The Bali Times, Indonesia [De la serie del Dalai Lama]
18 de abril 2011
Debido a que el 14º Dalai Lama del Tíbet se prepara para retirarse de la política, “The Bali Times” está publicando una serie de artículos de Su Santidad, con sus pensamientos y enseñanzas.
Una gran pregunta subyace en nuestra experiencia, si lo pensamos bien, conscientemente o no: ¿Cuál es el propósito de la vida? He examinado esta interrogante y me gustaría compartir mis pensamientos con la esperanza de que puedan ser de beneficio directo y práctico a los que los lean.
Creo que el propósito de la vida es ser feliz. Desde el momento del nacimiento, cada ser humano desea la felicidad y no quiere el sufrimiento. Ni el condicionamiento social, ni la educación, ni la ideología afectan esto. Desde el corazón mismo de nuestro ser, simplemente deseamos el bienestar. No sé si el universo, con sus incontables galaxias, estrellas y planetas, tiene un significado más profundo o no, pero por lo menos, está claro que los seres humanos que vivimos en esta tierra enfrentamos la tarea de crear una vida feliz para nosotros mismos. Por lo tanto, es importante descubrir lo que va a lograr el mayor grado de felicidad.
Para empezar, es posible dividir toda clase de felicidad y sufrimiento en dos categorías principales: mental y física. De las dos, es la mente la que ejerce la mayor influencia en la mayoría de nosotros. A menos que estemos gravemente enfermos o privados de las necesidades básicas, nuestra condición física juega un papel secundario en la vida. Si el cuerpo está bien, prácticamente lo ignoramos. La mente, sin embargo, registra cada acontecimiento por pequeño que sea. Por lo tanto debemos dedicar nuestros más serios esfuerzos para lograr la paz mental.
Desde mi propia y limitada experiencia, he encontrado que el mayor grado de tranquilidad interior proviene del desarrollo del amor y de la compasión.
Cuanto más nos preocupemos por la felicidad de los demás, mayor será nuestro propio sentido de bienestar. Cultivando un cercano y cálido sentimiento por los demás, automáticamente ponemos la mente en calma. Esto ayuda a eliminar cualquier temor o inseguridad que podamos tener, y nos da la fortaleza para enfrentar los obstáculos que encontremos. Es la fuente fundamental del éxito en la vida.
Mientras vivamos en este mundo estamos obligados a encontrar problemas. Si, en un momento, perdemos la esperanza y nos desalentamos; disminuimos nuestra capacidad para afrontar las dificultades. Si, por otro lado, recordamos que no somos sólo nosotros, sino que todos tienen que pasar por el sufrimiento, esta perspectiva más realista aumentará nuestra determinación y capacidad para superar los problemas. De hecho, con esta actitud, ¡cada nuevo obstáculo puede ser visto como otra oportunidad valiosa para mejorar nuestra mente!
Así pues, podemos esforzarnos gradualmente en ser más compasivos, es decir, podemos desarrollar una simpatía genuina por el sufrimiento de los demás, y la voluntad para ayudarlos a eliminar su dolor. Como resultado, nuestra propia serenidad y fuerza interior aumentará.
NECESIDAD DE AMOR
En última instancia, la razón por la cual el amor y la compasión traen mayor felicidad, es simplemente porque nuestra naturaleza los valora por encima de todo. La necesidad de amor se encuentra en la base misma de la existencia humana. Es el resultado de la profunda interdependencia que compartimos unos con otros. Sin embargo aunque un individuo pueda ser capaz y hábil, estando solo, él o ella no va a sobrevivir. A pesar de lo vigoroso e independiente que uno se pueda sentirse durante los períodos más prósperos de la vida, cuando uno está enfermo, es muy joven o muy viejo uno debe depender del apoyo de los demás.
La interdependencia, por supuesto, es una ley fundamental de la naturaleza. No sólo las formas superiores de vida, sino también muchos de los insectos más pequeños son seres sociales que, sin ningún tipo de religión, de derecho o de educación sobreviven mediante la cooperación mutua, sobre la base de un reconocimiento innato de su interconexión. El nivel más sutil de los fenómenos materiales también se rige por la interdependencia. Todos los fenómenos del planeta que habitamos, desde los océanos, las nubes, los bosques y las flores que nos rodean, surgen dependiendo de patrones sutiles de energía. Sin su adecuada interacción, éstos se disuelven y menguan.
Debido a que nuestra propia existencia humana es tan dependiente de la ayuda de otros, nuestra necesidad de amor se convierte en la base misma de nuestra existencia. Por tanto, necesitamos un verdadero sentido de responsabilidad y una preocupación sincera por el bienestar de los demás.
Tenemos que considerar lo que los seres humanos somos en realidad. No somos como objetos hechos a máquina. Si fuéramos entidades meramente mecánicas, entonces las máquinas mismas podrían aliviar todos nuestros sufrimientos y colmar nuestras necesidades.
Sin embargo, puesto que no somos criaturas únicamente materiales, es un error poner todas nuestras esperanzas de felicidad solamente en el desarrollo externo. En su lugar, deberíamos considerar nuestros orígenes y naturaleza para descubrir lo que necesitamos.
Dejando de lado la compleja cuestión de la creación y evolución de nuestro universo, podemos al menos estar de acuerdo en que cada uno de nosotros es el producto de nuestros propios padres. En general, nuestra concepción tuvo lugar no sólo en el contexto del deseo sexual, sino de la decisión de nuestros padres para tener un hijo. Estas decisiones se basan en la responsabilidad y el altruismo – el compromiso compasivo de los padres atender a su hijo hasta que sea capaz de cuidar de sí mismo. Así que, desde el momento mismo de nuestra concepción, el amor de nuestros padres existe directamente desde nuestra creación.
Por otra parte, dependemos totalmente de los cuidados de nuestras madres desde las primeras etapas de nuestro crecimiento. Según algunos científicos, el estado mental de una mujer embarazada, ya sea tranquila o agitada, tiene un efecto físico directo sobre su hijo por nacer.
La expresión de amor es también muy importante en el momento del nacimiento. Ya que la primer cosa que hacemos es succionar leche del pecho de nuestra madre, naturalmente nos sentimos cercanos a ella, y ella debe sentir amor por nosotros para poder alimentarnos adecuadamente; si siente rabia o resentimiento, su leche no puede fluir libremente.
Luego está el período crítico del desarrollo cerebral, desde el momento del nacimiento hasta por lo menos a la edad de tres o cuatro años, tiempo durante el cual el contacto físico amoroso es el factor más importante para el crecimiento normal del niño. Si el niño no es cargado, abrazado, acariciado, o amado; su desarrollo se verá afectado y su cerebro no madurará correctamente.
Puesto que un niño no puede sobrevivir sin el cuidado de los demás, el amor es su alimento más importante. La felicidad de la infancia, la de calmar los muchos temores de los niños y el desarrollo saludable de la confianza en sí mismos, dependen directamente del amor.
Hoy en día, muchos niños crecen en hogares infelices. Si no reciben el afecto adecuado, más tarde en la vida raramente podrán amar a sus padres y, no pocas veces, les será difícil amar a los demás. Esto es muy triste.
Cuando los niños crecen y entran a la escuela, su necesidad de apoyo deben ser colmado por sus maestros. Si un maestro no sólo imparte educación académica, sino que también asume la responsabilidad de preparar a los estudiantes para la vida, sus alumnos sentirán confianza y respeto; y lo que se les haya enseñado dejará una impresión indeleble en sus mentes. Por otra parte, las materias enseñadas por un maestro que no muestra verdadera preocupación por el bienestar general de alumnos, se considerará temporal y no será retenido por mucho tiempo.
Del mismo modo, si uno está enfermo y está siendo tratado en el hospital por un médico que pone en evidencia la sensación de calidez humana, uno se siente a gusto; y el deseo de los médicos de dar la mejor atención posible de por sí es curativa, con independencia del grado de su habilidad técnica. Por otro lado, si un doctor carece de sensibilidad humana y muestra una expresión hostil, de impaciencia o indiferencia, uno se siente ansioso, aunque él o ella sea el médico más altamente calificado y la enfermedad se haya diagnosticado correctamente y que se le haya recetado el medicamento adecuado. Inevitablemente, los sentimientos de los pacientes hacen una diferencia en la calidad y en su recuperación integral.
Incluso cuando nos involucramos en una conversación normal en la vida cotidiana, si alguien habla con sensibilidad humana nos agrada escucharlo y responder en consecuencia; toda la conversación se vuelve interesante, no obstante lo intrascendente que pueda ser el tema. Por otro lado, si una persona habla con frialdad o con dureza, nos sentimos inseguros y queremos terminar rápidamente con la interacción. Desde el menos al más importante evento, el cariño y el respeto de los demás son vitales para nuestra felicidad.
Recientemente conocí a un grupo de científicos en Estados Unidos que dijeron que la tasa de enfermedades mentales en su país era muy alta – alrededor del 12 por ciento de la población. Se hizo evidente durante la discusión, que la principal causa de la depresión no era por la falta de bienes materiales, sino una privación del afecto de los demás.
Como pueden observar de todo lo que he escrito hasta ahora, una cosa me parece clara: si estamos o no conscientes de ello, desde el día en que nacemos, la necesidad de afecto humano existe en nuestra propia sangre. Incluso si el afecto proviene de un animal o de alguien que normalmente consideramos un enemigo, tanto los niños como los adultos gravitarán espontáneamente hacia éste.
Creo que nadie nace libre de la necesidad de amor. Y esto demuestra que, aunque algunas escuelas de pensamiento moderno tratan de hacerlo, los seres humanos no pueden ser definidos como exclusivamente físicos. Ningún objeto material, aunque sea bello o valioso, puede hacer que nos sintamos amados, porque nuestra identidad más profunda y carácter verdadero se encuentran en la naturaleza subjetiva de la mente.
DESARROLLANDO COMPASIÓN
Algunos de mis amigos me han dicho que, aunque el amor y la compasión son maravillosos, que en realidad no son muy relevantes. Nuestro mundo, dicen, no es un lugar donde esas creencias tengan mucha influencia o poder. Afirman que la ira y el odio son una parte tan importante de la naturaleza humana que la humanidad siempre será dominada por éstos. No estoy de acuerdo.
Nosotros, los humanos hemos existido en nuestra forma actual desde hace unos 100,000 años. Creo que si durante este tiempo la mente humana hubiera estado controlada principalmente por la ira y el odio, nuestra población total habría disminuido. Pero hoy, a pesar de todas nuestras guerras, nos encontramos con que la población humana es mayor que nunca. Esto indica claramente para mí, que el amor y la compasión predominan en el mundo. Y esta es la razón por la cual, los acontecimientos desagradables son noticia; y ya que las actividades compasivas forman parte regular en la vida cotidiana, esto se da por sentado y por lo cual en gran medida éstas son ampliamente ignoradas.
Hasta ahora he estado hablando sobre todo los beneficios mentales de la compasión, pero ésta contribuye también a la buena salud física y según mi experiencia personal, la estabilidad mental y el bienestar físico se relacionan directamente. Sin lugar a dudas, la ira y la impaciencia nos hacen más susceptibles a los padecimientos. Por otro lado, si la mente está tranquila y ocupada con pensamientos positivos, el cuerpo no será presa fácil de la enfermedad.
Pero, por supuesto, también es cierto que todos tenemos un egocentrismo innato que inhibe nuestro amor por los demás. Así que ya que el deseo de la verdadera felicidad se produce sólo con una mente en calma, y esa paz de la mente se produce sólo con una actitud compasiva, ¿cómo podemos desarrollar esto? Obviamente, no es suficiente que simplemente pensemos: ¡Que linda es la compasión! Tenemos que hacer un esfuerzo coordinado para desarrollarla, debemos utilizar todos los acontecimientos de nuestra vida diaria para transformar nuestros pensamientos y nuestro comportamiento.
Traducido al español por Lorena Wong.