Delante de su set, el tibetano habla con Julia Llewllyn Smith sobre mandolinas, monasterios y su doloroso exilio
The Telegraph | 20 de julio de 2015
Es un largo camino, en todos los sentidos, desde las amplias y ondulantes praderas del Tíbet a los abarrotados y enlodados campos de WOMAD, el festival anual del mundo de la música en Gloucestershire. Pero es en el escenario de WOMAD que Ngawang Lodup –un ex monje budista convertido en una ascendente estrella de la música- presentará sus canciones sobre su patria remota, su familia perdida hace tiempo y su fe.
“Están pasando cosas mágicas” emite Lodup, sentado, vistiendo traje y corbata, muy diferente de la vestimenta tradicional con la que él actúa, en Broadcasting House en el centro de Londres. Ha sido un viaje extraordinario para el joven de 32 años que nació en una familia nómade en la provincia tibetana de Amdo en el noreste del Tíbet.
Los primeros recuerdos de Lodup son los de su madre cantando canciones folklóricas mientras lo cargaba en su espalda al ocuparse del ganado, los yaks y las ovejas. En las noches, la familia cantaba canciones en alabanza de las montañas nevadas y sus dos hermanos le enseñaban a él a tocar la mandolina y el antiguo dramyien tibetano (un laúd de seis cuerdas).
Como el hijo más joven de la familia, la tradición familiar indicaba que a los 14 años, debía entrar a un distante monasterio, donde pasó largos días estudiando las enseñanzas budistas, cantando y orando. Todos los instrumentos estaban prohibidos, excepto aquellos de la orquesta ritual budista. “Pero yo soy un artista” dice Lodup, en su buen pero no perfecto inglés. “Amo la música, no puedo evitarlo”.
Luego de un viaje a casa, resolvió entrar de contrabando su amada mandolina al monasterio y esconderla en su cuarto. “La disciplina de los maestros era muy estricta y sabía que si ellos la encontraban me la sacarían y la destruirían, y me multarían” dice.
A pesar de esto, comenzó a faltar a las clases de debate para tocar en secreto. Y pronto un grupo de compañeros novicios también comenzó a escaparse de los estudios para escucharlo. “¡Tenía monjes fans!”. El temor por las recriminaciones de la dura dictadura china en el Tíbet hacia su familia lleva a que Lodup sea circunspecto sobre dar muchos detalles de qué pasó luego. Pero a los 19, dejó el monasterio y luego, dos años más tarde dejó a su familia para seguir una vida donde pudiera expresarse a sí mismo libremente.
Como cientos de miles de sus compatriotas que –desde la invasión china de 1950- han huido del Tíbet, Lodup caminó solo durante 10 días y a través de 250 millas, cruzó los Himalayas de Katmandú a Nepal.
“Fue totalmente peligroso y muy, muy difícil” dice. “La gente pierde brazos y piernas y muere en el camino por lo extremo del clima”. Solo con su ropa sobre su espalda y algo de tsampa, cebada asada que el Dalai Lama come en el desayuno, Lodup durmió tan poco como pudo, algunas veces en cuevas pero principalmente sobre la nieve.
“Estaba asustado pero sabía que lo principal era estar en movimiento tanto como fuera posible. Algunas veces arrojaba algo de tsampa a las deidades que viven en las montañas sagradas para que me guiaran en un viajeseguro. Y ya lo ve, estoy aquí ahora”.
Desde Nepal, él vino luego a Gran Bretaña. Esto fue 11 años atrás y él hablaba muy poco inglés. “Fue un total desafío, no sabía nada del sistema aquí y no tenía amigos”.
Seis meses después que él arribó, asistió a las celebraciones del Año Nuevo Tibetano en Greenwich, en el sureste de Londres, donde se sintió inspirado a hacer un karaoke improvisado con canciones pop tibetanas. Impresionados, sus compatriotas tibetanos le prestaron sus instrumentos y él comenzó a actuar como cantante y compositor en toda Gran Bretaña y luego en Europa.
El contraste entre la bulliciosa Londres, donde ahora vive con su esposa tibetana y dos niños, y su patria es inmenso. “Tú no puedes comparar” se ríe. “Cuando voy a Gales o Escocia, veo el campo y los animales y me siento muy bien”.
Practicante budista todavía, ora y medita diariamente. “Me ayuda a calmarme, a enfrentar las actividades diarias. Lo que me gusta de este país es que tu tienes libertad sobre la religión en la que crees”. Lodup interpreta canciones tibetanas tanto tradicionales como contemporáneas, así como su propio trabajo, lleno de melodías que evocan tanto los espacios abiertos y rigurosos de su patria como la aflicción del exilio.
Para celebrar el 80º cumpleaños del Dalai Lama, escribió una canción Thank you (Gracias). “En general, los tibetanos no celebran cumpleaños, pero 80 cumpleaños son muy importantes para nosotros, ya que debido a la forma de vida y al clima, mucha gente no vive hasta esa edad, por lo tanto si lo haces puedes estar muy satisfecho. Quise mostrarle mi gratitud a Su Santidad por dedicar su vida entera a la libertad y la paz”.
Otra canción es titulada Homesick (Nostalgia). “Es acerca de cuán duro es emigrar de tu patria, el desafío de estar lejos de tus padres, lo que es muy relevante para mí y muchos tibetanos en Gran Bretaña, que no han visto a sus familias por años”, dice.
“Cuando volví a casa no me di cuenta cuan importante fue la ayuda de mis padres, cuánto amor y cuidado me dieron. Los extraño mucho”. Él no ha visto a sus padres desde que dejó el Tíbet. Trata de estar en contacto con ellos, pero es difícil. “Se trasladan a diferentes lugares cada mes, no tienen teléfono, ninguna señal. Ocasionalmente puedo”.
A principios de este año, la Radio 3 emitió las canciones de Lodup, como parte de la presentación de la BBC, una iniciativa de defensa de la música desconocida. “Parece que les gustó mi trabajo”, sonríe. “Fue maravilloso. Cuando toco, me siento entusiasmado y con energía”.
Un hecho especialmente significativo fue que, de vuelta a casa, él y sus hermanos solían quedarse levantados hasta tarde para escuchar a sus artistas favoritos en la radio AM. “No nos podíamos dormir, estábamos muy excitados esperando escucharlos. Por eso tener mi propia música en la radio…” las palabras se quiebran.
¿Habrá escuchado su familia sus emisiones? “No lo creo. Quizá un día. Ellos estarán encantados” sonríe. “Totalmente encantados”.-