BBC News | Por Stephen McDonell | 18 de agosto de 2016
A pesar de décadas de cambio y desarrollo, los nómades todavía migran a la meseta tibetana cada verano
Hubo un tiempo aquí en el que los tibetanos deambulaban a través de un vasto e impresionante paisaje sin ningún lugar específico al que llamar hogar.
Por generación tras generación ellos han vivido como nómades, durmiendo donde hacían un campamento.
Ellos mantuvieron sus ganados moviéndolos, persiguiendo las pasturas frescas que estaban disponibles cuando cambiaban las estaciones.
Los límites de su territorio estaban identificados por las montañas y los ríos, y sus existencias nómades impregnaron todos los aspectos de su cultura.
En 2016, uno podría esperar que este estilo de vida pudiera estar completamente extinguido, sin embargo, no lo está. No del todo. No obstante, lo que queda de él está ahora bajo una considerable presión.
Decidimos visitar una comunidad tibetana en la región de Ngaba.
Este lugar atrajo la atención mundial en los años recientes por ser el centro de una ola de autoinmolaciones en protesta. En las ciudades tibetanas, cerca de 150 personas, la mayoría monjes y monjas, se prendieron fuego en protesta por el impacto del gobierno chino, el mayor número de ellos en Ngaba.
Por esta razón, la seguridad se ha reforzado en el área durante años. Pero, como las autoinmolaciones se han enlentecido, esperábamos ser capaces de alcanzar las remotas comunidades y hablar con la gente.
La provincia central china de Sichuan –de la que Ngaba es un distrito- es la quintaesencia de China. Es el hogar de los pandas y de la comida picante.
Si se mira un mapa, está virtualmente en el centro del país.
Sin embargo, si se conduce fuera de la capital regional Chengdu hacia al oeste, no pasa mucho tiempo hasta tener enfrente otro mundo. El camino va cuesta arriba hasta que se alcanza la meseta tibetana.
Cuando la gente habla sobre el Tíbet, ellos a menudo se refieren a lo que se llama la Región Autónoma del Tíbet (TAR, por sus siglas en inglés). Esta es el área a la que a los extranjeros no se les permite entrar sin un permiso especial, donde a los periodistas raramente se les concede el acceso, y si se les permite ingresar, deben estar acompañados por una escolta todo el tiempo.
Sin embargo, el área donde los tibetanos étnicos viven actualmente, es dos veces más grande que la TAR, expandiéndose por toda la meseta y adentrándose en Yunnan, Qinghai, Gansu y Sichuan.
Al arribar a lo que se podría llamar la zona tibetana, somos rápidamente localizados por la policía.
Las autoridades estaban esperándonos. Ellos saben que hemos estado en contacto con locales tratando de arreglar entrevistas y preparar la logística del viaje. Ellos ya nos han enviado mensajes a través de estos mismos nativos diciendo que no somos bienvenidos, sugiriéndonos que nos vayamos a otra parte.
Apenas habíamos desempacado cuando los funcionarios del gobierno llegaron para conversar.
¿Qué están haciendo aquí? ¿Qué planes tienen?
Les explicamos que estamos aquí en este momento específico para filmar el movimiento anual de los pastores que conducen sus yaks hacia las montañas donde viven durante los meses de verano.
Ellos escuchan, parecen amigables y no nos echan. Pero al día siguiente cuando hablamos con aquellos que se están preparando para hacer el viaje, el gobierno tendrá su gente escuchando.
Nos levantamos antes de que el sol golpeara la pradera.
Hay aldeas en las proximidades y estos días –al menos durante los meses helados del invierno- la mayoría de la gente vive aquí en viviendas fijas.
Siguiendo una política del gobierno de reubicación, los tibetanos se han mudado a ciudades. Los críticos dicen que este ha sido un mecanismo de control que les permite a las autoridades ser capaces de rastrear a esta gente más fácilmente. El Partido Comunista dice que lo ha hecho para mejorar los niveles de vida de las personas, nada más.
De este modo, durante gran parte del año, la gente tiene televisiones, heladeras y luz eléctrica. Pero cuando llega el verano, ellos se encaminan a las montañas, de vuelta a la tierra de sus antepasados.
“Los nómades de aquí somos nómades desde lo más profundo de nuestros corazones,” nos dice Kalsang Gyatso. “Vivimos así desde tiempos antiguos. En realidad no nos gusta estar en casas.”
Lo encontramos a él y a otros familiares mientras rodeaban a sus yaks y los empujaban a un redil. Pronto ellos, como todos sus vecinos pastores, seguirán la misma ruta de todos los años y llevarán su ganado a las montañas donde la pastura no ha sido tocada por meses.
“Si no vamos a las praderas de verano y sólo nos quedamos en los campos de invierno, no habrá comida para los yaks. Si ellos tienen pasto nuevo para comer, nuestros animales crecerán gordos y producirán suficiente leche para nosotros.”
También nos cuenta que las pasturas de verano tiene flores medicinales que los yaks necesitan comer para mantenerse saludables.
El funcionario del gobierno que había estado con nosotros escuchando nuestra entrevista, desaparece súbitamente. Quizá se dio cuenta de que nuestra historia es realmente sobre lo que dijimos y que no hiere a nadie hablar sobre estos temas.
Cerca de donde vive Kalsang Gyatso hay una carretera de brea y se escucha el sonido de cientos de pezuñas. ¡La migración ha comenzado!
Autos y camiones deben separar un mar de animales con el fin de poder pasar. La mayoría de los conductores se detienen y esperan que las bestias pasen.
Los tibetanos están a caballo, gritando y silbando para hacer mover su ganado. Algunos de los yaks llevan la ropa de cama que necesitarán al llegar así como otros enseres y piezas para el campamento.
Un joven nos habla mientras cabalga al lado. Dice que ellos deben moverse ahora para obtener el máximo de nuevas pasturas y proveer a sus familias y que las fechas para el viaje son ahora fijadas por las regulaciones del gobierno.
Le pregunto cómo se siente volviendo a las antiguas formas de vida al menos por algunos meses, esperando una descripción de la rica cultura ancestral corriendo otra vez por sus venas. “Estoy un poco cansado,” dice.
Mientras seguimos un grupo tras otro hacia el oeste, nos encontramos con… un parque de aventuras.
Está siendo construido justo en el medio de la principal ruta de migración y ya ha sido abierto. Eventualmente esta atracción será capaz de atraer miles de turistas cada día.
Observamos los yaks que en cientos son empujados a través del estacionamiento del parque, bajo la puerta principal, pasando los torniquetes y pronto están rodeados por buses de turistas llevando viajeros chinos de la etnia han en busca de una alucinante experiencia tibetana.
Las áreas tibetanas de China han sido los focos de la rebelión en el pasado, con algunos culpando a Beijing por las restricciones sobre el budismo, el idioma y la cultura tibetanos.
La respuesta del gobierno: el desarrollo.
Ascendemos a uno de los buses y hablamos con los que toman fotos de los tibetanos que cabalgan fuera.
“Aquí es el lugar donde comer un trozo de carne, beber un sorbo de vino de la meseta sintiéndome como quería,” dice una mujer.
“Se siente como en otro mundo. Me siento más fuerte porque los tibetanos son más puros y llevan una vida más simple,” dice otra y su amiga asiente.
Ellos parecen tener un afecto genuino por la gente que llama hogar a este lugar y dentro del parque de aventuras tendrán contacto con los tibetanos que han sido empleados aquí.
Las comunidades de pastores, sin embargo, están divididas sobre si la explosión de la cantidad de turistas es una buena cosa.
Incluso los tibetanos que han abierto pequeños hospedajes con áreas para acampar están preocupados de que su medioambiente alguna vez prístino gradualmente está siendo invadido.
Tshe Bdag Skyabs ha estado viajando con sus animales durante dos días.
“Por un lado, los ingresos de la gente han aumentado y el transporte es más conveniente,” dice. “Pero el daño del medioambiente por el desarrollo ha sido enorme.”
Finalmente él, su familia y 400 yaks pasan el parque turístico y el último límite de la vida moderna.
Ellos arriban a la extensión no contaminada de las praderas de las altas montañas.
Aquí no hay comercios, no hay caminos, no hay turistas, pero hay espacio para sus ancestros.
“Cuando lo hago mi humor es muy bueno, excepcionalmente bueno,” nos dice. “Cuando la gente de la ciudad viene, ellos sólo se sienten felices por el aire fresco y el aroma de las flores. Es como una tierra de hadas.”
Ellos estarán aquí hasta setiembre. Caminarán con pies descalzos para preservar las flores que sus yaks necesitan comer. Ordeñarán sus animales para hacer manteca y queso. Y cuando el clima comience a enfriarse, bajarán de la montaña para retornar al año siguiente.
Cuando una forma de vida tradicional colide con un flujo masivo de turismo, siempre habrá cosas buenas y malas.
Sólo se puede esperar que los beneficios superen los obstáculos.
Pero cuando se llega a las praderas tibetanas, a pesar de todo lo que el mundo moderno está arrojando sobre ellas, su cultura parece ser notablemente resiliente.
Al menos, para estas comunidades. Al menos, por el momento.-