China ha invertido fuertemente en proyectarse como pro-budista, en un movimiento calculado para expandir su Iniciativa de Cinturón y Carretera multimillonaria.
VICE News | 22 de marzo de 2019
Sesenta años después de que China aplastó brutalmente el levantamiento tibetano contra el Partido Comunista, aún sigue gobernando con puño de hierro, lo que convierte al Tíbet en una de las regiones menos libres del mundo. Pero incluso mientras continúan oprimiendo a los budistas tibetanos, los líderes chinos están aprovechando estratégicamente el budismo en su búsqueda por dominar el comercio global.
Los tibetanos se reunieron esta semana para conmemorar el 60 aniversario del fallido levantamiento, protestando por la continua ocupación de sus tierras y las restricciones a su libertad: decenas de miles de funcionarios comunistas supervisan los monasterios budistas y las aldeas, la gente se ve obligada a reemplazar las imágenes del Dalai Lama con fotos de líderes del partido, y China presume de la capital del Tíbet como su ciudad “más segura”.
“Uno de los requisitos principales para los monjes y las monjas es que deben ser leales al Partido Comunista antes de ser leales a su fe”, dijo a VICE News Bhuchung Tsering, vicepresidente de la Campaña Internacional por el Tíbet. “Todo está siendo dictado por el partido comunista chino”.
Sin embargo, China ha invertido fuertemente en proyectarse como pro budista, por razones calculadas. Los budistas conforman una gran población en los países que China quiere conectar a su Iniciativa Belt and Road, un proyecto de miles de millones de dólares para dominar el comercio mundial.
Tomemos, por ejemplo, Myanmar. En la última década, China ha trabajado activamente para mejorar las relaciones religiosas con su vecino del sur, que es 88 % budista. En ese mismo período de tiempo, gastó 2.5 mil millones de dólares en construir oleoductos y gasoductos y ahora está negociando acuerdos portuarios y de represas por miles de millones de dólares.
“El uso de la diplomacia budista por parte de China es significativo porque varios de estos países están preocupados por este poder gigante, sobre si todos los préstamos que están tomando de China los llevarán a una trampa de la deuda”, dijo a VICE la Dra. Sudha Ramachandran, analista del sur de Asia.
El último caso de la “diplomacia de la trampa de la deuda” de China es Sri Lanka.
Después de que los chinos ayudaron a la mayoría budista del país a ganar una guerra civil que duró décadas, el presidente de Sri Lanka le dio a China un acuerdo portuario de mil millones de dólares en su ciudad natal. Ocho años después de que se firmó el acuerdo, Sri Lanka no pudo pagar sus préstamos y entregó el puerto de Hambantota a China durante 99 años como reembolso.
“En todos estos países, uno halla que el público siente que, ‘Bueno, si queremos una mejor infraestructura, solo los chinos están dispuestos a otorgar préstamos”, dijo Ramachandran a VICE News. “Sí, hay una preocupación, pero no hay otra alternativa”.-