Los Estados Unidos necesitan recordar que ninguna otra nación debe determinar con quién puede hablar el Presidente
Por Jeff M. Smith
THE WALL STREET JOURNAL
12 de febrero de 2015
La primera aparición pública del presidente Barack Obama con el Dalai Lama, el líder espiritual de los budistas de todo el mundo, provocó titulares el 5 de febrero. Mientras el marco fue una ocasión ostensiblemente religiosa, el Desayuno Nacional de Oración, China fue rápida en tomar la ofensiva. “Esta acción de los Estados Unidos de clavar una aguja en el corazón del pueblo chino es dañina para la confianza entre los dos países” opinó la agencia oficial de noticias Xinhua.
La paranoia provocada por el líder religioso de 79 años es extraordinaria. “Un chacal en hábitos de monje budista y un espíritu maligno con rostro humano y el corazón de una bestia”, es como el ex jefe del Partido de Tíbet, Zhang Qingli, lo describió una vez. La ira de China surge de la creencia que el Dalai Lama está liderando una campaña por la independencia tibetana y trabajando activamente para socavar el dominio chino en el Tíbet.
Tal ira está fuera de lugar. Lejos de animar la violencia, el Dalai Lama ha servido como un control potencialmente irremplazable de las pasiones de los tibetanos frustrados y potencialmente más militantes, ahora convencidos de que las negociaciones con China son un esfuerzo inútil. Casi cuatro décadas de negociaciones y retrocesos (incluyendo la última ronda, que se extendió desde 2002 hasta 2010) han producido pocos avances.
Sin embargo, el Dalai Lama también reitera que él no “está buscando la independencia de la República Popular China”. Incluso ha señalado que está dispuesto a aceptar el sistema político y la Constitución de China ya existentes.
El enfoque del Dalai Lama del “camino del medio” busca un “mayor grado de autonomía”, del tipo que China ha otorgado a Hong Kong y Macao. Esto, él cree, preservará la herencia religiosa, cultural y lingüísticas únicas del Tíbet, algo que él argumenta que está bajo amenaza en China. Bajo tales condiciones, él y la comunidad tibetana en el exilio insisten que ellos estarían felices de retornar al Tíbet.
En el 2013, hubo un pico de optimismo sobre las frescas oportunidades que el nuevo presidente de China, Xi Jinping, podría brindar a la ecuación. Sin embargo, las nuevas tentativas hacia Beijing fueron recibidas fríamente y ahora parece que la ventana para las negociaciones se ha reducido más que crecido, bajo Xi. En diciembre, los medios de comunicación chinos acusaron al Dalai Lama de “sabotear la unidad étnica de China, para crear oportunidades para sí mismo”.
Y más importante, Xi ha acelerado la cada vez más exitosa campaña internacional de China de intimidar a los líderes extranjeros para que le nieguen audiencia a Su Santidad. Mientras el encuentro con Obama fue una victoria para el Dalai Lama, él está perdiendo la batalla por la aceptación mundial.
Solo dos líderes nacionales se reunieron con el Dalai Lama en 2013, comparados con los once que lo hicieron en 2001. Mongolia, un país que es en un 80% budista, canceló los planes para una corta visita después de dos días de visita de Xi, en agosto de 2014. El año pasado, ni siquiera un solo líder de la Unión Europea recibió al Dalai Lama.
No menos que el propio Papa, que ha parecido ceder ante la presión china. En una ceremonia en diciembre en Roma, para honrar a premios Nobel de la Paz, él no pudo reunirse con el Dalai Lama; los representantes del Papa dejaron claro que “por obvias razones concernientes a la delicada situación”.
Incluso la Casa Blanca se ha vuelto esquiva. El presidente George W. Bush estuvo desinhibido en las reuniones públicas con el Dalai Lama, entregándole la Medalla de Oro del Congreso en 2007. Obama ha sido más prudente, prefiriendo reunirse con el Dalai Lama en lugares no oficiales, de bajo perfil. Antes de su primer viaje a Beijing en 2009, la Casa Blanca negó una solicitud de reunión del Dalai Lama. Cuando se le dio la bienvenida a la Casa Blanca un año más tarde, se fue aparentemente apresurado por la puerta de atrás, esquivando varios montones de basura en su camino.
Un estudio de investigadores europeos de 2010 reveló que hay un pequeño castigo económico para los países cuyos líderes se habían reunido con el Dalai Lama. Una modesta desaceleración en las exportaciones a China, cuando se dio, que duró un promedio de solo dos años.
La respuesta de China fue más bien diplomática, como cuando suspendió los contactos con Gran Bretaña por 18 meses, después que el primer ministro David Cameron se reunió con el Dalai Lama en 2012. Sin embargo, el comercio China-Reino Unido alcanzó su nivel más alto, un año más tarde.
Ciertamente los Estados Unidos no tienen nada para ganar al enemistarse con Beijing innecesariamente. En una serie de retos de política exterior, desde los programas nucleares iraníes y de Corea del Norte al terrorismo y el comercio mundial, el compromiso con los chinos no sólo es crítico, sino más productivo que el acuerdo con algunos de sus pares en el Consejo de Seguridad.
Sin embargo hay una miríada de razones geopolíticas y morales para que los Estados Unidos se mantengan comprometidos con el Dalai Lama. Para la mayoría de los estadounidenses, sin embargo, solo una es más que suficiente: Bajo ninguna circunstancia, los Estados Unidos deben permitirle a país alguno determinar con quien se puede hablar y con quien no. En este caso, esa justificación es suficiente.-
Jeff M.Smith es el director de Programas del Sur de Asia en el Consejo Estadounidense de Política Exterior y autor de “La Paz Fría: La Rivalidad China-India en el Siglo XXI”