The New York Times | Por Edward Wong | 19 de diciembre de 2015
BATANG GRASSLANDS, China – Las mujeres vinieron de gala, con vestidos de seda brillantes, cinturones de plata y collares de turquesa y coral. Los hombres se pasearon por el campo con botas y sombreros de vaquero. Algunos nómadas habían montado motocicletas durante días, desde los valles de la provincia de Sichuan.
Llegaron a esta llanura de alfombra verde para el festival tibetano del caballo, tres días de carreras de caballos, montura de yaks y tiro con arco.
Pero en el Tíbet gobernado por China, el rodeo del Himalaya también tuvo una exhibición de fuerza marcial. En la segunda mañana, entre las carreras bajo un cielo azul, dos docenas de miembros de una unidad paramilitar de chinos Han étnicos, marcharon por el centro de la pista de carreras. Portaban bastones y cascos y armaduras de cuerpo negras, sobre un uniforme de camuflaje verde. Un oficial con un walkie-talkie vociferaba órdenes.
Mientras caminaron alrededor de la pista oval, la mayoría de los tibetanos permanecieron callados. Luego los soldados se marcharon. Minutos más tarde, comenzó la siguiente carrera, con jóvenes jinetes aferrándose a corceles que al galopar levantaban nubes de polvo.
Estos días, los festivales del caballo de la meseta tibetana no son solo de destreza ecuestre. Ellos son asuntos políticos con un fin de propaganda, los funcionarios chinos los toman como una señal para la gente de aquí y del exterior de que la cultura tibetana tradicional está desarrollándose, contrariamente a lo que el Dalai Lama y otros críticos dicen.
La imagen de los tibetanos mostrada por los festivales es una que China ha promocionado durante mucho tiempo sobre sus minorías étnicas, la de la danza, el canto, la despreocupación, la vestimenta tradicional, la de ciudadanos leales a la nación. Pero hay notas disonantes, entre ellas la presencia de soldados Han, los que han sido apostados en los festivales hípicos en toda la meseta tibetana desde la rebelión tibetana de 2008.
El festival de este año en Batang Grasslands, a 3600 metros, cerca de la ciudad comercial de Yushu, o Gyêgu en tibetano, atrajo a miles de nómades, monjes y comerciantes. Pero incluso cuando ellos fueron absorbidos por la emoción de las carreras, para muchos la ocasión estuvo teñida por su papel como herramienta de propaganda del gobierno.
“Mucha gente puede pensar que el Tíbet está desarrollándose bien y en la dirección correcta después de observar las carreras de caballos,” dijo Tashi Wangchuk de 30 años, un comerciante de Yushu, quien está luchando por preservar la cultura tibetana. “El gobierno mantiene este tipo de gran festival de carreras de caballos para hacer publicidad sobre el estilo de vida del pueblo tibetano hacia el mundo exterior, mostrando que nuestra vida es muy feliz y alegre.”
El gobierno promueve esta imagen, dijo, mientras restringe la enseñanza del idioma tibetano, intenta controlar el budismo y presiona a los tibetanos para que sean asimilados a la cultura Han dominante.
“Mucho de nuestras vidas es controlado por el gobierno,” dijo un tibetano de Sichuan. “Este festival no es diferente.”
El festival de aquí celebra la cultura de Kham, del este del Tíbet. Kham, una región de valles, barrancos y monasterios en las laderas de las montañas, fue tradicionalmente el hogar de los fieros guerreros tibetanos. Aunque ellos fueron conquistados en 1950 por el Ejército Popular de Liberación, el pueblo de Kham se ha mantenido batallador. Muchos tomaron parte del levantamiento de 2008 que se extendió desde Lhasa a toda la meseta, y allí ha habido autoinmolados que protestaron contra el gobierno chino en los últimos años. El 9 de julio, solo dos semanas antes del festival hípico, un joven monje de Yushu murió después de prenderse fuego.
El primero de los festivales de Kham, dirigido por el gobierno se realizó en el área de la provincia de Qinghai, en 1994, en un esfuerzo por “establecer la cultura khampa como una marca internacional, para continuar la amistad tradicional y promover el desarrollo mutuo” según un sitio web del condado de Yushu.
Cuatro condados se turnan en organizarlo cada cuatro años. Recientemente, ellos comenzaron a realizar el festival anualmente, con Yushu siendo el anfitrión tanto el año anterior como este año, en parte para mostrar que la ciudad se ha recuperado del terremoto de 2010 que mató al menos a 3000 personas.
La ceremonia inaugural se realizó en la ciudad. La mayoría de los residentes no pudo obtener entradas porque el evento estuvo limitado a funcionarios y empleados del gobierno. Tashi dijo que ese había sido el caso el año anterior también.
“De ese modo, ellos se aseguran que solamente pueda ir gente confiable.”
Las praderas donde se realizaron los principales eventos están a media hora del aeropuerto al sur de Yushu. En el camino, banderas rojas flameaban desde posters y el presidente Xi Jinping sonreía a los viajeros desde una cartelera.
Muchas personas condujeron motos o vehículos todo terreno. Algunos organizaron fiestas previas en los estacionamientos. Los comerciantes vendían momos, rebanadas de sandía, agua embotellada y carne de yak, desde la parte trasera de sus autos.
En la multitud, también había monjes liberados ese día de las obligaciones de los rituales del monasterio. “Tú no quieres perderte eso,” dijo uno llamado Phuntsok.
Hubo presentaciones de danza todos los días. El número que cerró los eventos del primer día fue una danza circular khampa de hombres que usaron ropas negras tradicionales y borlas rojas en su cabeza. Los mismos hombres retornaron para una actuación alrededor de una fogata al final del festival.
Las acrobacias del segundo día abrieron con un hombre khampa galopando un caballo sosteniendo en alto la bandera roja de la República Popular. La música tibetana se escuchaba a través de altoparlantes. Otros jinetes lo siguieron, uno por uno. Algunos disparaban a un blanco mientras el caballo estaba en movimiento; otros se inclinaban hacia el suelo para recoger una bufanda blanca.
La mayoría de los anuncios fueron hechos por una mujer hablando en chino en lugar de tibetano, aun cuando los únicos Han que asistieron fueron un puñado de periodistas, fotógrafos y turistas. Ellos fueron ubicados en las primeras filas para que pudieran tomar buenas fotos.
Contiendas de lucha libre habían sido programadas para después, pero al final de la tarde un locutor dijo que el evento había sido cancelado. Hubo abucheos por parte de la gente.
“Ellos nos tratan como a sus hijos, pero esta es nuestra tierra,” dijo un hombre.
Los oficiales de policía en uniforme negro, la mayoría de ellos tibetanos, les dijeron a los espectadores que fueran a casa y les señalaron el camino principal a la ciudad, que rápidamente comenzó a llenarse de coches.
Lian Xiangmin, un importante investigador del Centro de Investigación sobre el Tíbet, de Beijing, dijo en una entrevista luego que “no hay nada tradicional en este festival hípico,” agregando, “es un evento turístico organizado por los gobiernos locales.”
En los primeros tiempos del gobierno comunista, los festivales hípicos eran asuntos locales que tenían un aporte mínimo del gobierno, si es que había alguno, dijo la escritora tibetana Tsering Woeser. Durante la larga década de la Revolución Cultural que comenzó en 1966, los festivales se cancelaron. Cuando ese período finalizó, los gobiernos locales revivieron los festivales y mantuvieron el control sobre muchos de ellos.
“La connotación política de los festivales organizados por los gobiernos era muy fuerte,” dijo Woeser. “Por ejemplo, el una vez famoso festival hípico de Litang, pasó a celebrarse el 1 º de agosto, que es el día que se celebra la fundación del Ejército Popular de Liberación.”
Dicho festival fue cancelado desde 2007, cuando un padre de 11 hijos y ex nómade, Runggye Adak, hizo un improvisado discurso en el festival, pidiendo por el retorno del Dalai Lama. Los oficiales de policía lo arrestaron luego y no fue liberado hasta julio de este año.
“Desde fuera, si la gente ve que hay un festival hípico o un evento, el mundo cree que esta área es muy abierta y libre,” dijo Tashi. “Pero no es así.”