BBC News
Damian Grammaticas, Corresponsal en China
2 de diciembre de 2013
Es el amanecer y hay 20 grados bajo cero. El sonido de los monjes en oración se desplaza por el valle bordeado de nieve.
Estamos en las montañas escarpadas que se elevan hacia la meseta tibetana. Inhóspita y hermosa, esta región fuera del Tíbet mismo es hogar de 6 millones de tibetanos.
Un monje está barriendo la nieve de los escalones que llevan a la pequeña estupa. Los tibetanos, envueltos en frazadas para protegerse del frío, circundan su interior, girando las ruedas de oración.
Más arriba en la ladera, la niebla de la mañana cuelga sobre los techos de oro del monasterio que queda detrás. Dispersos a través de estos valles alpinos, los monasterios conservan el modo de vida del Tíbet.
Los monjes de túnicas granate salen de sus oraciones matutinas, mientras que las mujeres adornadas con perlas dan la vuelta al monasterio, y a continuación, se postran en el suelo.
Desde que las tropas chinas afirmaron su control sobre el Tíbet hace más de medio siglo, y el Dalai Lama huyó al exilio, el número de monasterios ha caído en picada.
Y desde hace meses, los periodistas han sido mantenidos fuera de las áreas tibetanas mientras las tensiones han fermentado en la región.
Nos deslizamos sin ser percibidos. China no quiere injerencia extranjera aquí.
Los monjes a los que nos acercamos estaban nerviosos, China ha intensificado la vigilancia.
Un monje joven negó con la cabeza indicando que no quería hablar; otros monjes nos despidieron con un gesto o se retiraron a sus habitaciones. Tienen buenas razones para ser cautelosos.
China ha estado estrechando su control, no solo en los monasterios, sino en todos los aspectos de la vida y la cultura tibetanas.
Entre los tibetanos ha habido frustraciones crecientes. Y hay una impresión de que, desde la crisis financiera, el mundo exterior, y Occidente, en particular, no están tan dispuestos a hacer frente a China por su historial de derechos humanos.
Lo que las naciones quieren es acceso a los mercados de China y sus finanzas.
Por eso los tibetanos han estado recurriendo a las protestas extremas, prendiéndose fuego. Se cree que más de 120 lo han hecho en los últimos tres años en protesta por el dominio chino en su patria.
Se dice que algunos han pedido por el regreso del Dalai Lama, mientras llevaban a cabo sus inmolaciones.
Pueden ser actos de desesperación, pero China dice que los inmolados son incitados, incluso pagados por el Dalai Lama.
Ante el temor de disturbios generalizados, ha tomado medidas drásticas aún más duras, arrestando e incluso encarcelando a los tibetanos acusados de ayudar a los que se han inmolado.
Banderas de oración ondean fuera del hogar de un hombre que se quitó la vida. Rastreamos a su familia, pero tenemos que mantener su identidad en secreto.
Su hermano nos dijo que el padre de dos niños no había recibido dinero del Dalai Lama. La mera sugerencia, dijo, era insultante.
Dijo que las autoridades habían estado muchas veces para interrogarlo. Querían saber por qué su hermano se había prendido fuego, pero lo único que pudo decirles fue que su hermano era un buen hombre que actuaba a conciencia. Los tibetanos, añadió, se sienten frustrados.
“A menudo siento que como tibetano soy inferior”, explicó. “Me siento muy mal por esto”.
“Los tibetanos que van a las ciudades en busca de trabajo son vistos como más oscuros y más sucios que otras personas, a menudo estamos discriminados. Realmente creo que me tratan de manera diferente”.
Insistió en que no había habido represalias contra su familia por las autoridades. Pero el padre y la madre del hombre se ponían muy nerviosos al hablar con periodistas extranjeros.
En estas montañas sombrías y azotadas por el viento, donde los pastores cuidan los peludos yaks negros que deambulan por las laderas, hay pocos puestos de trabajo para los tibetanos. China dice que está cambiando esto, con la construcción de carreteras, brindando una nueva riqueza. Pero el desarrollo es otra fuente de conflicto.
A mediados de agosto se produjo una protesta en el centro de Tíbet por gente preocupada porque el medio ambiente se vería perjudicado por el desarrollo de la minería. Muchos tibetanos sienten que sus recursos están siendo explotados para ganancia de los chinos.
La respuesta de China a la protesta, como a gran parte de la oposición tibetana, fue dura. Grupos de exiliados tibetanos dijeron que la policía se introdujo, disparando gases lacrimógenos y usando picana eléctrica, para desactivar la demostración.
En otro pueblo nos encontramos con una mujer que apilaba fardos de paja para forraje de invierno para sus animales. Ella nos dijo que ha habido cinco o seis inmolaciones en el monasterio cerca de su casa.
Ella no quería darnos su nombre, pero nos habló de la represión que siguió a las inmolaciones.
“Nos sentimos bajo presión. Ha habido detenciones. La policía llegó y detuvo a las personas”.
“Las familias no saben ni adonde se han llevado a sus familiares. “
No muy lejos los tibetanos daban vueltas a un santuario, haciendo girar las ruedas de oración. Un grupo de señoras mayores se inclinó ante el edificio, juntando sus manos. Luego se pusieron boca abajo recitando oraciones.
Después de la represión y la censura de los medios, las inmolaciones son ahora menos frecuentes.
Pero lo que no se está abordando son los reclamos: los tibetanos temen que están siendo marginados, su cultura erosionada, sus voces silenciadas, todo eso mientras el resto del mundo mira hacia otro lado.-