UNA VISIÓN HISTÓRICA DE TÍBET
El Gobierno Tibetano en exilio, liderado por Su Santidad el Dalai Lama, Jefe de Estado y Líder Espiritual en exilio de Tíbet, ha sostenido permanentemente que Tíbet ha estado bajo ocupación ilegal desde que China invadió el estado independiente en 1940/50. La República Popular China (RPC) insiste en que su relación con Tíbet es meramente un asunto interno, pues Tíbet es y ha sido parte integral de China durante siglos. El tema de la situación de Tíbet es esencialmente legal, si bien, de inmediata relevancia política.
La RPC no reclama derechos soberanos sobre Tíbet como resultado de su dominación y ocupación militar sobre Tíbet luego de su invasión armada en 1949/50. En realidad, la RPC difícilmente podría hacer ese reclamo, pues rechaza categóricamente como ilegales los reclamos por soberanía presentados por otros estados basados en la conquista, ocupación o imposición de tratados desiguales. En cambio, la RPC basa su reclamo sobre Tíbet meramente en la teoría de que éste fue parte integral de China hace 700 años.
Historia inicial:
Aunque la historia del estado tibetano comenzó en el año 127 a.C., con el establecimiento de la Dinastía Yarlung, el país, tal como sabemos, fue inicialmente unificado en el siglo 7 d.C., bajo la soberanía del Rey Songtsen Gampo y sus sucesores. Tíbet fue una de las potencias más fuertes de Asia durante los siguientes tres siglos, tal como confirman una inscripción en un pilar al pie del Palacio Potala en Lhasa y las historias chinas de la era Tang.
Tíbet y China llevaron a cabo un tratado de paz formal entre los años 821/823, el que demarcó las fronteras entre los dos países y aseguró que, “Los tibetanos han de ser felices en Tíbet y los chinos han de ser felices en China”.
Influencia mongol:
En el siglo 13, el imperio mongol de Genghis Khan se expandió hacia Europa en el oeste y China en el este, los líderes tibetanos de la poderosa escuela Sakya del Budismo Tibetano, llegó a un acuerdo con los gobernantes mongoles con el fin de evitar la conquita de Tíbet. Los lamas tibetanos prometieron bendiciones y enseñanzas religiosas a cambio de protección. La relación religiosa se volvió tan importante que cuando, décadas después, Kublai Khan conquistó China y estableció la Dinastía Yuan (1279 – 1368), invitó al Lama Sakya a ser el preceptor imperial (sic) y supremo pontífice de su imperio.
La relación que se desarrolló y continúa existiendo en el siglo 20 entre los mongoles y tibetanos es un reflejo de la cercana afinidad racial, cultural y especialmente religiosa entre los dos pueblos del Asia Central. El imperio mongol era un imperio mundial y cualquiera que fuese la relación entre sus gobernantes y los tibetanos, los mongoles nunca integraron la administración de Tíbet y China, o anexaron Tíbet a China de manera alguna. Tíbet rompió los lazos políticos con el emperador Yuan en 1350, antes de que China reobtuviera su independencia de los mongoles. Sólo hasta el siglo 18, Tíbet volvió a estar bajo cierta influencia extranjera.
Las relaciones con los pueblos de Manchuria, Gorkha y los vecinos británicos:
Tíbet desarrolló lazos con la Dinastía China Ming (1386 – 1644). Por otra parte, el Dalai Lama quien estableció su gobierno soberano en Tíbet con la ayuda de un benefactor mongol en 1642, sí desarrolló vínculos religiosos cercanos con los emperadores de Manchuria, quienes conquistaron China y establecieron la Dinastía Qing (1644 – 1911). El Dalai Lama estuvo de acuerdo con ser el guía espiritual del emperador manchu, y aceptó a cambio su protección. Esta relación “sacerdote – benefactor” (conocida en tibetano como Choe-Yoen), la que el Dalai Lama también sostuvo con algunos príncipes mongoles y nobles tibetanos, fue el único vínculo formal que existió entre los tibetanos y los manchues durante la Dianstía Qing. En sí, no afectó la independencia de Tíbet.
A nivel político, algunos poderosos emperadores manchúes tuvieron éxito en aplicar cierta influencia sobre Tíbet. De esta manera, entre 1720 y 1792, los emperadores Kangxi, Yong Zhen y Qianglong enviaron tropas imperiales a Tíbet en cuatro ocasiones para proteger al Dalai Lama y el pueblo tibetano de las invasiones extranjeras de los mongoles y gorkhas, o de los disturbios internos. Estas expediciones le proporcionaron al emperador medios para establecer su influencia en Tíbet. Él envió representantes a la capital tibetana, Lhasa, y algunos ejercieron exitosamente su influencia en su nombre, sobre el Gobierno de Tíbet; particularmente en lo que respecta al manejo de las relaciones exteriores. En la cumbre del poder manchú que duró por décadas, la situación no fue distinta a lo que puede existir entre una superpotencia y un estado satélite o protectorado y, por lo tanto, una que aunque polítcamente signficativa, no elimina la existencia independiente de un estado más débil. Tíbet jamás fue incorporado al Imperio Manchú, mucho menos a China, y continuó manejando ampliamente sus relaciones con los estados vecinos por sí solo.
La influencia manchú no duró mucho tiempo; fue totalmente inefectiva cuando los británicos invadieron brevemente Lhasa y realizaron un tratado bilateral con Tíbet, el Acuerdo de Lhasa, en 1904. A pesar de esta pérdida de influencia, el gobierno imperial en Beijing continuó reclamando alguna soberanía sobre Tíbet, particularmente con respecto a sus relaciones internacionales, autoridad que el gobierno imperial británico apodó “suzeranía” (protectorado) en sus tratos con Beijing y San Petersburgo, Ruisa. Los ejércitos imperiales chinos intentaron reobtener influencia verdadera en 1910 al invadir el país y ocupar Lhasa. Tras la revolución de 1911 en China y la derrota del imperio manchu, las tropas se rindieron al ejército tibetano y fueron repatriados según el acuerdo de paz sino-tibetano.
El Dalai Lama recuperó la total independencia de las tropas manchúes no está sujeta a mayor disputa. Cualesquiera hayan sido los vínculos entre el Dalai Lama y los emperadores manchúes de la Dinastía Qing, estos concluyeron con la caída del imperio y la dinastía. Desde 1911 a 1950, Tíbet evitó exitosamente la influencia extranjera indebida y se comportó en todo aspecto como un estado totalmente independiente.
Tíbet mantuvo relaciones diplomáticas con Nepal, Bután, Bretaña y luego con la India independiente. Las relaciones con china se mantuvieron.
Los chinos tuvieron una guerra fronteriza con Tíbet mientras instaban formalmente a Tíbet a “unirse” a la República China, proclamando al mundo que Tíbet era una de las cinco razas de China. En un esfuerzo por reducir las tensiones sino-tibetanas, los británicos convocaron una conferencia tripartita en Simla en 1913, donde los representantes de los tres estados se reunieron en igualdad de condiciones. Mientras el delegado británico se mantuvo como la contraparte china, Tíbet entró a la conferencia como una “nación independiente sin reconocer ninguna lealtad hacia China”. La conferencia no tuvo éxito, no resolvió las diferencias entre Tíbet y China. Sin embargo, fue significativa para la reafirmación de la amistad anglo-tibetana, concluyendo con acuerdos bilaterales fronterizos y comerciales. En una Declaración Conjunta, Gran Bretaña y Tíbet se unieron no para reconocer la suzeranía china u otros derechos especiales de Tíbet, a menos que China firmara el acuerdo de la Convención de Simla, que habría garantizado mayores fronteras de Tíbet, su integridad territorial y completa autonomía. Sin embargo, China nunca firmó el acuerdo, dejando los términos de la Declaración Conjunta en plena vigencia.
Tíbet manejó sus relaciones internacionales tratando principalmente con las misiones diplomáticas de Inglaterra, China, Nepal y Bután en Lhasa, pero también mediante delegaciones gubernamentales que viajaban al exterior. Cuando India se independizó, la misión británica en Lhasa fue reemplazada por una india. Durante la Segunda Guerra Mundial, Tíbet permaneció neutral a pesar de la combinada presión por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y China para permitir el paso de materias primas por Tíbet.
Tíbet jamás mantuvo relaciones internacionales extensivas, pero aquellos países con los que sí lo hizo, trataban a Tíbet como lo harían con cualquier estado soberano. Su nivel internacional no era distinto, digamos, al de Nepal. Entonces, cuando Nepal postuló a la membrecía en las Naciones Unidas en 1949, citó su tratado y relaciones diplomáticas con Tíbet para demostrar su completa personalidad internacional.
La invasión de Tíbet:
El momento decisivo en la historia de Tíbet surgió en 1949 cuando el Ejército de Liberación del Pueblo de la RPC cruzó por primera vez hacia Tíbet. Tras derrotar al pequeño ejército tibetano y ocupar mitad del país, el Gobierno Chino impuso el llamado “Acuerdo de 17 puntos para la liberación pacífica de Tíbet” sobre el Gobierno Tibetano en 1951. Puesto que fue firmado por coacción, el acuerdo careció de validéz bajo la ley internacional. La presencia de 40.000 tropas en Tíbet, la amenaza de una ocupación inmediata de Lhasa, y la perspectiva de la aniquilación total del estado tibetano dejaron a los tibetanos muy poca opción.
En la medida que la resistencia abierta a la ocupación china aumentaba, particularmente en el este de Tíbet, la represión china, que incluyó la destrucción de edificios religiosos y el encarcelamiento de monjes y otros líderes de la comunidad, creció de manera dramática. En 1959, los levantamientos populares culminaron en demsotraciones masivas en Lhasa. En el momento en que China aplastó el levantamiento, 87.000 tibetanos fueron asesinados en solo la región de Lhasa y el Dalai Lama debió escapar hacia India.
En 1963 el Dalai Lama promulgó una constitución para un Tíbet democrático. Esta ha sido implementada exitosamente por el Gobierno en exilio, en la medida posible.
Conclusión:
En el curso de la historia de 2000 años de Tibet, el país sólo llegó a un grado de influencia extranjera de breves períodos en los siglos 13 y 18. En la actualidad, pocos países independientes pueden proclamar un registro tan notable. Como remarcó el embajador de Irlanda en las Naciones Unidas durante los debates de la Asamblea General sobre el tema de Tíbet, “por miles de años o por un par de miles de años, de todos modos, (Tíbet) permaneció tan libre y con total control de sus propios asuntos, como cualquier nación en esta asamblea, y mil veces más libre para cuidar de sus propios asuntos que muchas naciones aquí presentes”.
Numerosos países hicieron declaraciones en el transcurso de los debates de las Naciones Unidas, los que reflejaban un reconocimiento similar de la situación independiente de Tíbet. Así, por ejemplo, el delegado de Filipinas declaró, “Está claro que en vísperas de la invasión en 1950, Tíbet no estaba bajo el control de ningún país foráneo”. El delegado de Tailandia le recordó a la Asamblea que la mayoría de los estados miembros, “rechazan el argumento de que Tíbet es parte de China”. Los Estado Unidos se unió a la mayoría de los miembros de las Naciones Unidas al condenar la agresión china y la invasión de Tíbet. En 1950, 1960 y 1961 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó resoluciones (1353 (XIV), 1723 (XVI) y 2079 (XX) condenando los abusos a los derechos humanos por parte de China en Tíbet y pidió a ese país que respete las libertades fundamentales del pueblo tibetano, incluyendo el derecho de auto-determinación.
Desde un punto de vista legal, Tíbet no ha perdido hasta hoy su calidad de estado. Es un estado independiente bajo ocupación ilegal. Tanto la invasión militar china como la contínua ocupación por parte del Ejército de Liberación Popular no han transferido la soberanía de Tíbet a China. Como indicado anteriormente, el Gobierno Chino no ha proclamado el haber adquirido soberanía sobre Tíbet mediante la conquista. En realidad, China reconoce que el uso o amenaza de la fuerza (fuerza de las excepcionales circunstancias previstas en la Carta de las Naciones Unidas), la imposición de un tratado desigual y la contínua ocupación ilegal de un país, nunca podrán garantizar a un invasor el título legal del territorio. Sus reclamos se basan meramente sobre la alegada sujeción de Tíbet a unos pocos de los gobernantes extranjeros más fuertes de China en los siglos 13 y 18.
¿Cómo puede China – uno de los más ardientes oponentes del imperialismo y colonialismo – defender su contínua presencia en Tíbet, en contra de los deseos del pueblo tibetano, citando el imperialismo mongol y manchú, y sus propias políticas coloniales como justificación?