The Conversation
Por Sidney Burris
22 de abril de 2015
Para los budistas que siguen sus enseñanzas, o para aquellos que se sienten atraídos por su mensaje público de bondad (“mi religión es la bondad” se lee en calcomanías populares) el Dalai Lama se acerca a la santidad. Él agota instantáneamente sus apariciones públicas, y figura en las listas de las “diez figuras más influyentes” (o algo por el estilo) que aparecen regularmente en periódicos y sitios web.
Él representa una triple amenaza raramente vista en la cultura contemporánea: gurú espiritual, cabeza del gobierno tibetano en el exilio y embajador internacional. Hoy, la situación límite de su pueblo es conocida en todo el mundo: la bandera tibetana, a menudo acompañada del eslogan “Tíbet Libre” se ha convertido en uno de los símbolos icónicos de nuestro tiempo.
Aunque a la edad de 79 años, él muestra pocos signos de deterioro, el Dalai Lama no vivirá para siempre. El 14º en la línea de altos monjes elegido a través de una elaborada combinación de adivinación, examen y coronación, el sucesor del Dalai Lama es un tema que ha sido cada vez más abordado.
Aunque las competitivas fuerzas de la política, la etnicidad y la cultura han embarullado el proceso, hay argumentos sobre cómo será elegido el 15º Dalai Lama.
Así se plantea la verdadera pregunta: ¿podría ser él el último de este largo linaje?
¿Santo o Separatista?
El Dalai Lama tiene sus detractores. “Los santos deberían siempre ser juzgados como culpables hasta que se pruebe que son inocentes” escribió George Orwell.
Entre los budistas tibetanos –particularmente los de occidente- hay un grupo de practicantes que propicia la feroz deidad protectora conocida como Shugden. Esta práctica particular ha sido desalentada por el Dalai Lama, quien cree que la práctica va contra los principios de compasión y no violencia. Los practicantes Shugden protestan rutinariamente cuando el Dalai Lama imparte enseñanzas públicas en el Occidente, porque ellos sienten que la prohibición del Shugden viola su libertad religiosa fundamental.
Sin embargo, el detractor más visible del Dalai Lama ha sido el gobierno chino, el cual ha estado trabajando a tiempo completo para probar que el Dalai Lama es culpable de una gran cantidad de crímenes contra su país.
Como hacen todas las organizaciones políticas, el Partido Comunista de China ha creado una lista de epítetos para describirlo de un modo desagradable: él es un “lobo en hábitos de monje” y un “separatista” cuyo objetivo principal es dividir a los chinos entre ellos. O lo caracterizan como el líder de la “camarilla del Dalai Lama” un grupo de insurreccionistas que viven en gran parte en el exilio y se dedica a difundir falsos rumores sobre la opresión china al pueblo tibetano.
Para China, un problema que no morirá
Pero ¿por qué el gobierno chino está tan preocupado por “un simple monje budista” (como el Dalai Lama a menudo se describe a sí mismo)? Y ¿por qué el tema de su sucesor –la reencarnación del Dalai Lama de turno- ha estado en las noticias recientemente?
Habiendo sido tan exitoso en atraer la atención del mundo hacia el sufrimiento de su pueblo, el Dalai Lama y su reencarnación representan un enorme obstáculo para China: ¿cómo ellos pueden lidiar con un problema que, simplemente hablando, no morirá?
El gobierno chino ha adoptado una solución muy práctica. Ellos han decidido que ellos localizarán al 15º Dalai Lama. Su elección será, por supuesto, favorable a los objetivos de China con respecto al Tíbet y al pueblo tibetano, una selección que articularía la idea de China sobre Tíbet como otra simple región étnica de China, sujeta a sus leyes y a su política doméstica.
Dentro del mundo de la política realista, la decisión de China tiene un sentido perfecto.
Pero los tibetanos sienten que los chinos están descalificados para asumir el proceso.
Elegir al Dalai Lama es un proceso elaborado que puede parecer de otro mundo para los occidentales. Involucra la consulta de oráculos, interpretación de visiones, lectura de señales y realización de cálculos astrológicos.
Una vez que los altos lamas del círculo íntimo del Dalai Lama localizan al Dalai Lama reencarnado (un proceso que toma dos o tres años) ellos le realizan una serie de pruebas.
Por ejemplo, le pidieron al actual Dalai Lama a los dos años, que identificara varios objetos que habían pertenecido a su previa encarnación, el 13er Dalai Lama. Le fue pedido que eligiera su bastón de entre varios bastones. Le hicieron la misma prueba con sus lentes y sus rosarios. En cada caso, el joven 14º -sin dudarlo- eligió los objetos que le habían pertenecido en su vida previa.
Juego evasivo
El Dalai Lama mismo ha entreverado más las cosas al insinuar (de algún modo alegremente) que él podría reaparecer en cualquier lugar, en una serie de encarnaciones humanas, en una serie de países, y que podría reaparecer como una mujer. En efecto, él incluso ha sugerido que quizá no reencarne en absoluto.
Zhu Weiqun, director del comité de asuntos étnicos y religiosos del gobierno chino, se ha lanzado sobre la postura del Dalai Lama, argumentando que él no ha mostrado “una seria o respetuosa actitud en este tema”
Pero la mayoría de los tibetanos da muy poco crédito al pronunciamiento del Dalai Lama. Lo reconocen como otra movida en el juego de ajedrez que Su Santidad está jugando con los chinos. Los tibetanos también recuerdan el discurso que él dio en 2011, cuando anunció que estaba renunciando a su papel como líder político del pueblo tibetano.
En el discurso, el Dalai Lama recordó a su audiencia que siempre había afirmado que los tibetanos en el exilio deberían ser gobernados por un líder electo democráticamente, y que él necesitaba volverse políticamente menos activo en orden de impulsar la democracia entre su gente.
Atenuando expectativas
Claramente, hay más de lo que los ojos ven. La vacilación del Dalai Lama sobre su reencarnación y su papel en la vida diaria de su pueblo ha sido hecha en orden de infundir en los tibetanos más y más independencia frente a la persistente e inevitable opresión china.
Cuando los chinos hagan su selección, el pueblo tibetano probablemente la ignorará, quizás incluso la ridiculizarán.
Pero la pregunta persiste, en gran medida en los círculos occidentales: ¿el pueblo tibetano necesita otro Dalai Lama?
Seguramente, el pueblo tibetano argumentará que sí. Sin embargo, cuando el Dalai Lama muera, quizá sea ventajoso para la Administración Central Tibetana de India desarrollar una combinación de pautas políticamente innovadoras y métodos tradicionales para encontrar al nuevo. Esto será en parte una decisión política, y el gobierno tibetano, en consulta con los monjes, podría hacerlo.
El 14º Dalai Lama ha apoyado siempre la modernización, tanto en la práctica espiritual como en el programa educativo tibetano que ha sido instalado en India. Es evidente que la deliberada ambigüedad del Dalai Lama sobre si los tibetanos necesitan o no un 15º es un movimiento calculado; él quiere dejar esa decisión enteramente a su pueblo, solidificando aún más su gobierno democrático en el exilio.
Al revelarse un difícil e incierto futuro tibetano, se intenta asegurar que ninguna expectativa preceda al arribo de su sucesor.
Después de todo, como todos los budistas advierten, las expectativas a menudo no son fiables.-