Neue Zürcher Zeitun Newspaper
Por Beat U. Wieser
Basilea, 8 de febrero de 2015
El grupo disidente budista de adoradores de Shugden está organizando actualmente una protesta contra el Dalai Lama, para llamar la atención de los medios. En Basilea, como antes en Washington y a seguir en Copenhague, denuncian al líder tibetano como un mentiroso.
Miles en el Salón de St. Jacob en Basilea. Ni un programa de televisión ni un acontecimiento de deportes atraen a la gente. Es un monje budista de casi ochenta años, cuyas conferencias sobre las escrituras son tan complejas como mordaces, y la muchedumbre anhela seguirlas durante horas. Las caras asiáticas y occidentales pueden ser ubicadas en las gradas totalmente ocupadas. Los tibetanos, sin embargo, dominan el cuadro. La presencia del Dalai Lama, habiendo llegado de Washington y en su camino a Copenhague, funciona como un imán.
Controversia sobre un Patrón Protector
Fuera del salón, al otro lado de la calle, se han ubicado unos cientos de personas, predominantemente de origen occidental. Junto con un puñado de tibetanos, en el frío helado, cantan sus lemas, acompañados con golpes rítmicos de tambores, retratando al Dalai Lama como un mentiroso y dictador. La retórica pulida del portavoz que acompaña a los manifestantes, para los medios, no puede esconder el hecho que aquí está un grupo marginal que explota la proporción para llamar la atención de los medios. No es muy creíble, sin embargo, que al otro lado de la calle miles de personas estén acudiendo a ver a su dictador o que ellos mismos sean opresores.
Existen muchas tensiones y divisiones dentro de la comunidad tibetana, como también en cualquier otra comunidad religiosa. La imagen de armonía en el budismo y el mundo tibetano, que a menudo se cultiva en el Occidente, dice más sobre propios anhelos que acerca de la realidad. El movimiento Shugden, que recientemente ha pisado la escena más fuertemente y que prácticamente se pega como una lapa al Dalai Lama para calumniarlo en cada una de sus apariciones, de un modo que atrae la atención de los medios de comunicación, no es nuevo ni doctrinalmente se ocupa de las enseñanzas budistas centrales. La controversia alentada por ellos es como si dentro de la cristiandad se diera una disputa por un santo patrono.
En su núcleo, el budismo es una religión atea que no requiere la intervención de un dios creador. En su centro, se encuentran la ética, la concentración, la estabilidad mental y la sabiduría. En el camino de Buda, se anima a la gente a asumir la responsabilidad de ellos mismos, si quieren alcanzar la iluminación. A pesar de ello, la veneración de espíritus protectores como Dorje Shugden es un componente tradicional del budismo tibetano. Sin embargo, no tiene ninguna base canónica y sus orígenes probablemente yacen en una diversidad de religiones populares.
Tendencia hacia el Sectarismo
Al final de la década de 1970, el Dalai Lama, quien admite que previamente había también honrado a Shugden entre otros, había restringido este culto, que ya había sido controvertido durante siglos. Lo hizo porque quería evitar que los creyentes comenzaran a esforzarse por su bienestar a través de la adoración de una deidad protectora, en lugar de seguir el camino del Buda basado en la responsabilidad individual. Por otra parte, la veneración de Shugden proviene de la escuela Gelug del budismo tibetano, a la cual pertenece el actual Dalai Lama. Por lo tanto sentía un especial deber de intervenir (no solo) basado en los principios básicos del budismo, sino también sobre todo porque los seguidores Shugden se colocaron en contraste con las otras tres escuelas grandes, mientras que, como el jefe (de las cuatro escuelas budistas tibetanas), él enfatiza hasta hoy sus puntos en común. Esta es también la razón por la que él ve en el culto Shugden una peligrosa tendencia al sectarismo.
Esta decisión no fue sin controversia entre los tibetanos. Incluso en el plano político, se manifestó la preocupación por parte de los negociadores en el diálogo con los chinos, que la restricción podría provocar divisiones internas que Beijing podría explotar para sus propios fines. Y esto es, de hecho, lo que ha ocurrido. China promueve el culto Shugden en el Tíbet y pregunta a los tibetanos exiliados sobre su postura sobre Shugden en el impreso de solicitud de visado de entrada. Sin embargo, el Dalai Lama ha defendido su decisión debido a que, en este tipo de cuestiones, él no ve que él esté –como líder religioso- en una posición de permitir consideraciones de tácticas políticas dirigidas a él.
La restricción al culto Shugden no es absoluta, sino que refiere principalmente a la esfera de influencia de la administración tibetana en el exilio. En privado y en diferentes escuelas y monasterios Shugden (rituales) puede ser practicado. Sin embargo, el Dalai Lama pide encarecidamente que los fieles Shugden no asistan a sus enseñanzas, porque entonces la relación de confianza maestro-discípulo, necesaria en el budismo, no podría desarrollarse entre ellos.
Sin embargo, la restricción ha llevado repetidas veces al malestar y la discordia dentro de la comunidad tibetana. También ha traído difamación, amenazas y ataques. En 1977, tres monjes fueron asesinados de manera brutal en Dharamsala cerca de la residencia del Dalai Lama. La policía india declaró que los seguidores de Shugden habían estado implicados en la matanza.
Fanáticos Occidentales
Este conflicto interno tibetano ha captado la atención internacional debido principalmente a los seguidores occidentales de Shugden y su trabajo con los medios de comunicación. Esta organización, que ha golpeado con fuerza tambores en Basilea, se llama la Comunidad Internacional Shugden (ISC, por sus siglas en inglés) con sede en los Estados Unidos. A pesar de los intentos de encubrimiento, uno puede detectar las conexiones cercanas a la Nueva Tradición Kadampa (NKT, por sus siglas en inglés), una organización budista con más de mil ramificaciones en todo el mundo, fundada en Gran Bretaña por Kelsang Gyatso y centrada exclusivamente en él. La NKT ha lanzado una y otra vez grupos y organizaciones con el fin de protestar.
Parece absurdo que de un lado unos occidentales equipados con pancartas y megáfonos difundan con caras sombrías su mensaje sobre el falso Dalai Lama y sus mentiras en el aire frío del invierno, mientras que en el otro lado de la calle miles de tibetanos fluyan hacia Su Santidad. Es muy posible que entre los seguidores del Dalai Lama haya algunos pocos adoradores de Shugden. Sin embargo, la mayoría de ellos probablemente solo practica el culto en privado y, por eso, no abandona a su jefe espiritual. Que ellos lo están haciendo así simplemente bajo gran represión no se destaca en la sala de St.Jacob, y uno no cree que sea el caso a pesar de escuchar al astuto portavoz Shugden en su cultivado inglés.-