Mientras las muertes tibetanas por auto-inmolación crecen, el premio Templeton al Dalai Lama es un reproche a la despiadada represión de China.
Por Isabel Hilton | Guardian.co.uk
Jueves 29 de marzo de 2012
Ayer, Jamphel Yeshi, un tibetano de 27 años exilado enla India, murió en el hospital. Dos días antes, en una desesperada y angustiosa protesta contra la visita del presidente chino Hu Jintao, se había prendido fuego en una calle de Delhi. Él sufrió quemaduras en el 97% (de su cuerpo). En una carta descubierta luego de su auto-inmolación, escribió: “Nosotros (los tibetanos) demandamos libertad para practicar nuestra religión y cultura, demandamos libertad para utilizar nuestro idioma. Demandamos el mismo derecho que otras personas para vivir en cualquier lugar del mundo…”
Hoy el Dalai Lama fue premiado con el prestigioso premio Templeton, de 1 millón de dólares que cada año premia a un destacado líder espiritual. En otras circunstancias, el premio Templeton hubiera sido la ocasión para una celebración sin restricciones de los tibetanos, para quienes cualquier reconocimiento internacional de su líder se posiciona como un gesto de apoyo moral para un pueblo cuyo futuro aparece cada vez más sombrío. Pero este premio es ensombrecido por la cantidad de vidas sacrificadas de jóvenes tibetanos: en el pasado año, unos 30 tibetanos, hombres y mujeres, figuras religiosas y personas laicas, se han prendido fuego a sí mismos.
Sus protestas son una medida de la desesperación que ha estado creciendo en todo Tíbet desde que los levantamientos de 2008 fueron reprimidos con impenitente brutalidad. Desde entonces, decenas de tibetanos, entre ellos escritores e intelectuales públicos, monjes y granjeros, han sido arrestados y los monasterios tibetanos, vistos por el gobierno chino como el centro del disenso, han sido objeto de controles intensivos y presión política.
Una auto-inmolación en Túnez conmovió al mundo y disparó la primavera árabe. Treinta auto-inmolaciones en Tíbet han recibido poca atención internacional. Tomó 30 días de huelga de hambre fuera de las Naciones Unidas en Nueva York, a tres tibetanos, uno de ellos una alta figura religiosa, sacar una garantía de que relatores especiales dela ONU investigarían la situación en el Tíbet. Su huelga de hambre terminó unos pocos días atrás.
Pero si la atención internacional ha sido escasa, las auto-inmolaciones han elevado el nivel de tensión, protesta y malestar en el Tíbet a nuevas alturas. A principios de mes, 4 mil estudiantes de escuelas tibetanas en Qinghai protestaron contra la imposición propuesta de (el idioma) chino como medio de instrucción en las escuelas. Las fuerzas de seguridad han allanado monasterios, buscando señales de lealtad al Dalai Lama. Las manifestaciones, vigilias y expresiones de apoyo moral para los hombres y mujeres vistos como mártires por la población en general, se han encontrado con el más estrecho bloqueo de seguridad. Nuevos reportes de incidentes llegan casi a diario.
Para el gobierno chino, esto es todo culpa del Dalai Lama: el líder espiritual, en el exilio por más de 50 años, dicen ellos, es el único instigador de estas tragedias. Beijing parece ciega al hecho de que las políticas chinas durante el pasado medio siglo en Tíbet han sido el motor más importante, de lo que es un creciente llamado a la independencia, incluso en áreas donde el Dalai Lama tradicionalmente tenía poca incidencia. Las políticas de Beijing, están generando exactamente lo que supuestamente ellas tenían que impedir.
El premio Templeton, con su millón de dólares, no es posible que cambie este terrible ciclo de hechos. Pero se posiciona como un reproche a un régimen que ha rechazado reconocer que el Dalai Lama es la mejor esperanza para una resolución de una crisis que está costando mucho en sufrimiento humano y que se erige como un implacable reproche moral para el gobierno de Beijing. El gobierno chino describe al Dalai Lama como un lobo en hábitos de monje. Al darle el premio a él, los jueces del Templeton han afirmado el valor de la paz sobre la violencia, y los valores éticos, morales y espirituales sobre el poder del estado. No podría haber sido más oportuno.-