International Herald Tribune
Por Saskia de Rothschild
25 de enero de 2013
MUNDGOD, India – La religión y la ciencia no siempre han sido amigas, como Galileo podría atestiguar.
Sin embargo durante la semana pasada científicos y eruditos budistas han estado trabajando en este pequeño enclave tibetano, en el sur de India, para probar que estos dos mundos no solo pueden coexistir, sino beneficiarse uno a otro.
Esta es la 26ª edición de la Conferencia Mind & Life y la primera realizada en un monasterio, para miles de monjes budistas reunidos aquí. Su Santidad el Dalai Lama, el líder del budismo tibetano, saludó a los científicos el pasado viernes y presentó el diálogo de una semana de duración sobre la ciencia y la religión.
El examen está basado en la historia personal del Dalai Lama. Durante su adiestramiento aislado mientras era un niño en el Tíbet, contemplaba el cielo en la noche a través de un telescopio en el techo del Palacio Potala. Miraba a la luna con tal intensidad que las sombras y asperezas de su superficie, contradecían la creencia tibetana de que tenía luz interior. Él llevó estos hallazgos a sus tutores.
“Cuando les dije a mis tutores de mi interés en la ciencia, ellos respondieron que tenía sentido” dijo el Dalai Lama durante su discurso de bienvenida a la conferencia. “Sin embargo, aunque nosotros tenemos un interés en la ciencia, esto no significa que tenemos que dedicar toda nuestra energía a ella. Yo paso la mayoría de mi tiempo en meditación sobre el amor, la compasión y la sabiduría, que es la fuente de mi interés en la ciencia”.
Es este interés el que él está tratando de difundir entre todos los monjes tibetanos, al agregar a la ciencia a su instrucción.
“En la investigación budista de la realidad, nosotros tradicionalmente empleamos cuatro principios de razonamiento: dependencia, función, naturaleza y evidencia” dijo el Dalai Lama. No muy lejos del modo en que los científicos buscan evidencia. “Ambos enfoques parecen trabajar en paralelo”, dijo.
A los miles de monjes de los monasterios de Mundgod se les ha pedido que siguieran los debates, cuyos temas van desde la física cuántica a la neurociencia, en el salón de reuniones del monasterio Drepung Loseling. Los monjes que no tuvieron lugar en el salón, observaron los debates en pantallas, en los jardines del monasterio.
Con un fuerte énfasis sobre el adiestramiento de la mente a través de la meditación, mirando hacia dentro y en constante cuestionamiento, la larga y ardua enseñanza que los monjes jóvenes tienen que seguir en los monasterios requiere la misma atención al análisis y la lógica que cualquier plan de estudios científicos. ¿Una diferencia? El aislamiento. En el Tíbet, antes de la invasión, los monjes se guardaban del mundo exterior, practicando su fe en reclusión.
Según Rato Khen Rinpoche, el abad de Rato Drepung, otro monasterio de Mundgod, “la vocación monástica solía estar protegida por el aislamiento geográfico”.
Hoy, las cosas han cambiado. “Mantener esa tradición no es el modo de formar el monje del siglo 21” explicó durante una entrevista en el monasterio.
Rato Khen Rinpoche, el primer occidental en ser designado abad de un monasterio tibetano (su nombre de nacimiento es Nicholas Vreeland) se convirtió en monje a los treinta años. Antes de convertirse al budismo, estudiaba y trabajaba como fotógrafo.
Su vida mundana no le impidió convertirse en geshe, –el equivalente a un doctorado en budismo, que requiere más de veinte años de estudio- y ahora, en abad.
“Llevar la ciencia a los monjes budistas no significa doblar el sistema de creencias”, insiste “ellas son paralelas, no hay ninguna intención de armonizar las dos”.
Para la conferencia de ciencia, el monasterio de Rato ha transformado su sala de oración en una sala de conferencias donde 40 monjes se están reuniendo para editar un compendio de ciencia tibetana y filosofía budista.
Los monjes son eruditos tibetanos de todos los monasterios, quienes siguieron un curso de ciencias de un año y ahora el Dalai Lama les pidió que compilen lo que aprendieron, en un libro para sus compañeros monjes. “Estos son monjes que han pasado desde la mañana temprano hasta tarde en la noche memorizando textos antiguos, los que fueron explicados por ancianos sabios y debatiéndolos largamente en la noche” dice el abad de Rato. “Ellos tienen que dejar atrás creencias tibetanas de siglos y aplicar la misma estricta disciplina de sus estudios budistas, a la ciencia moderna”.
Esta es la fortaleza de la mente requerida por el monje moderno, dice: capacidad para el conocimiento, apertura de mente y debate, llevado junto con la absoluta creencia en las palabras de Buda.
El libro cubrirá, junto con la filosofía budista, la historia de la ciencia, desde los descubrimientos de Galileo del movimiento de los planetas a la teoría de la evolución de Darwin, abordando temas básicos de física, biología y química. Cuando la edición haya terminado, los monjes volverán a sus respectivos monasterios y se convertirán en los primeros monjes tibetanos, maestros de ciencia para sus compañeros monjes y monjas.
Pero la curiosidad va en ambos sentidos. Los científicos han estado por mucho tiempo fascinados por el efecto de la práctica de la meditación budista sobre el cerebro. Richard Davidson, director del laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin-Madison, ha conducido experimentos en los cerebros de una decena de monjes budistas tibetanos.
Sus hallazgos crearon un revuelo en los círculos de la ciencia del cerebro, al sugerir que después de meditar por miles de horas, los monjes alteran el funcionamiento y la estructura de sus cerebros.
Como parte de su investigación en curso, el Dr.Davidson conectó el año pasado al monje Matthieu Ricard a 256 sensores y le pidió que meditara sobre la compasión. El escaneo de su cerebro mostró un extraordinario nivel de ondas gamma (actividad unida a la conciencia, el aprendizaje y la memoria), “niveles nunca reportados antes en la literatura de la neurociencia” dijo el científico.
La corteza pre frontal izquierda también vio incrementada su actividad, una prueba de una mayor capacidad de “felicidad”.
El domingo, el tema de discusión entre los científicos y los eruditos budistas fue la naturaleza de la conciencia. El Dalai Lama les preguntó a los científicos donde yace la base de la conciencia.
Las respuestas de los científicos difirieron fuertemente.
Christoff Koch, un neurocientífico de la Universidad de California bien conocido por su trabajo sobre la conciencia, dijo que podríamos especular, pero finalmente no sabemos donde reside ella más allá del cerebro, su base física. Agregó que todos los mamíferos tienen conciencia pero es imposible saber dónde reside (por ejemplo, nuestro sistema inmune puede funcionar sin ella).
Matthieu Ricard, el monje francés que era un científico en genética antes de tomar su vida monástica, se volvió hacia su enseñanza budista más que a su pasado científico.
“Por honesta introspección, siguiendo una línea de investigación que es la experiencia pura, uno puede alcanzar un entendimiento de la conciencia” dijo.
Ricard trató entonces el tema de la reencarnación y la capacidad de algunos individuos de recordar vidas pasadas.
Arthur Zajonc, profesor emérito en física de Harvard, no se considera a sí mismo un budista. Sin embargo agregó, “yo medito y a través de ello, he llegado a creer en la posibilidad de la reencarnación”.
“Los beneficios de la meditación y la práctica contemplativa no deberían estar reservados solo a los monjes”, agregó Zajonc. Explicó que ellas pueden contribuir a la educación de cualquier estudiante de la universidad, antes de citar a Albert Einstein: “Aquel que ya no puede detenerse a preguntarse y quedarse embelesado de asombro, puede darse por muerto”. –