Asia Times online
Abanti Bhattacharya
4 de diciembre de 2013
El origen del problema en las relaciones India-China no es el Tíbet. El problema tiene su origen esencialmente en la forma en que China percibe al Tíbet. La percepción errónea de China sobre el Tíbet colorea y distorsiona su relación con la India. Para la India, la intratable disputa fronteriza es el principal problema que inhibe vínculos más estrechos. Pero para China, el Tíbet es la cuestión determinante, y percibe el refugio que la India da a los tibetanos en el exilio como una política anti-China.
India es el hogar de unos 120.000 tibetanos que huyeron de China a pie, haciendo el peligroso viaje a través del hostil terreno montañoso. Los tibetanos siguen transitando hacia la India, pero su número ha disminuido considerablemente después de 2008, pasando de casi 2.000 a unos cientos cada año. Esto es como resultado de la fuerte vigilancia en la frontera entre China y Nepal y las políticas de extradición de Nepal bajo la presión china que han llevado a la deportación de varios tibetanos inocentes.
Que los tibetanos estén todavía preparados para hacer el duro viaje a la India, nos dice mucho acerca de la política de China sobre el Tíbet y sus consecuencias. La presencia de los refugiados tibetanos en la India es indicativa de los dos principales problemas de la política en China. En primer lugar, sin duda hay algo atroz en la política de China en el Tíbet, que obliga a los tibetanos a huir de su tierra natal por la seguridad y el bienestar. En segundo lugar, que los tibetanos estén exiliados indica la verdad más profunda de que los chinos son invasores y el Tíbet ha sido ocupado. Es evidente que el problema del Tíbet es una creación de China, y por tanto su dolor de cabeza.
Para la India, el Tíbet nunca ha sido un problema. India hasta la invasión china de 1950 compartió una frontera con el Tíbet. Históricamente, el comercio, la cultura y la religión vinculaban la India con el Tíbet. Más significativamente, el Tíbet tomó su identidad budista de la India, y también sus escrituras. En otras palabras, la India ha sido la principal fuente de la civilización y de la identidad tibetana.
Después de 1959, la India emergió como el hogar en el exilio para muchos tibetanos. India no ve ningún conflicto cultural al permitir a los tibetanos venir a la India. La cultura de bhav dev atithi de la India (“los huéspedes son dioses “) ha dado la bienvenida a los refugiados a través de la historia, ya fueran afganos, iraníes o bangladesíes. Durante el Movimiento de Independencia de Bangladesh en 1971, entraron 10 millones de refugiados de Bangladesh. Sin embargo, la mayoría de los refugiados de varios países han retornado a casa. Pero China no quiere recuperar a sus ciudadanos tibetanos.
Mientras que en el pasado el gobierno chino dio a conocer una vaga voluntad de permitir que Su Santidad el Dalai Lama regresara a China, no mostró interés en el retorno de sus ciudadanos en el exilio en la India. También detuvo todas las reuniones con el gobierno tibetano en el exilio después de 2010, con el único cuestionamiento de que el Dalai Lama se ha negado a aceptar la posición china de que Tíbet históricamente ha sido una parte de China.
El Dalai Lama ha dicho claramente que no puede mentir, pero que está dispuesto a seguir adelante sin tocar el tema de la historia. Es irónico que China rastrille la historia con la India y Japón y otros países sobre cuestiones territoriales contenciosas, al punto que la historia es el principal irritante en las relaciones entre China y Japón. Sin embargo, cuando el Dalai Lama dice que él está dispuesto a hablar de todo excepto del estado histórico del Tíbet, China se opone a ello.
Es evidente que el problema del Tíbet es de propia fabricación de China. Su política en Tíbet se basa en el supuesto de que con la muerte del Dalai Lama, el problema tibetano quedará en la nada. Tal suposición política es defectuosa y trivializa las nociones de identidad.
Podría decirse que la idea moderna del Tíbet se ha formado y consolidado principalmente por el impacto de las políticas chinas. De una identidad puramente religiosa y cultural hasta la década de 1950, se pasó gradualmente a una identidad política a través de su lucha contra la República Popular China.
La protesta tibetana de 2008 estableció claramente la naturaleza defectuosa de las políticas chinas sobre la base de la integración de los tibetanos a través del desarrollo económico. La actual ola de autoinmolaciones de tibetanos en el Tíbet y más allá, es un testimonio de la realidad de que la situación es desesperada. Más significativamente, se ha puesto de manifiesto la verdad de que los problemas de los tibetanos se encuentran dentro de las fronteras del Tíbet, no afuera.
Sin embargo, el gobierno chino señala que todos sus problemas en el Tíbet están en la India y en los grupos de exiliados tibetanos. También teme que la India utilizará a los tibetanos como una carta para tratar con Beijing. Por lo tanto, aborda la cuestión del Tíbet con India desde una psicosis de miedo.
No se da cuenta de que la India, al ser un estado civilizado con una fuerte creencia en la humanidad y el pluralismo, no cree en el uso de la cuestión tibetana como una carta. Además, al ser una democracia, no puede restringir los derechos fundamentales de los tibetanos en la India. Sobre la base de sus principios, ha dado la bienvenida al Dalai Lama en la India y valora su presencia, ya que esto ha permitido que, inevitablemente, la India recupere su posición como la cuna del budismo.
Está claro que China necesita corregir su percepción del Tíbet y revisar su política en Tíbet. Esto sin duda creará un espacio para la eliminación de los errores de percepción que aquejan a las relaciones India -China.-