El tradicional sabor de Lhasa y su corazón budista tibetano ha sido debilitado pero no totalmente perdido.
Otago Daily times | Por Philip Somerville | 24 de noviembre de 2015
El mismo nombre “Lhasa” hace eco a romance y aventura.
Aquí, en el “techo del mundo”, en la enorme meseta tibetana, es una ciudad que combina los remanentes de lo antiguo con lo moderno.
Aquí a pesar de los cambios rápidos, es posible ver y sentir los ecos del pasado.
Aquí, se puede dejar volver a la imaginación a la era en la que los Dalai Lamas eran los líderes espirituales y políticos de la tierra y la gente.
Pero, al mismo tiempo, la mayoría de los visitantes occidentales anhelan el tiempo de 10 o 20 años atrás cuando el lugar estaba lejos del desarrollo y donde la influencia y la presencia tibetanas en el día a día era más obvia.
La renovación de la antigua Lhasa, especialmente, con la mayor renovación teniendo lugar en 2013, será recibida decididamente con sentimientos encontrados.
Este es el corazón tibetano de la ciudad, que se remonta a 1300 años.
Lo que ha pasado alrededor del venerado temple de Jokhang es que el área de circulación ha sido transformada.
Los servicios han sido puestos a nivel subterráneo y los nuevos edificios construidos en el estilo arquitectónico tibetano.
Esto ha creado un recinto turístico, y –leyendo relatos de la ex Lhasa- lo que se ha perdido son las estrechas callejuelas, el laberinto de cables, los edificios antiguos.
En cambio, como informa el canal oficial de televisión de China (CCTV, por sus siglas en inglés), se ha creado un destino turístico de alta calidad con instalaciones mejoradas.
Lhasa, que crece cerca del 12 % al año mientras que los tibetanos son atraídos al área mayormente urbana de la región y los chinos han arriban como residentes tanto de corto como largo plazo, ha sido más atractiva para aquellos que buscan el encanto diferente del viejo mundo.
El desarrollo, y no cabe duda que el aumento del nivel de vida, han convertido a Lhasa en una ciudad más parecida a cualquier otra.
Pero esto no para, y podría incluso alentar a los turistas chinos a verter su dinero por millones en el Tíbet.
El año pasado el número oficial de turistas chinos fue impresionante: 15 millones, un 20% más que el año anterior.
Los chinos son atraídos por las montañas, el espacio, la cultura budista y el aire puro.
Es difícil encontrar habitaciones en pleno verano.
Los visitantes occidentales, en comparación, son relativamente escasos, con un total de 200.000 en 2014.
Una de las razones, con un trasfondo político evidente, es debido a que necesitan permisos y un guía.
Esto no solo se añadirá a los costos sino que también restringirá la libertad tan amada por algunos viajeros aventureros.
Sin embargo, tú eres capaz de deambular por los alrededores de Lhasa por ti mismo y disfrutar la experiencia turística clásica de la gente y el lugar, observando la vida cotidiana.
Todavía puedes ver peatones luciendo ropas tibetanas y señales de un pasado agrario entre el tráfico y los nuevos edificios.
Las atracciones principales son el glorioso Palacio Potala, que sobre una colina domina la ciudad, y el venerado templo de Jokhang y sus jardines circundantes.
Los 1300 años del templo que se dijo es el corazón espiritual del Tíbet, y que es impresionante y poderoso, suele estar superpoblado.
Debe ser difícil para los fieles entre las multitudes de turistas.
Hay senderos para los peregrinos alrededor y dentro del templo y un circuito, donde se camina en el sentido de las agujas del reloj.
Muchos devotos budistas hacen su paso por el templo, los comercios y las estructuras budistas.
Personas diseminadas se postran paso a paso, usualmente con bloques de madera para proteger sus manos.
Nosotros, un grupo de periodistas traídos a Tíbet a través del servicio chino de información, volamos directamente a Lhasa (3650 m) desde el nivel del mar, y puedes esperar al menos suaves dolores de cabeza debido a la altura, durante unos días si te apuras por la ciudad.
Una manera fascinante de viajar allí sería vía la línea de ferrocarril Qinghai-Lhasa, inaugurada en 2006.
Toma 27 horas cruzar la meseta tibetana y es una obra de ingeniería muy costosa.
En un paso alcanza los 5072 m, y hay balones de oxígeno a bordo para los pasajeros.
No hay tiempo para aventurarse más allá de Lhasa, pero por supuesto muchos viajeros querrían ver el Monte Everest del lado chino y visitar el campamento base del Everest, y hay muchos más templos para visitar.
No hay duda, también que el Viejo Tíbet puede ser experimentado fuera de Lhasa, y hay opciones para hacer senderismo y ciclismo.
También está la famosa y cada vez más popular carretera Katmandú- Lhasa, que alcanza los 5100 m.
Para los más aventureros, también hay un remoto y escasamente poblado oeste.
Pero no se debe subestimar el tamaño de esta tierra.
Sin embargo, nos aventuramos al vasto y árido vacío, volando hacia Xining en el norte de la meseta tibetana, la capital de la provincia de Qinghai considerada como un crisol de razas.
Viajamos al lago de agua salada más grande de China (segundo más grande del mundo), el lago Qinghai, santuario de pájaros.
Esto es todavía parte de la meseta tibetana y muchos tibetanos viven en las praderas y montañas alrededor del área.
A lo largo del camino, ellos visten sus ropas tradicionales, haciendo un espectáculo mientras siguen con su vida tradicional.
Qinghai es popular otra vez para los visitantes nacionales, especialmente cuando el fresco verano se retira, y los chinos han pagan para montar yaks y asnos y se visten para las fotografías.
Fuera de Xining, visitamos uno de los mayores monasterios (Kubum), y escuchamos a los peregrinos contar que ellos se postraron paso a paso durante tres años en peregrinación a Lhasa.
Hogar de 800 monjes residentes y otra vez lleno de visitantes, fue construido en 1590.
Claramente, a pesar de los rápidos cambios en toda China, el budismo tibetano y sus lugares sagrados están llenos de vida y lleno de turistas para ver y experimentar.-