China File
22 de febrero de 2014
Por Isabel Hilton
El 21 de febrero, el Dalai Lama visitó al presidente de los Estados Unidos en la Casa Blanca más allá de las objeciones del gobierno chino. Beijing califica al líder espiritual tibetano como un “lobo en pieles de oveja” quien busca el uso de la violencia para liberar al Tíbet del gobierno chino. El Dalai Lama, quien huyó de India después de un levantamiento fallido en 1959, desaprueba el uso de la violencia y dice que solo quiere autonomía para los tibetanos. Él y Obama se habían reunido previamente en febrero de 2010 y julio de 2011 – los editores
¿Qué Puede Lograr la Visita del Dalai Lama a la Casa Blanca? Hay muchas razones por las cuales el presidente Obama estuvo correcto al reunirse con el Dalai Lama: primero, el Presidente tiene el derecho soberano de reunirse con quien él elija dentro de sus propias fronteras, un principio que ningún líder debería sacrificar. En segundo lugar, aunque el gobierno chino rutinariamente emita fuertes pero vagas amenazas de represalias, raramente las cumple. Algunos años atrás, el bufete de Comercio de la Unión Europea relacionado a Beijing, investigó si se podía trazar alguna variación en el comercio o la inversión entre China y la UE después que Estados miembros de la UE tuvieron reuniones con el Dalai Lama: ellos no pudieron encontrar ninguna relación. De modo similar, mientras la reunión del primer ministro David Cameron con el Dalai Lama en Londres en agosto de 2012, provocó protestas y amenazas de Beijing, en cuanto a que eso enfriaría las relaciones políticas por más de un año, el comercio fluyó y las inversiones florecieron.
La decisión de realizar esas reuniones es un asunto de juicio político más que un riesgo económico: ¿es el Dalai Lama un terrorista o un individuo cuyo registro debería impedir tal reunión? ¿Cuál es la señal en casa y en el extranjero? ¿Qué podría lograr?
Con el respeto que me merece la retórica de Beijing, el Dalai Lama no es un terrorista sino uno de los líderes del mundo que defiende la no violencia. Reunirse con él indica que el país que lo recibe apoya la proposición de que los derechos humanos importan, y que la no violencia y el diálogo son las mejores maneras para resolver disputas, especialmente disputas tan amargas e insuperables como esta.
Beijing, por supuesto, continua insistiendo que la reunión con el Dalai Lama implica al presidente Obama en una amenaza para la integridad territorial de China. De hecho, el Dalai Lama está pidiendo una “autonomía significativa” dentro de las fronteras de la RPC en nombre del pueblo tibetano, una posición, irónicamente, que la RPC también afirma abrazar. De hecho, el llamado Acuerdo de los 17 Puntos para una Liberación Pacífica del Tíbet, el tratado firmado bajo coacción por el gobierno del Tíbet y la RPC en 1951, proporcionaba tal autonomía significativa. Un precedente más reciente es el de “un país, dos sistemas”, acuerdo que rige las relaciones entre Hong Kong y la RPC, que permite una libertad considerable a Hong Kong para gobernar sus propios asuntos, mientras consagra la soberanía de Beijing.
Además, si China considera seriamente cualquier reunión con individuos partidarios del separatismo o la independencia como una amenaza a la soberanía nacional, ¿qué vamos a hacer de las varias reuniones que ha celebrado el primer ministro, Li Keqiang, con el primer ministro de Escocia, Alex Salmond? Salmond es definitivamente un “separatista”: como líder del Partido Nacionalista escocés, ha construido toda su carrera política sobre la base de la independencia escocesa y espera ganar un referéndum sobre la independencia este año.
El gobierno británico no ha hecho ninguna protesta a Beijing acerca de cualquiera de las varias reuniones que han tenido lugar entre Salmond y Li Keqiang, todas ellas cargadas de significado político para Salmond. ¿Cuando el primer ministro Li Keqiang obligó a su anfitrión a ponerse una corbata de tartán, debería el gobierno del Reino Unido leerlo como un gesto de apoyo a los esfuerzos de Salmond por romper con el Reino Unido?
Los tibetanos están cada vez más alejados de Beijing, una tendencia que se ha acelerado desde el levantamiento de 2008 y la continua respuesta dura de Beijing en materia de seguridad. El hecho de que 126 ciudadanos han optado por quemarse a sí mismos desde el año 2009, en lugar de seguir viviendo en las condiciones que Beijing ha creado, no es en absoluto un rotundo respaldo a las políticas de China. Pero, lejos de concluir que sus acciones han sido contraproducentes, Beijing ha agravado sus muchos errores por su insistencia en culpar a un líder espiritual que se encuentra en el exilio desde 1959.
Por la lógica de Beijing, el Dalai Lama sigue blandiendo un asombroso poder y autoridad entre las personas, la mayoría de los cuales nunca lo han visto y no tienen un recuerdo directo de la vida antes de la ocupación China. Si eso es lo que verdaderamente cree Beijing, el caso para reanudar las conversaciones con el Dalai Lama es aún más fuerte: no solo no habrá paz sin negociación, sino por el razonamiento de Beijing, el Dalai Lama sigue siendo la única figura con autoridad para ganar la aceptación de una solución negociada, en la comunidad de exiliados y en Tíbet.
Tal acuerdo beneficiaría a China en muchos aspectos: mejoraría su imagen internacional y las relaciones con la India y Nepal, y aliviaría el creciente sufrimiento y desesperación en el Tíbet. Esto ahorraría al gobierno chino los riesgos de más disturbios y los costos de mantener al Tíbet bloqueado en el futuro inmediato.
Desde el levantamiento en 2008, la desconfianza entre los tibetanos y los Han ha crecido y, aunque Beijing parece haber aprendido muy pocas lecciones de sus fracasos en política, hay, sin embargo, un debate moderado en Beijing sobre los fallos de la política de China en el Tíbet.
El presidente chino Xi Jinping tiene una gran oportunidad, como un nuevo líder, para hacer un nuevo comienzo y desafiar los intereses creados que se aferran al viejo enfoque fallido, pero la oportunidad de llegar a un acuerdo se está encogiendo: el Dalai Lama ya no es joven, y, ya que sus años de promoción de la no violencia no han sido premiados, muchos jóvenes tibetanos consideran su política como un callejón sin salida. Sin su autoridad moderada, la situación ciertamente podría deteriorarse aún más.
Si esta pequeña ventana se cierra, se perderá la mejor oportunidad para un acuerdo que beneficie a ambas partes. Está fuertemente en los intereses de los socios de China fomentar un cambio de política de Beijing por todos los medios posibles, incluyendo a través de reuniones frecuentes con el Dalai Lama. No recibirlo por temor a los riesgos de amenazas de protestas de Beijing, fomenta la creencia errónea de que las políticas de China en el Tíbet son aceptables para sus socios comerciales y la opinión pública internacional. Ese resultado sería visto como una victoria para los extremistas en Beijing. Reunirse con el Dalai Lama no es, en sí mismo, suficiente para romper el hielo político en China, pero es una señal clave de un compromiso para una solución pacífica y constructiva.-