Daily Times (Pakistan)
9 de noviembre de 2012
A través de la autoinmolación, los tibetanos están diciendo simbólicamente que debido a la represión china y el exilio del Dalai Lama, ellos están tan vivos como un cuerpo muerto esperando ser cremado
Es un elocuente testimonio para nuestras sesgadas prioridades que nosotros en el sur de Asia dediquemos resmas de impresiones sobre la elección presidencial de los Estados Unidos e ignoremos la ola de autoinmolaciones en el Tíbet. No vemos la cruel ironía de celebrar el drama de mal gusto de una de las democracias más antiguas del mundo, incluso cuando los tibetanos buscan la muerte para asegurar que Beijing no borre las marcas claves de su identidad.
Está trágica y única forma de protesta contra la represión china ha aumentado con el correr de los meses. Que la mayoría de los autoinmolados sean jóvenes, testimoniamla desesperanza entre ellos y la persistencia de su enajenación a pesar de los intentos concertados del gobierno chino de obligarlos a integrarse a su sistema.
La mayoría de los autoinmolados comparten ciertas similitudes, aquellos que murieron eligieron quemarse a lo bonzo, fuera de monasterios o lugares públicos. La elección del lugar sugiere que los autoinmolados conscientemente buscaban convertir su muerte en un espectáculo público, en la esperanza de transmitir tanto a las personas comunes como a la policía el significado de su acción. Sin embargo el público no podría interpretar su acción de ninguna otra manera que como una protesta contra el gobierno chino, porque ellos gritaron, mientras se convertían en una bola de fuego, consignas por libertad y demandaron el retorno del Dalai Lama al Tíbet. Sus muertes, en casi todos los casos, parecieron inspirar a la gente inmediatamente a superar sus miedos y reunirse para protestar en el lugar de la protesta o participar en la cremación del difunto.
Algunos de los autoinmolados eligieron grabar sus declaraciones antes de caminar hacia el sitio elegido de su muerte. Estos testimonios son destacados por la ausencia de temor a la muerte, su voluntad de someterse a un gran dolor y su expresión de angustia ante la represión de su pueblo. Por ejemplo, Lama Soepa, antes de su inmolación, grabó estas palabras “Estoy entregando mi cuerpo, como una ofrenda de luz para ahuyentar la oscuridad”. Luego de rendir tributo a quienes se habían autoinmolado antes que él, el Lama dijo: “Ruego porque el Dalai Lama pueda retornar al Tíbet y permanezca como líder temporal y espiritual del Tíbet”.
La preocupación por la preservación de la identidad cultural de los tibetanos quedó articulada en la grabación realizada por Nangdrol, antes de su inmolación en febrero de este año. “Hombres y mujeres del Tíbet, espero que todos ustedes se mantengan unidos en armonía, vistiendo como tibetanos si son tibetanos, hablando tibetano, nunca olviden que son tibetanos… absténganse de tomar la vida de los seres vivientes”. Norphel, quien tomara también la trágica decisión, expresó “cualquier nacionalidad necesita libertad, idioma y tradición”.
Tres conclusiones se pueden sacar de estas declaraciones grabadas, aparte de la expresión de ansiedad por su cultura y el destierro permanente del Dalai Lama, quien reside en India. Una, que existe al menos una red rudimentaria para grabar y transmitir las declaraciones de los autoinmolados al mundo. Dos, que los tibetanos no consideran la autoinmolación como un pecado, sino que es de hecho exaltada. Tres, cada autoinmolado parece inspirar a otros a emularlo.
Todo esto ha llevado a muchos a exigir al Dalai Lama que exprese su desaprobación hacia la autoinmolación, creyendo que esto pudiera disuadir a aquellos que contemplan abrazar la muerte voluntariamente. Otros como Stephen Prothero, un académico en religión de la Universidad de Boston, han cuestionado el silencio de los occidentales sobre las inmolaciones en el Tíbet, a las que parecen rechazar como a los atentados suicidas. Esta es precisamente la lógica de los chinos que han definido la autoinmolación como terrorismo y reclaman que viola los principios de paz y compasión consagrados en el budismo.
En efecto, hay similitudes entre el suicida y el autoinmolado. Ambos creen que la muerte es el único recurso que queda para asegurar justicia. Ambos eligen morir porque desean, a través de su sacrificio, proporcionar un mejor futuro a su pueblo. Sin embargo, hay una diferencia vital entre el suicida y lo que el teórico cultural Terry Eagleton llama el mártir, o la persona que ayuna hasta morir por una causa o demanda. “El mártir apuesta su vida por un futuro de justicia y libertad; el suicida apuesta su vida a eso. Pero ambos creen que la vida solo merece ser vivida si contiene algo por lo que valga la pena morir”.
El autoinmolado es más el mártir de Eagleton, ya que se mata a sí mismo sin dañar a nadie más en su acto. En efecto, las declaraciones de los tibetanos que se prenden fuego son remarcables porque no predican la venganza contra sus verdugos, y no piden que los emulen. Ellos ofrecen sus cuerpos como sacrificio voluntario, para preservar la unidad cultural del Tíbet.
La temida erosión de su legitimidad lleva a los chinos a tomar acción punitiva contra los monasterios a los que los inmolados están afiliados, esto incrementa el número de personas dispuestas a autoinmolarse, creando una crisis de legitimidad para Beijing. En cuanto al resto de nosotros en el mundo, preferimos el silencio a la sombría perspectiva de que China dirija su ira contra nosotros privándonos de su dinero para desarrollar nuestra economía. El estridente circo electoral estadounidense nos ayuda a amortiguar el murmullo de nuestra conciencia.-
El autor es un periodista residente en Delhi