The Asian Age | Sunanda Datta Ray | 15 de marzo de 2024
El enigmático papel de Gyalo Thondup y el legado imborrable del Dalai Lama en el contexto de la lucha del Tíbet por la autonomía.
Ningún líder chino le había preguntado jamás al Dalai Lama –como hizo Stalin al Papa– “¿Cuántas divisiones manda?” Sin embargo, este 65º aniversario del levantamiento tibetano de marzo de 1959 debe encontrar a China preocupada de que el exiliado de 88 años con una risa contagiosa, pero sin un país que gobernar o tropas que comandar, pueda ser el “lobo con hábito de monje” de su pesadilla nacional. Si es así, ¿qué papel le asignará la historia a su enigmático segundo hermano mayor, Gyalo Thondup?
Cuando Jawaharlal Nehru envió al Dalai Lama a Dharamsala, los periodistas predijeron que sería olvidado en ese estante sobre el mundo. Pero Mao Zedong, con su aguda percepción del carácter y las situaciones, se lamentó cuando escuchó que el Dalai Lama había escapado: “En ese caso, hemos perdido la batalla”.
El Gran Timonel sabía que una idea conquista el mundo con mayor eficacia que cualquier ejército. Mientras los Dalai Lamas van y vienen, una institución que encarna el espíritu del Tíbet vive para siempre. El Tíbet y los tibetanos se han convertido en una nación virtual indestructible durante estos 65 años del exilio del Dalai Lama.
Esa es también la singular contribución de la India a la causa. “Los presidentes y primeros ministros se reúnen con el Dalai Lama solo cuando quieren exponer algo contra China”, me dijo una vez el primer ministro PV Narasimha Rao. “¡Solo nosotros le hemos dado plena libertad para hacer lo que quiera!” Cuando le pregunté al cónsul general de China en Calcuta si Beijing hablaba en serio acerca de reclamar Arunachal Pradesh, respondió: “¡Pero por supuesto! ¡Allí nació el sexto Dalai Lama! El fervientemente leal diplomático Han se refería a Tsangyang Gyatso, un pontífice poco convencional del siglo XVII que desdeñaba la austeridad monástica, se dejaba el pelo largo, vestía túnicas tibetanas normales, bebía alcohol y aceptaba la compañía femenina. Nacido el 1 de marzo de 1683 en Tawang, probablemente fue secuestrado y asesinado por rebeldes mongoles durante una lucha por el poder, pero sus poemas y canciones siguen siendo populares incluso hoy entre las comunidades de habla tibetana en Nepal, India y toda China.
El actual XIV Dalai Lama, a quien los tibetanos llaman Gyalwa Rinpoche, nació en una familia de agricultores el 6 de julio de 1935 y fue elegido como la encarnación del líder supremo del budismo tibetano a la edad de dos años. Le dieron una serie de nombres altisonantes y rápidamente lo instalaron en el Palacio Potala de 13 pisos de Lhasa, con sus más de 1.000 habitaciones que se elevaban a casi 400 pies sobre el Marpo Ri, o Colina Roja, cuando los chinos invadieron.
Un relato detallado de la entronización realizado por Sir Basil Gould, representante británico en Gangtok con jurisdicción en Bután y Tíbet, confirmó que, a pesar de las afirmaciones manchúes, los astutos tibetanos no permitieron a los chinos participar en las ceremonias. Cuando las tropas chinas aplastaron el levantamiento tibetano, el Dalai Lama escapó del Palacio de Potala para iniciar la caminata de 13 días a través del Himalaya hasta la India, de la que no había regreso. Tenía apenas 23 años.
Si bien el Dalai Lama sigue siendo uno de los inocentes de la naturaleza, su vida es un libro abierto. Los tentadores vínculos de Gyalo Thondup con Estados Unidos, la China comunista, Taiwán, India y Bután y su papel en el levantamiento tibetano de 1959 desconciertan a muchos. Como escribí en mi libro de 2002, Waiting for America: India and the US in the New Millennium (Esperando por América: India y EE.UU en el Nuevo Milenio) “Cuando la inteligencia británica informó en 1958 que los chinos pronto lanzarían su campaña final de pacificación en el Tíbet, Dwight D. Eisenhower le pidió a Nehru que le diera asilo del Dalai Lama. Nehru, “un notorio negociador duro”, exigió ayuda para desarrollar armas nucleares. “Una garantía de seguridad no es suficiente”, afirmó. “India necesitaba su propia garantía nuclear contra China.”
“En 1953, cuando la hermana de Nehru, Vijayalakshmi Pandit, era presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Eisenhower había pronunciado un discurso trascendental ante la Asamblea General anunciando su programa Átomos para la Paz, destinado a compartir tecnología nuclear para desarrollar energía atómica con fines civiles. Nehru acogió con agrado el plan y en 1958 se llegó a un acuerdo para lo que finalmente se convirtió en el reactor nuclear de Tarapur, valorado en 118 millones de dólares.
“Según el intermediario, William Corson, un mayor del Cuerpo de Marines radicado en Hong Kong que fue asistente de inteligencia de Eisenhower, Kennedy y Lyndon B. Johnson, ‘el curso de las negociaciones no dejó dudas de que los científicos entrenados en Estados Unidos serían asignados a la tarea de producir armas nucleares.’ En 1974, menos de dieciséis años después, la India hizo explotar Pokharan-I, su primera prueba nuclear… Tres años después de la petición sobre el Dalai Lama, un memorando del Departamento de Estado proponía que Washington ayudara a la India a desarrollar la bomba para negar a China la ventaja psicológica de ser la primera potencia nuclear de Asia”.
Gyalo Thondup se mudó a Lhasa en 1939 y a Nanjing, la capital de la China republicana, tres años después, cuando tenía 14 años, aparentemente para aprender chino. Se convirtió en un protegido de Chiang Kai-shek, a menudo cenaba con él en su casa y era educado por tutores seleccionados por Chiang. En 1948 se casó con Zhu Dan, hija de un general del Kuomintang. Gyalo Thondup, el primer tibetano reconocido oficialmente en visitar Taiwán desde 1949, facilitó contactos semioficiales entre la administración del Dalai Lama en el exilio y los chinos tanto en Beijing como en Taiwán. Viajó a Estados Unidos en 1951, convirtiéndose en un vínculo aparentemente opuesto entre la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (que prometió independizar al Tíbet organizando unidades guerrilleras para luchar contra el Ejército Popular de Liberación) y Deng Xiaoping, con quien había negociado en nombre del Dalai Lama.
Fue una mezcla tortuosa de roles sin que nadie estuviera nunca seguro de si el RAW de la India o la CIA eran el verdadero cerebro. Los rumores sobre la financiación del KMT y el papel que jugó un discreto restaurante tibetano en el antiguo barrio chino de Calcuta, que servía los primeros y más deliciosos momos de la India, en el reclutamiento de combatientes agravaron el misterio. Aún más curiosa fue la acusación de Bután en 1974 de que Gyalo Thondup había conspirado para volar el Tashichodzong de Thimphu, asesinar a miembros clave de la familia real y dar un golpe de estado.
Todo eso queda en el pasado. El Dalai Lama ha entregado el poder a un gobierno electo y dice que la independencia soberana ya no es el objetivo. Es posible que ahora el cambio tenga que esperar hasta que alguna otra potencia tome la iniciativa (como lo hizo Estados Unidos en 1903 al separar a Panamá de Colombia, o India en 1971 al separar a Bangladesh de Pakistán) para crear un orden mundial más benigno. Pero pase lo que pase, el XIV Dalai Lama, que recibió el Premio Nobel de la Paz, ha asegurado que el Tíbet y los tibetanos siempre permanecerán claramente separados de China y los chinos. Ese es su legado inolvidable.
Traducción al español por Aloma Sellanes tibetpatrialibre.org