Por Alexander Lucie-Smith
Catholic Herald |15 de diciembre de 2014
Qué pena que el Papa no se reunió con el Dalai Lama cuando el líder espiritual del budismo tibetano estuvo en Roma para una reunión de Premios Nobel el pasado fin de semana. La reunión tuvo lugar en Roma porque el gobierno de Sudáfrica rechazó darle la visa al Dalai Lama para que visitara el país. Esto también me produjo una enorme pena.
No tienes que ser un budista, ni una persona como Richard Gere, para simpatizar con el Dalai Lama y considerarlo importante. Tan importante es, que es el símbolo viviente de una nación que la República Popular de China hace mucho tiempo que quiere que olvidemos. La invasión china al Tíbet, y su continua ocupación del Tíbet, con el periódico acompañamiento de represiones contra los disidentes, representa una enorme injusticia. Sí, todos sabemos la historia, Tíbet fue una vez un Estado vasallo de China, como fue Corea, como fue Vietnam, pero la verdad del asunto es que las legítimas aspiraciones tibetanas a una nacionalidad han sido violentamente reprimidas durante mucho tiempo por los chinos.
La RPC condena el colonialismo, o eso dicen sus amigos africanos, aunque es el poder colonial más grande del mundo, manteniendo al Tíbet contra su voluntad. Es increíblemente susceptible en este tema, de ahí su deseo de aislar el Dalai Lama y soslayarlo. Cuando los chinos vienen a Londres con motivo de visitas de Estado, la gente suele manifestarse en favor de la libertad del Tíbet. En 1999, cuando vino el Presidente de China, tuvimos un espectáculo poco edificante de policías británicos intentando quitar pancartas y banderas de los manifestantes tibetanos; en otras palabras, el Estado británico conspira con las autoridades chinas en su absurda afirmación de que de alguna manera el Tíbet no existe y no es un problema.
Sabemos por qué el gobierno británico no quiere ofender a China. De ahí que ningún funcionario británico se reunirá con el Dalai lama, y Gran Bretaña rechaza Taiwán, un estado democrático. Al Papa le gustaría seguramente encontrarse con el Dalai lama, estoy seguro, y el Dalai lama es muy popular en Italia, pero el Papa sabe que si hace eso, los católicos chinos sufrirán. El Dalai lama sabe esto también – de ahí la referencia a los “inconvenientes”. El gobierno chino tiene un registro probado de hacer a sufrir a los católicos, y nadie fuera de China quiere empeorar su situación.
Pero todo esto nos deja una gran pregunta: ¿dejamos que los chinos hagan simplemente lo que les plazca? ¿Tienen ellos carta blanca en lo que refiere al sufrimiento de los tibetanos? Si el mundo entero le dejara claro a los chinos que su comportamiento es inaceptable, entonces los chinos no serían capaces de hacer mucho sobre eso. Pero en cuanto concierne al Tíbet, la debilidad y la timidez es el orden del día. Habida cuenta de la cobardía moral en este asunto, ¿cómo en la tierra puede un país hablar con autoridad moral sobre cualquier otro asunto? Una vez que se acepta la opresión china en el Tíbet, se puede aceptar cualquier cosa.-
Alexander Lucie-Smith es un sacerdote católico, doctor en teología moral y editor consultante de The Catholic Herald