Por Mary Kissel
THE WALL STREET JOURNAL | POLITICAL DIARY
18 de octubre de 2012
El Departamento de Estado ha tomado con toda razón un duro golpe por su mal manejo del ataque terrorista del mes pasado en Benghazi, en el que murieron cuatro estadounidenses. Pero mientras los medios se pelean por cubrir ese lío, otra historia diplomática importante –y positiva- que se desarrolló fuera de China ha conseguido muy poca atención: concretamente, que el embajador Gary Locke viajó a la parte más conflictiva del Tíbet el pasado mes y se reunió con monjes y residentes locales.
Tales viajes son muy raros. Beijing ha tenido al Tíbet bajo bloqueo militar desde que un monje se prendió fuego en protesta contra el gobierno chino en febrero de 2009. Unos pocos periodistas extranjeros han podido introducirse, pero ellos han sido expulsados rápidamente. Aunque las circunstancias no están totalmente claras todavía, Locke visitó dos monasterios en la prefectura de Aba de la provincia de Sichuan, el mes pasado. La noticia se conoció después que la foto del embajador estrechando las manos de un monje, fue posteada en twitter. El área es hogar de 33 de los 55 tibetanos que se han autoinmolado desde 2009, según la Campaña Internacional por el Tíbet.
Locke le dijo al New York Times que él quería ver el lugar “por sí mismo” y que “le había llamado la atención la singular cultura tibetana… la diversidad étnica agrega riqueza a una sociedad”. Pero el viaje no fue solo sobre observar el terreno y las costumbres locales. La presencia del diplomático de Estados Unidos envía un mensaje a los tibetanos de que al mundo exterior le importa su lucha, y le dice a la dirigencia del Partido Comunista, que Washington está observando lo que ellos hacen. Este es un cambio con respecto a los primeros años de la administración de Obama, cuando los derechos humanos en China estaban en un segundo plano con respecto a prioridades como el cambio climático.
La noticia del viaje no ha hecho olas en Estados Unidos, pero las hará en el Tíbet. Cuando el Congreso premió al Dalai Lama con el mayor honor civil de Estados Unidos en 2007, las celebraciones estallaron en toda la región, a pesar del intento de China de censurar la noticia. Es razonable asumir que la noticia sobre la visita del embajador del mes pasado, se extenderá como reguero de pólvora también, si no lo ha hecho ya.
La visita de Locke es una reminiscencia de un paseo de su predecesor Jon Huntsman en una protesta en Beijing en febrero de 2011 que estalló por empatía con los movimientos pro-democracia del Medio Oriente. Eso hace que dos embajadores sucesivos ante China han demostrado preocupación por los derechos humanos y las libertades básicas y dado a otros países el manto político para hacer eso también. Esa sí que es una historia del Departamento de Estado digna de elogio.-