Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la Democracia (TCHRD, por sus siglas en inglés) | 8 de marzo de 2016
Autoridades carcelarias chinas han admitido que Jigme Gyatso, un prisionero político tibetano de alto perfil, está en el hospital de una prisión en la ciudad de Lanzhou, capital de la provincia de Gansu, cuando estaba apto para ser liberado en seis meses.
Jigme Gyato, popularmente conocido como Jigme Guri, era monje del monasterio de Labrang en el condado de Sangchu, de la Prefectura Autónoma Tibetana de Kanlho, en la provincia citada. En setiembre de 2014, después de años de especulación y preocupación, surgieron noticias de que el valiente monje, que expuso los métodos de tortura china al mundo, había sido sentenciado a cinco años de prisión por “actividades separatistas”.
Jigme Guri fue admitido probablemente en el hospital de la prisión de Da Xia Ping, este mes o a fines del mes pasado, según una fuente con contactos en el Tíbet. A principios de marzo, familiares de Jigme Guri se enteraron de su hospitalización por parte de autoridades de la prisión que dieron las noticias a la familia mediante una llamada telefónica.
Hay una creciente preocupación y escepticismo entre los familiares y amigos de Jigme Guri de que la hospitalización no sea nada bueno para el monje. Los familiares no lo han visto desde el 25 de enero pasado, cuando lo visitaron por última vez. Antes, les era permitida una visita mensual, aunque les estaba prohibido llevarle comida casera. Durante estas visitas mensuales, los familiares podían hablar con él alrededor de 20 minutos como máximo. Luego ya en febrero, sin ninguna explicación por parte de las autoridades de la prisión, dejaron de tener permiso para las visitas, lo que los dejó desorientados. Sin embargo, los familiares recordaron que durante la última visita del 25 de enero, Jigme Guri les había pedido que prestaran atención si era hospitalizado porque se hablaba que las autoridades harían eso. Durante ese encuentro, él no dio indicación de que estuviese sufriendo alguna enfermedad grave que hiciese necesaria su hospitalización.
Jigme Guri había apelado por una reducción de su condena, citando que el sistema de prisión chino permite a un prisionero que acumula puntos en el trabajo de prisión ser recompensado con una condena reducida. Sin embargo, su pedido no fue tomado en consideración. Uno de sus familiares que vive en India afirma que de acuerdo al mencionado sistema, su condena debió haberse reducido y que él debió estar apto para la liberación el pasado febrero.
En setiembre de 2014, cuando las fuentes tibetanas del exilio informaron la sentencia de Jigme Guri a cinco años, fue la primera noticia sobre el monje desde que el TCHRD obtuviera una copia de la orden de captura del monje en febrero de 2012. La orden de captura fue emitida cinco meses después de que fuera detenido de su habitación de hotel por 40 oficiales de policía.
En 2008, después de haber sido detenido ya dos veces, Jigme Guri dio una entrevista de veinte minutos a Voice of America, en la que describió el maltrato al que fuera sometido. Él fue víctima de torturas al igual que otros 180 monjes. A pesar de los riesgos, no quiso ocultar su identidad cuando habló con VOA. Un mes después de la entrevista, retornó al monasterio de Labrang del que fue llevado por setenta policías. Luego de seis meses y de los esfuerzos de dos abogados chinos especialistas en derechos humanos, fue liberado, hasta ser nuevamente detenido en agosto de 2011.
El gobierno chino se rehusó a proporcionar cualquier información sobre el tratamiento a Jigme Guri y sus familiares y amigos estaban preocupados por su condición. Las autoridades locales les prohibieron a dos abogados de Beijing, que habían sido contactados por sus amigos y familia, que lo representaran. Los abogados se enteraron de que Jigme Gyatso había sido acusado de “sospecha de instigación al separatismo”. A principios de 2012 hubo una audiencia, tras la cual fue inmediatamente sentenciado. Sin otras opciones, los amigos de Jigme Guri pidieron a las Naciones Unidas que interviniera en su favor.
En la entrevista a VOA, él había dicho que su principal esperanza era que la prensa internacional y las Naciones Unidas fueran al Tíbet e informaran sobre lo que estaba pasando. En noviembre de 2012, el Relator Especial de la ONU hizo 12 pedidos que no fueron respondidos, para visitar y evaluar la situación en el Tíbet. A pesar de la aceptación de las recomendaciones hechas a China para facilitar la visita del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, esta no ha sucedido.
El TCHRD está profundamente preocupado por el súbito giro de los hechos en el caso de Jigme Guri, y pide a las autoridades chinas hacer públicos los detalles de la condición clínica del monje. Basados en la información disponible, parece que él no mostraba ninguna señal que hiciera necesaria su repentina hospitalización. El año pasado, una presentación del TCHRD al Comité contra la Tortura de la ONU durante el Quinto Examen Periódico de China, informó un aumento en las muertes relacionadas con la detención, en prisioneros tibetanos. En el Tíbet, los detenidos todavía son golpeados y sometidos a condiciones que equivalen a la tortura, entre ellas la negación de asistencia médica, dietas de hambre, y celdas extremadamente frías.
En cada etapa del proceso, presos políticos tibetanos han muerto a causa de tortura durante la detención. Los funcionarios chinos responsables de sus muertes no rinden cuentas. En cambio, los funcionarios están protegidos por los esfuerzos por ocultar la causa y el número de muertes en detención. Los presos que están a punto de morir son puestos en “libertad condicional médica” para que su muerte no se produzca en un centro carcelario, a pesar de que fue causada por su tratamiento durante la detención.-