Huffington Post
Por Lhadon Tethong
Mi 30, 2013
Lhadon Tethong es un activista tibetano y Director del ‘Tibet Action Institute’ con sede en la ciudad de Nueva York.
Cuando la Universidad de Sydney canceló una charla programada por el Dalai Lama, se puso de manifiesto la amenaza el crecimiento de la influencia del estado chino en las universidades occidentales, lo que esto representa para la libertad de la educación académica y la campaña tras bambalinas de Beijing para socavar el legado del Dalai Lama. Lo que sucedió después sirvió para recordar a los tibetanos y simpatizantes, la importancia de estas batallas públicas y la luchar contra éstas, utilizando el poder de las masas.
¿Qué fue lo que ocurrió en Sydney?
La polémica que se llevó a cabo en la Universidad de Sydney el mes pasado no es nada nuevo. Durante años, el gobierno chino ha protestado por cualquier institución que se haya atrevido a ofrecer una plataforma para la causa tibetana, así se trate de una charla del Dalai Lama, de una película o de una exposición fotográfica.
Pero los tiempos han cambiado. Hoy en día cuando se trata de la academia, las autoridades chinas ya no tienen que hacer pública su oposición. Ellos son capaces de ejercer influencia a puerta cerrada, a través de los individuos y de las instituciones integradas en los campus universitarios. Directa o indirectamente, las personas y las instituciones dependen de Beijing para el apoyo financiero y el acceso a la investigación (las visas puede ser denegadas si el trabajo de alguien desagrada Beijing).
En el caso de la Universidad de Sydney, actuando en calidad de apoderados de Beijing en el Centro de Estudios de China, el Vice Canciller Michael Spence y con toda probabilidad, los investigadores y profesores cuyas carreras dependen de sus actividades académicas en – y los fondos de – China.
El Centro de Estudios de China, con estrechos vínculos con el gobierno chino y la financiación de organizaciones como el Consejo Australiano para la Promoción de la Reunificación Pacífica de China, estuvieron “involucrados” en las discusiones que llevaron a la cancelación del discurso del Dalai Lama.
El Vicerrector Spence, según lo revelado por correos electrónicos filtrados, fue el principal responsable de cancelar el evento. Acababa de volver de uno de sus muchos viajes a China – esta vez para asistir a un gran foro de negocios chinos con la Primer Ministro Australiana, Julia Gillard. Durante su mandato, Spence priorizó las estrechas relaciones con China, y puso en marcha un centro, de 20 millones de dólares, sobre carbono, agua y alimentos en la Universidad de Sydney en colaboración con la Academia China de Ciencias de la Agricultura.
“Muchas gracias por su habilidad para tratar con esta situación de manera eficaz y en el mejor interés de los investigadores a través de la universidad. Creo que la solución negociada cubre todos los problemas.”
Cuando el vicerrector escribió estas palabras al director de la universidad del Instituto para la Democracia y los Derechos Humanos (IDHR), tras la decisión del IDHR de sacar al Dalai Lama habla fuera del campus y de retirar el apoyo oficial de esta actividad, pensó que estaba eliminando una situación incómoda, evitando una reacción que podría poner en peligro el financiamiento de la universidad, la dificultad del acceso de los investigadores a China, o el avergonzar a la universidad a los ojos del público.
Al tratar con la situación de manera tranquila y cortés, Spence estaba eliminando la necesidad de Beijing de lanzar un ataque agresivo a la universidad, y la garantía de que el intento de la universidad de amordazar al Dalai Lama se mantuviera fuera de la vista del público. ¿Por qué llamar más la atención sobre el problema y el riesgo de la mala publicidad, cuando todo podía ser atendido a puerta cerrada con algunos e-mails y llamadas telefónicas?
¿Qué hubiera podido suceder en otro lugar?
Cuando la Universidad de Tasmania canceló sus planes para dar al Dalai Lama un doctorado honoris causa en 2009, estaba recibiendo casi $30 millones al año en ingresos de los estudiantes chinos. Aunque no había prueba que vinculara a la presión china con el cambio de actitud de la universidad, los funcionarios admitieron que la cuestión se había debatido en una reunión con funcionarios chinos.
Ese mismo año, la Universidad Estatal de Carolina del Norte canceló los planes para organizar una charla por el Dalai Lama en Raleigh. Funcionarios de la universidad afirmaron que la cancelación se debió a cuestiones de organización, pero admitieron que estaban preocupados por molestar a Beijing, y habían sido advertidos por el jefe del Instituto Confucio financiado por gobierno chino, en el campus, que alojar al Dalai Lama podría socavar las relaciones con China.
Más recientemente, ha habido rumores de que los planes iniciales de la Universidad de Notre Dame, de conceder un doctorado honoris causa al Dalai Lama; fueron sustituidos por un sospechoso silencio. Ahora al parecer Gu Bing, el Presidente de la Universidad de Tsinghua, hará el viaje a Indiana para recibir su doctorado honoris causa.
Estos incidentes, vistos en conjunto, reflejan un patrón emergente: la presión tras bambalinas del gobierno chino y sus agentes, en relación con el derecho preferente de autocensura provocada por el miedo a represalias por parte de Beijing, está previniendo a algunas universidades de reconocer o incluso dar la bienvenida al Dalai Lama en sus campus.
Esta campaña representa una nueva fase en el esfuerzo de muchos años por las autoridades chinas para erosionar el apoyo mundial al Tíbet. A los ojos de Beijing, el Dalai Lama es la fuente principal de este apoyo, y por lo tanto sus actividades y reuniones deben ser contenidas.
Todo es parte del plan
Un pasaje de un discurso titulado “La Propaganda Externa Relacionada con el Tíbet y la Tibetología en la Nueva Era” por Zhao Qizheng, ex Director de la Oficina de Información del Consejo de Estado de China, se filtró al exterior en 2001; ilustra cómo Beijing ve las apariciones públicas mundiales del Dalai Lama como una amenaza:
“Durante las reuniones públicas, el Dalai se presenta como un humilde maestro espiritual, y pretende estar en la búsqueda del diálogo y de la autonomía. Indica la pretensión de la no violencia y hace todo lo posible para no mezclar la política en sus conversaciones. Él habla sobre la religión, la ética, la cultura, la democracia, la libertad y los derechos humanos. Esto le ha ganado un apoyo y solidaridad internacional sin precedentes.”
Discutido explícitamente en el discurso de Zhao, hay un plan para socavar el apoyo al Dalai Lama y la cuestión tibetana a través de estrategias a largo plazo que requieren la participación activa de las organizaciones no gubernamentales internacionales, académicos e intelectuales occidentales. Este compromiso se llevará a cabo principalmente por Tibetólogos, tanto chinos como extranjeros, que son favorables a Beijing. El ministro lo indica claramente, afirmando: “la lucha de propaganda externa para la opinión pública debe ser tratada como una obra importante, que requiere atención incesante. Debemos lanzar un asalto coordinado en diferentes frentes.”
En los años desde que este documento fue filtrado, hemos sido testigos de cómo las autoridades chinas ejecutan casi todas las tácticas descritas en el discurso de Zhao, el más reciente se llevó a cabo en la Universidad de Sydney. Apenas el año pasado, la educación académica se vio envuelta de nuevo en la polémica cuando el Instituto Confucio en el campus, organizó una conferencia titulada “La Selección del Dalai Lama y su Influencia Política, Religiosa y Social en el Tíbet”, por Zhang Yun, un académico del Centro Chino para los estudios tibetanos quien es ampliamente conocido por ser un portavoz del gobierno chino.
Último acceso
Mientras que los líderes chinos están lejos de destruir el apoyo al Dalai Lama y de “conquistar” la opinión pública mundial sobre el Tíbet como resultado de estos esfuerzos estratégicos, son evidentes los avances en su intento de ganar influencia sobre el público occidental – en particular con el establecimiento de más de 400 Institutos Confucio y Aulas Confucio en las universidades y escuelas secundarias de todo el mundo, las cuales son operadas por una rama del Ministerio de Educación de China.
Los Institutos Confucio son el buque insignia de la estrategia del poder blando global de Beijing, diseñado para promover una imagen positiva de China supuestamente con la difusión de la lengua y la cultura china. Al ofrecer una oferta empaquetada de currículo, los profesores y los fondos a cada vez más universidades y escuelas con problemas de liquidez, Beijing ha tenido un acceso considerable – e influencia sobre – la educación académica occidental.
El establecimiento de Institutos Confucio ha encontrado oposición, por temor a que se comprometan la libertad académica. El debate libre y abierto sobre los temas que China considera sensibles – como el Tíbet, Xinjiang y Falun Gong – son esencialmente prohibidos, y hay informes de que la propaganda del gobierno chino se ha ofrecido en temas como la guerra de Corea y Taiwán. La Universidad McMaster en Canadá pronto cerrará su Instituto Confucio, debido a la exigencia de que los instructores no tengan ninguna asociación con grupos como la secta espiritual Falun Gong, la cual está prohibida por el gobierno chino.
Sin embargo, a pesar de la controversia en torno a la proliferación de los Institutos Confucio, que ahora están firmemente establecidas en más de 400 universidades de todo el mundo, el gobierno chino pretende llegar a 500 en 2020.
Cuando se portan mal
Con la influencia de China creciendo en muchas universidades de todo el mundo, ¿por cuánto tiempo puede ser sostenida la presión del gobierno chino en estas instituciones? Si los funcionarios universitarios se arriesgan a provocar a Beijing y alojar al Dalai Lama, ¿qué pasa después, cuando el centro de atención desaparece?
Una situación así ocurrió en la Universidad de Calgary, donde los administradores siguieron adelante con los planes para conferir el doctorado honoris causa al Dalai Lama en 2009, sólo para descubrir más tarde que la escuela había sido retirada de la lista de universidades acreditadas en China. En ese momento, un portavoz de la Universidad de Calgary declaró públicamente: “Hemos ofendido a nuestros socios chinos por el hecho de invitar al Dalai Lama, y tenemos que trabajar para resolver ese problema.” En abril de 2011, la universidad fue re-acreditada después de lo que se describió como “una gran construcción de la relación” por el nuevo presidente con el consulado chino.
Por supuesto, no es sólo el mundo académico en el que las autoridades chinas están ejerciendo una presión, sino en todas partes. Más recientemente, el primer ministro británico, David Cameron, fue atacado por las autoridades chinas tras su reunión con el Dalai Lama el año pasado. Ya se vio obligado a cancelar una visita programada a China en abril, cuando se hizo evidente que no se le permitió reunirse con los líderes chinos de alto nivel, Cameron está siendo forzado a pedir disculpas por la reunión.
Al ejercer esta poderosa combinación de recompensas, castigos y amenazas; el gobierno chino se está volviendo más y más capaz de doblegar al mundo a voluntad sobre el tema del Tíbet. Esta preocupante tendencia hace que exista una preocupación por el futuro de la lucha tibetana.
Por más de dos décadas, Su Santidad ha disfrutado de un tremendo apoyo global. Muchos de nosotros damos por sentado que esto siempre será el caso, que la mayoría de las puertas siempre estarán abiertas para él. Sin embargo, los líderes chinos han estado trabajando sin descanso para cerrar las puertas y hacer retroceder el apoyo al Tíbet.
Está claro que tenemos que luchar. Pero, ¿cómo? ¿Qué fuerza poseemos que pueda ayudar a protegernos de la influencia política y del acceso que el Dalai Lama ha construido en las últimas décadas?
La respuesta radica en que siempre lo ha hecho – en las masas – y el incidente en la Universidad de Sydney nos muestra el camino.
Poder popular
A pesar de todo el tiempo, esfuerzo y dinero que el gobierno chino ha dedicado para tratar de desviar sus objetivos políticos en el extranjero, el incidente de Sydney nos muestra que Beijing es vulnerable frente a la movilización del poder popular – los ciudadanos que hablan y toman medidas para hacer lo correcto simplemente porque es lo que hay que hacer.
La Universidad de Sydney tiene un Instituto Confucio, el Centro de Estudios de China y un vicerrector que ha obtenido millones de dólares en apoyo del gobierno chino y está claramente interesado en el fortalecimiento de esta lucrativa relación. Pero todas estas fuerzas combinadas no fueron suficientes para detener el poder de la opinión popular de las masas una vez que se hizo público el tema de la exclusión del Dalai Lama.
Y aquí está la clave: la cuestión debía ser expuesta para que las masas se movilizaran. Si un puñado de personas en la Universidad no hubiera tomado medidas para denunciar las injusticias que tienen lugar tras bambalinas en tiempo real, no hubiéramos tenido el tiempo o la capacidad de montar la campaña.
Al final, los tibetanos y sus seguidores fueron capaces de crear conciencia y encender el apoyo global a través de los medios tradicionales y sociales, para utilizar este poder colectivo para crear impulso y capital político para presionar a la universidad para que hiciera lo correcto.
Una única partidaria del Tíbet (Sophie Bouris) y un solo estudiante tibetano en la Universidad de Sydney (Yeshi Palmo) en colaboración con el Grupo de Apoyo Nacional del Tíbet (Consejo del Tíbet de Australia), así como los Grupos de Apoyo Internacional al Tíbet (Estudiantes por un Tíbet Libre y el Tibet International Network), junto con miles de activistas individuales en línea se convirtieron en una fuerza que China no pudo superar. En pocos días 15,000 personas firmaron una petición instando a la universidad a recibir al Dalai Lama. Una protesta universitaria fue planeada y publicitada, lo cual fue desconcertante para la administración. Como la crítica creció en todos los rincones, la universidad cedió, y anunció que acogería al Dalai Lama. Fue el movimiento del Tíbet en su máxima expresión.
Proteger el legado del Dalai Lama
La organización de las masas no es nada nuevo para el movimiento del Tíbet – es la forma en que el apoyo al Dalai Lama y la cuestión del Tíbet fue construido en el primer lugar.
El Dalai Lama ha pasado la mayor parte de las últimas cuatro décadas viajando por el mundo difundiendo un mensaje de paz y la no violencia y poniendo en relieve la inmensidad del sufrimiento tibetano bajo el dominio chino. Los ciudadanos lo han acogido, resultando en millones que hay llegado a escuchar sus palabras. Contra todo pronóstico y a pesar del increíble poder económico, político y militar de China, el Dalai Lama se ha convertido en una de las figuras espirituales y políticas más influyentes y queridas del siglo 21.
Con un poco más de preocupación y apoyo de estas personas con conciencia, la cuestión del Tíbet se ha mantenido viva en la comunidad internacional, incluso después de seis décadas de represión china sin piedad. Innumerables actos de sensibilización se han organizado, peticiones firmadas, cartas escritas, legislación aprobada, documentales y películas realizadas – todo porque la injusticia en el Tíbet ha sido expuesta y la gente se ha organizado para actuar.
El gobierno chino conoce el poder de las masas globales. Nunca puede comprender su verdadero origen – la bondad básica y la generosidad de la gente común – y han tenido que lidiar con su fuerza enloquecedora una y otra vez. No es de extrañar entonces que en las últimas dos décadas, las autoridades chinas hayan tomado el socavamiento del apoyo incansable al Dalai Lama y la cuestión del Tíbet, como una cuestión de alta prioridad.
Es fundamental que los tibetanos y los partidarios del Tíbet recuerden estas raíces, y confronten los ataques de China donde y cuando aparezcan. No es del interés de los tibetanos el mantener estas discusiones tranquilas y escondidas. Enterrar a estas cuestiones en los cuartos traseros y someterlos a la muerte lenta de la diplomacia silenciosa, sólo sirve a los intereses del gobierno chino y se lleva gran parte del poder que el Dalai Lama y los tibetanos tienen.
Hay algunas personas que creen que estamos viviendo en un mundo “post-protesta” cuando se trata de Tíbet. Esta opinión se basa, en parte en la creencia de que dado que la cuestión del Tíbet no se ha resuelto hasta la fecha, todas las campañas y manifestaciones llevadas a cabo en los últimos años deben haber fallado y que ahora los tibetanos necesitan probar algo nuevo – algo más tranquilo y cómodo para los chinos y sus aliados. También se debe al hecho de que las autoridades chinas han sido implacables en su oposición a las actividades de apoyo a Tíbet y han asustado con éxito a muchas personas, incluidos los tibetanos para alejarlos de hablar y tomar medidas para el Tíbet en términos políticos concretos.
Esta mentalidad de “tirar al bebé junto con el agua del baño” ignora dos verdades fundamentales: 1) que la situación en el Tíbet no ha cambiado porque el gobierno chino es un régimen autoritario que no está dispuesto y, algunos dirían, es incapaz de ceder en la cuestión, y 2) El Tíbet es un asunto de presión que ha avanzado a la escena mundial en gran parte debido a la protesta popular.
Los gobiernos y otras instituciones prestan atención y toman medidas sobre el Tíbet principalmente porque los ciudadanos lo exigen, no porque crean que están sirviendo a los intereses económicos o estratégicos fundamentales. Muy por el contrario – el gobierno chino puede hacer la vida tan incómoda para cualquier persona que se aferre al Tíbet, que hay un fuerte incentivo para que cualquier persona, gobierno o institución con intereses en China mantenga al Tíbet fuera del foco de atención.
Esta es precisamente la razón por la que los tibetanos y los simpatizantes de los derechos humanos y la libertad educativa deben estar vigilantes, y exponer cualquier intento de obstaculizar al Dalai Lama o a la discusión de la cuestión tibetana – ya sea en un campus universitario, en un foro público o en las oficinas del poder político – tales esfuerzos deben ser vistos a la luz del escrutinio de la publicidad y de los medios para que los ciudadanos del mundo con conciencia, nos puedan ayudar a exigir justicia y den rienda suelta a la energía de su poder popular.
Ciertamente, para los tibetanos que viven en los países libres, esta es nuestra principal obligación – incluso nuestra razón de ser – a decir la verdad, de empoderar y fortalecer aún más el apoyo mundial para el Tíbet, mientras presionamos por un cambio real y significativo dentro de nuestra patria. Este es el mayor legado de Su Santidad el 14º Dalai Lama, y nunca debemos permitir que el gobierno chino silencie su voz, o la nuestra.
Traducido al español por Lorena Wong.