Carta desde China: Despachos de Evan Osnos
The New Yorker | 4 de abril de 2012
En el término de un año escaso, el Tíbet y sus activistas se han vuelto conocidos por las auto-inmolaciones. Hasta hace poco, el suicidio como protesta –que no debe confundirse con los suicidas que se hacen explotar para matar a otros- era tan raro en el vocabulario político del activismo tibetano, que un manifestante llamado Thupten Ngodup, que se prendió fuego a sí mismo en Nueva Delhi en 1998, es recordado en un busto de piedra blanca en el pueblo de exilados de Dharamsala. Esto ha cambiado abruptamente, con 32 auto-inmolaciones en poco más de un año, en mercados, ciudades y pueblos remotos, y ahora extendido a Nueva Delhi. En el comienzo, los manifestantes eran en su mayoría monjes y monjas, unos en su adolescencia, quienes se rociaban con kerosene, y, en algunos casos, llenaban sus estómagos con él para maximizar la conflagración. Sus muertes permanecieron por mucho tiempo invisibles, capturadas por poco más que granuladas imágenes con teléfonos celulares, y raramente investigados porque la policía prohibió a los periodistas extranjeros en la zona.
Pero últimamente ese grupo de manifestantes se ha ampliado, dramáticamente con Jamphel Yeshi, un refugiado de 27 años quien le dijo a sus amigos que había sido torturado en China antes de huir a India. El pasado lunes, mientras el presidente chino Hu Jintao preparaba su visita a India, él se prendió fuego y corrió gritando por una calle llena de fotógrafos. Al final del día, él había muerto en un hospital, y las terribles fotografías de su protesta habían aparecido en todo el mundo.
Como escribió recientemente Gillian Wong de AP, en un valioso análisis, esta es una de las olas de auto-inmolaciones más pesadas de la historia, más que una ola de protestas durante la guerra de Vietnam o las manifestaciones pro-democracia en Corea del Sur, y es sobrepasada solamente por los más de 100 estudiantes de India que se quemaron a sí mismos en oposición a una propuesta de acción afirmativa en 1990. (Doce Premios Nobel han instado a Hu Jintao a seguir un “diálogo significativo” sobre Tíbet a la luz de las “drásticas expresiones de resentimiento del pueblo del Tíbet”).
Pero lo más sorprendente sobre las protestas tibetanas, señala Wong, no es sobre el mucho impacto que ellas puedan haber tenido, sino sobre el poco: “Mientras un solo vendedor de frutas en Túnez que se prendió fuego a sí mismo en diciembre de 2010, tiene el crédito de haber encendido el movimiento democrático dela PrimaveraÁrabe, las auto-inmolaciones tibetanas, han fracasado hasta ahora en impulsar los cambios que los manifestantes demandan: el final de la interferencia del gobierno en su religión y el retorno del exilado Dalai Lama”.
He comenzado a preguntarme cómo son vistas estas protestas en el lugar que debe importar más la perspectiva de una solución a la cuestión del Tíbet: China. El Dalai Lama ha creído por mucho tiempo que la proporción pequeña pero creciente de chinos han que está interesada en el lado espiritual del budismo tibetano, podría finalmente ejercer presión para producir una política china más indulgente hacia las áreas tibetanas. Cuando lo entrevisté para Profile en 2010, él me dijo que es imposible para los chinos adherentes, separar la religión de la dimensión política. “Si tú oras, ¡entonces de hecho estás involucrado!” dijo.
Una revisión de la discusión en la red china sobre las auto-inmolaciones tibetanas obtiene una no científica pero muy interesante ventana sobre algunas opiniones y sugiere que quizá hay, una pizca más de simpatía de la que nosotros podemos suponer, pero todavía no la que el Dalai Lama imagina. La mayoría de las discusiones son, lo que no sorprende, en apoyo de la opinión oficial del gobierno chino: “Esto es todo trabajo de las fuerzas enemigas” escribió un comentarista en weibo. Voces más tranquilas señalaron la inversión china en Tíbet y cuestionaron si los manifestantes tienen razón de quejarse con “todo el dinero, apoyo y la acción afirmativa dedicados a ellos” como dijo un escritor.
Pero rociados entre esos mensajes, están los mensajes chinos que me llamaron la atención, algunos porque son recordatorios del poder de la censura, y otros porque muestran un destello de interés y comprensión. Después que el premier Wen Jiabao fue preguntado sobre las auto-inmolaciones durante su conferencia de prensa con la prensa extranjera, un comentarista le recordó de pronto cómo muchas noticias estaban siendo redactadas desde lo que la mayoría de los chinos lee sobre Tíbet: “Con toda honestidad, yo ni siquiera sabía algo sobre las inmolaciones tibetanas hasta esta conferencia de prensa. ¿Esto es porque ellos sienten que su fe religiosa ha sido insultada o qué?”.
Otra persona escribió: “¿Por qué hay tantas inmolaciones tibetanas? Como un han (etnia mayoritaria) realmente no sé cómo enfrentar esto. Perdón”. Otro comentarista se quejó que los patriotas online atacan a cualquiera que escribe positivamente sobre los activistas tibetanos. “Soy un ser humano, primero, y un ciudadano chino, después. Esos casos de auto-inmolación son seres humanos sacrificando sus vidas para pelear la última pelea. Reenviar su información así más personas prestan atención a esto, es simplemente una reacción humana”. Y finalmente, este comentario de alguien que se llama a sí misma: joven mujer no enojada.
¿Cuánta gente ha escuchado en efecto al viejo monje? No puede haber verdad en un ambiente en el cual el derecho a hablar no está distribuido con justicia. Yo ya me di cuenta que mucha gente tiene muchos malentendidos sobre Tíbet, por eso digo esto: vayan al Tíbet, escuchen lo que los tibetanos tienen que decir, averigüen lo que ellos realmente quieren. Por postear esto, hay una chance significativa de que mi cuenta sea bloqueada. Pero está bien por mí.
Este ha sido un mes crucial parala Interneten China, una prueba de su habilidad para sobrevivir como el foro de ideas más abierto de China. Muchos de estos mensajes fueron borrados momentos después de haber sido posteados. Pero el hecho más revelador podría ser que ellos han existido de todos modos.-