Los Ángeles Times | 13 de noviembre de 2017
Cuando el Presidente de los Estados Unidos dice “América primero”, está haciendo felices a sus votantes. Puedo entender eso. Pero desde una perspectiva global, esta afirmación no es relevante. Todo está interconectado hoy.
La nueva realidad es que todos son interdependientes con todos los demás. Los Estados Unidos es una nación líder del mundo libre. Por este motivo, pido a su presidente que piense más sobre temas de nivel global. No hay fronteras nacionales para la protección del clima o la economía global. No hay límites religiosos, tampoco. Ha llegado el momento de comprender que somos los mismos seres humanos en este planeta. Nos guste o no, debemos convivir.
La Historia nos dice que cuando las personas persiguen solo sus propios intereses nacionales, hay conflicto y guerra. Esto es miope y estrecho de miras. También es poco realista y anticuado. Vivir juntos como hermanos y hermanas es el único camino hacia la paz, la compasión, la atención plena y más justicia.
Ha llegado el momento de comprender que somos los mismos seres humanos en este planeta. Nos guste o no, debemos convivir.
La religión puede, hasta cierto punto, ayudar a superar la división. Pero la religión sola no será suficiente. La ética laica global es ahora más importante que las religiones clásicas. Necesitamos una ética global que pueda aceptar tanto a los creyentes como a los no creyentes, incluidos los ateos.
Mi deseo es que, un día, la educación formal preste atención a la educación del corazón, enseñando el amor, la compasión, la justicia, el perdón, la atención plena, la tolerancia y la paz. Esta educación es necesaria, desde el jardín de infantes hasta las escuelas secundarias y universidades. Me refiero al aprendizaje social, emocional y ético. Necesitamos una iniciativa mundial para educar el corazón y la mente en esta era moderna.
En la actualidad, nuestros sistemas educativos están orientados principalmente hacia los valores materiales y la formación de la comprensión. Pero la realidad nos enseña que no llegamos a razonar solo a través de la comprensión. Debemos poner mayor énfasis en los valores fundamentales.
La intolerancia conduce al odio y la división. Nuestros hijos deben crecer con la idea de que el diálogo, no la violencia, es la mejor y más práctica manera de resolver conflictos. Las jóvenes generaciones tienen la gran responsabilidad de garantizar que el mundo se convierta en un lugar más pacífico para todos. Pero esto puede hacerse realidad solo si educamos, no solo el cerebro, sino también el corazón. Los sistemas educativos del futuro deberían poner mayor énfasis en el fortalecimiento de las capacidades humanas, como el buen corazón, el sentido de unidad, la humanidad y el amor.
Veo cada vez con mayor claridad que nuestro bienestar espiritual no depende de la religión, sino de nuestra naturaleza humana innata, nuestra afinidad natural por la bondad, la compasión y el cuidado de los demás. Independientemente de si pertenecemos a una religión, todos tenemos una fuente fundamental y profundamente humana de ética dentro de nosotros mismos. Necesitamos alimentar esa base ética compartida.
La ética, a diferencia de la religión, está basada en la naturaleza humana. A través de la ética, podemos trabajar en la preservación de la creación. La empatía es la base de la convivencia humana. Creo que el desarrollo humano se basa en la cooperación, no en la competencia. La ciencia nos dice esto.
Debemos aprender que la humanidad es una gran familia. Todos somos hermanos y hermanas: física, mental y emocionalmente. Pero aún nos estamos enfocando demasiado en nuestras diferencias en lugar de nuestros puntos en común. Después de todo, cada uno de nosotros nace de la misma manera y muere de la misma manera.-
El 14º Dalai Lama, Tenzin Gyatso, es el líder espiritual del Tíbet y Premio Nobel de la Paz. Escribió este artículo de opinión con Franz Alt, periodista de televisión y exitoso escritor. Esta pieza está adaptada de su nuevo libro, “Un llamado al mundo: El camino a la paz en un momento de división”.