. Cuando los líderes ostensibles del mundo libre actúan de esta manera, es poco sorprendente ver que países más pequeños tales como Mongolia le dieran la espalda al Dalai Lama más recientemente.
El líder espiritual se mantiene como un ícono mundial, pero a menudo es identificado con una vaga espiritualidad más que con un pueblo gravemente reprimido. En un giro realmente orwelliano, grupos de estudiantes de la Universidad de San Diego, California, respaldados por Beijing, están incluso protestando por su discurso de la ceremonia de graduación, sobre la base de que él es un “separatista” (no lo es) cuya presencia ofendería a los estudiantes chinos.
Así, el mismo gobierno chino que persiste en oprimir la libertad religiosa en el Tíbet, demoniza y margina cada vez más al Dalai Lama en el extranjero. Este es el contexto para las autoinmolaciones de los últimos años, a las que el Dalai Lama se opone sobre bases teológicas pero que no ha sido capaz de detener. La razón por la que Beijing trabaja tan arduamente para distraer la atención del Tíbet es que sus políticas de mano dura allí continúan alimentando el resentimiento y exponen el duradero autoritarismo del gobierno chino.-