Los Angeles Times | Por Barbara Demick | 6 de agosto de 2015
Tsomo escapó del Tíbet el año pasado en una tirolesa que la llevó a Nepal sobre un abismo de rocas dentadas y un río blanco como la espuma.
La estudiante de 23 años de edad recuerda que estaba entumecida, aterrorizada mientras los contrabandistas abrochaban una gruesa cuerda a través de sus piernas y pecho a modo de arnés. Esto fue al morir la noche, pero aun así podía oír el río rugiendo debajo de ella.
“Fue como si fuera un mal sueño. Yo estaba tan asustada que me oriné en mis pantalones”, dijo Tsomo, quien es ahora una estudiante que está especializándose en idioma Inglés en una escuela tibetana en la India.
Ella estuvo entre los pocos afortunados.
Durante décadas, Nepal era la principal estación clandestina para los tibetanos que huían de China, la que reclama soberanía sobre el Tíbet. Después de un largo viaje por el Himalaya, evadiendo la seguridad china, los refugiados buscaban asilo en Nepal o se desplazaban hacia la India, donde el Dalai Lama, su líder espiritual, vive en el exilio.
Ahora las puertas están cerradas, mientras Nepal cae bajo la influencia del poder y del dinero de China.
Nepal es un caso digno de estudio sobre cómo una creciente China ha llegado a ejercer (influencia) sobre sus vecinos. Sin salida al mar y empobrecido, con un sistema político caótico y recuperándose de desastres naturales, Nepal ha sucumbido fácilmente a la voluntad de Beijing, y en ningún otro lugar esto se ha expresado con más firmeza que en el destino de los inmigrantes procedentes del Tíbet.
De 1991 a 2008, llegó al año un promedio de 2.200 tibetanos, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados. Solo 171 lo hicieron en 2013, y menos el pasado año.
Una de las razones es que la creciente economía china ha persuadido a muchos tibetanos a que se quedaran en casa. Incluso algunos de ellos se están volviendo al Tíbet después de años de exilio. Pero la disminución del número de inmigrantes tibetanos en Nepal también sugiere fuertemente que el que fuera alguna vez el acogedor gobierno de Nepal ha sido presionado por China para cerrar la puerta.
“Nepal tiene un gobierno débil y los chinos son capaces de aprovechar eso”, dijo Yubaraj Ghimere, comentarista político y columnista de Nepal.
Respondiendo a las demandas de China, los nepaleses han instalado una mayor seguridad en la frontera. Una falange de policías encubiertos e informantes ahora hace que sea casi imposible para los tibetanos cruzar a Nepal, salvo por medios extraordinarios como la tirolesa.
Los tibetanos que ya están en Nepal, muchos de ellos nacidos aquí, se enfrentan con nuevas restricciones para obtener certificados de refugiados, trabajos, licencias de conducir e incluso visado para salir del país.
Beijing ha cuadruplicado su inversión extranjera directa en Nepal, hasta llegar a 128 millones de dólares en 2015, de 24 millones de dólares en 2014. China se apuró con un equipo de rescate de 62 personas tras el terremoto del 25 abril, suministrando carpas, alimentos y equipos de búsqueda y rescate.
Préstamos chinos con baja tasa de interés están financiando gran parte de la nueva infraestructura de Nepal: plantas hidroeléctricas, un camino de circunvalación de Katmandú, la capital, y un aeropuerto en la segunda ciudad más grande, Pokhara. China ha donado computadoras a las escuelas y máquinas de rayos X a los hospitales.
Una empresa china no gubernamental quiere construir un proyecto de USD 3 mil millones de turismo y peregrinación en Lumbini, que se cree que es el lugar de nacimiento de Siddhartha Gautama, el Buda histórico.
Ni siquiera la montaña más alta del mundo es un impedimento: China propuso recientemente excavar bajo el Monte Everest para hacer un túnel conectando China con Nepal.
Lobsang Sangay, el primer ministro del gobierno tibetano en el exilio, dice que China está en efecto comprando a Nepal.
“Toda esta ayuda financiera a Nepal, es por el Tíbet”, dijo en una entrevista en la sede del gobierno en el exilio en Dharamsala, India.
La medida en la que el largo brazo de China está llegando a través de las fronteras es evidente en la ciudad nepalesa de Kodari, cerca de 50 millas al oeste del Monte Everest. Se ha convertido en un lugar popular para los hippies y los excursionistas, así como la aduana principal de entrada a Nepal para los camioneros que traen jeans, arroceras, teléfonos y zapatillas hechos en China, a través de lo que se conoce como el Puente de la Amistad.
El olor de la comida picante de Sichuan llega desde un lugar de construcción, donde el personal completo, incluido el cocinero, traído directamente desde China, trabaja en un proyecto de carreteras.
Los agentes de la policía china patrullan la polvorienta calle principal bordeada de tiendas de té, y, a pesar de que no llevan uniforme, hablan en voz tan alta en chino que está claro que no es necesario ocultar su presencia.
“Hay policía secreta china merodeando por todos lados aquí. Se supone que no sea así, esta es la tierra de Nepal, pero ellos deambulan por todos lados y hacen lo que quieren”, dijo Shunu, un monje tibetano en el monasterio de Liping, situado en lo alto de un ventoso acantilado sobre el puesto de control aduanero.
Los monjes señalaron las muchas cámaras de circuito cerrado junto a los árboles y las rocas a lo largo de las orillas del río Sun Kosi, que forma la frontera.
“Cuando salí de allí, no había cámaras, ni puestos de control, ni policía”, dijo otro monje, Jangpo, que cruzó desde el Tíbet cuando era un adolescente a mediados de la década de los 90, para estudiar budismo.
En respuesta a las restricciones impuestas por el gobierno de Nepal, el monasterio ha adoptado normas más estrictas para los monjes, dice Jangpo. Los monjes no pueden criticar públicamente a China. No pueden participar en actividades pro independencia del Tíbet. También se les ha prohibido mostrar grandes retratos del Dalai Lama o celebrar su cumpleaños en público.
En la parte delantera del monasterio, un gran retrato del Dalai Lama fue sustituido hace algunos años, reemplazado por una fotografía en blanco y negro como para la billetera, ubicada discretamente entre lámparas de mantequilla.
“Eso es todo lo que tenemos. No se debe hacer nada que pueda provocar a los chinos”, dijo Jangpo.
Durante el Año Nuevo Tibetano, los tibetanos solían abarrotarse en Boudhanath, un suburbio de Katmandú que es el centro de la comunidad, reuniéndose alrededor de la estupa, una torre religiosa forrada con banderas de oración, y con grandes fotos del Dalai Lama. Esas ceremonias se han trasladado a las escuelas tibetanas, fuera de la vista del público.
Las autoridades de Nepal han prohibido las tradicionales ceremonias de conmemoración celebradas cada mes de marzo por los tibetanos, para marcar el aniversario del fallido levantamiento de 1959 en Lhasa que provocó la huida del Dalai Lama.
El ministro de relaciones exteriores de Nepal, Mahendra Bahadur Pandey, prometió en marzo pasado, durante la visita a Beijing que Nepal “nunca permitirá que ninguna fuerza utilice territorio nepalí para participar en ninguna actividad anti-China”.
Los chinos tuvieron razón una vez de tener cuidado de la actividad de los tibetanos en Nepal. Durante la década de 1960, la CIA entrenaba en secreto a los refugiados tibetanos en Nepal para librar guerra de guerrillas contra China. La financiación de la operación encubierta fue cortada después de que el presidente Nixon visitara a China en 1972.
“Ahora se siente que China es tan poderosa que es imbatible”, dijo Phenpo Gyaltsen, de 80 años, que en su juventud fue un guerrillero que peleó contra los chinos. Gyaltsen pasó a desarrollar una fábrica de alfombras, una de las muchas empresas tibetanas que han contribuido a la economía de Nepal.
“Nosotros los tibetanos solíamos gozar de total libertad en Nepal, pero cada año las restricciones son más y más. El gobierno de Nepal tiene que mostrarle a los chinos que es duro con los tibetanos”, dijo el ex guerrillero en una sala de estar, donde se ve una foto del Dalai Lama con el presidente George W. Bush.
Es natural para China ayudar a sus vecinos más pobres, mientras intenta ampliar las rutas comerciales hacia occidente en lo que el presidente Xi Jinping ha anunciado como la “nueva Ruta de la Seda”. Pero no todo es economía. En un informe del año pasado, Human Rights Watch dijo que China ha convertido a Nepal en su cómplice
“para restringir los derechos fundamentales de los tibetanos”.
La mayoría de los tibetanos que entraron a Nepal en los últimos años han sido los jóvenes que quieren estudiar en el extranjero, principalmente en la India. Pero China hace casi imposible para ellos obtener un pasaporte y cruzar legalmente.
“La obtención de un pasaporte es más difícil para un tibetano que entrar al cielo”, dijo un bloguero tibetano citado por Human Rights Watch en un informe de julio sobre la negativa de China a conceder a las minorías, tales documentos de viaje.
La frontera terrestre entre China e India está altamente militarizada, haciendo a Nepal la ruta más favorecida y directa para que los tibetanos crucen, normalmente en el tipo de tirolesa que lo hizo Tsomo.
El padre de Tsomo había decidido enviarla a India para estudiar en el año 2011 después de que su escuela secundaria en idioma tibetano fue clausurada por las autoridades.
Sin un pasaporte, su familia decidió que ella tendría que viajar a la frontera con Nepal y pagar a un contrabandista para que la cruzara. Le tomó tres años solo para obtener los permisos para viajar a la zona fronteriza.
“Necesitábamos las recomendaciones de un oficial del ejército, de un oficial de la aldea, de un funcionario de la ciudad y de uno del condado. Hemos tenido que sobornar a muchas personas comprándoles comidas,” dijo Tsomo, una delicada joven en una florida solera.
La familia pagó 6.000 dólares para la última parte del viaje, que llevó a Tsomo a la ciudad fronteriza de Zhangmu, justo frente a Kodari, y, a continuación, cruzar el río en tirolesa.
Pema Tamang, de 62 años, un agricultor de Kodari, cuyos campos dan al puente y control de aduanas, dijo que la corriente de los tibetanos que solía hacer su camino a través de la frontera se ha reducido prácticamente a nada.
Pero el agricultor nepalés estaba lleno de elogios para la vecina China.
“China ha mejorado la economía. Tenemos carreteras pavimentadas ahora en todo el camino hasta la frontera. Hervidores de arroz, teléfonos, DVD,” dijo Tamang. “Nosotros sentimos simpatía por los tibetanos, pero los chinos son ricos”.-