Por Hanna Beech | Beijing | 29 de julio de 2016
Muchos de los millones de turistas chinos no tienen conocimiento de la insatisfacción que ha infectado las regiones tibetanas
Esta semana, Tungri Dukmokyi acompañó un grupo de chinos mientras respiraban en el aire cristalino de la meseta tibetana. Guiados por su maestra tibetana, los miembros de la mayoría étnica han encendieron lámparas de mantequilla de yak en los monasterios tibetanos y practicaron frases en tibetano que ella les había enseñado en Beijing. “Muchas personas han quieren aprender sobre el Tíbet porque se han dado cuenta que hacer dinero no compra la felicidad,” dice Dukmokyi, quien dirige el Duk Mo Tibetan Training Center, en la capital china. “Nosotros podemos darles paz interior.”
El atractivo del Tíbet como un retiro místico del materialismo actual apela no sólo a los buscadores de Occidente sino a los chinos estresados también. Más de 20 millones de chinos pasaron las vacaciones en la Región Autónoma Tibetana (TAR, por sus siglas en inglés) el año pasado, aprovechando el boom de la infraestructura que ha entrecruzado las áreas remotas con nuevas rutas y vías férreas. Como parte del florecimiento espiritual de China, otros han hecho peregrinaciones a los monasterios tibetanos para estudiar con Lamas, quienes poseen cientos de miles de seguidores en las redes sociales chinas. “Quiero que la cultura tibetana,” dice Dukmokyi, “lleve felicidad a la gente.”
Sin embargo, muchos turistas chinos no tienen conocimiento de la insatisfacción que ha infectado a las regiones tibetanas, particularmente previo a las protestas mortales de 2008. Educados en la narrativa del gobierno que aclama el papel de la República Popular en la transformación de un estado feudal en una meca turística, los turistas chinos están protegidos de las noticias de que más de 140 tibetanos se han prendido fuego para protestar contra el gobierno chino y pedir por el retorno del Dalai Lama, el líder espiritual tibetano exilado.
Incluso mientras la economía de la TAR se ha expandido -10.6% en la primera mitad de 2016, la más rápida de toda China, según las cifras del gobierno- también lo han hecho las restricciones sobre el culto y la cultura locales. Hasta los tibetanos exitosos no están inmunes. El mes pasado, el director de cine Pema Tseden, quien fue jurado en el festival de cine de Shanghai y no una figura política, fue hospitalizado después que una detención policial lo dejó con serias heridas. Las autoridades sostuvieron que él había perturbado el orden social en el aeropuerto de la capital de Qinghai, una provincia del noroeste con una gran población tibetana. Los partidarios de Tseden, tanto han como tibetanos, estaban escépticos y se preguntaban si su dura experiencia era simplemente el resultado de su etnia. “No importa lo que pasó, nunca lo vi enojado o emotivo o discutidor con otras personas,” dice un amigo han, productor cinematográfico. “Este tema es muy sensible.”
En los últimos días, grupos de exilados tibetanos han denunciado lo que ellos dicen es la actual destrucción de uno de los centros más grandes de aprendizaje del budismo. Localizado en el condado de Sertar, una parte étnicamente tibetana de la provincia de Sichuan, Larung Gar ha recibido estudiantes tibetanos y han en un laberinto de cabañas enclavadas en las laderas de la montaña. Funcionarios locales citados en la prensa estatal dijeron que el trabajo de demolición de la academia, que comenzó el 21 de julio, fue simplemente un proyecto de renovación diseñado para aliviar la superpoblación de la comunidad, en riesgo de ser arrasada por el fuego. Larung Gar se limpió una vez antes en 2001 pero su popularidad ha aumentado desde entonces.
Grupos tibetanos del extranjero, sin embargo, responden que miles de monjes y monjas serán forzados a dejar Larung Gar bajo la excusa de una campaña de registro. “La demolición en Larung Gar claramente no tiene nada que ver con la superpoblación,” dijo Eleanor Byrne-Rosengren, directora de Free Tibet de Londres, en un comunicado. “Es sólo otra táctica en el intento de China de socavar la influencia del budismo en el Tíbet.”
Cualquiera sea la verdad, las noticias sobre las demoliciones se han difundido en los chats en línea domésticos dedicados al trekking y a aventuras espirituales. “Sertar está siendo demolido actualmente por razones que no serán discutidas,” decía un aviso en las redes sociales de un club al aire libre de la ciudad sudoccidental de Chengdu. “Se suponía que sería restaurado a principios de agosto a su estilo original pero eso no es del todo realista. Mientras el área esté todavía llena de color, por favor, vaya y eche un último vistazo.”
Por su parte, Dukmokyi dijo que ella no sabe nada sobre la situación en Larung Gar. En efecto, ella se mantiene al margen de los temas sensibles. “Tengo dos reglas para mis clases,” dice. “Una es que nos centramos sólo en la cultura tibetana y la otra es que no hablamos sobre política.” El interés han en el idioma tibetano es un fenómeno reciente, dice Dukmokyi. La hija de granjeros de Ngaba, una de las regiones más intranquilas de la meseta tibetana, confía en que un texto tibetano-inglés la ayude con sus lecciones. (En las universidades chinas, las clases de idioma tibetano están reservadas para los estudiantes nativos, no para aquellos que quieren aprender un idioma extranjero).
Los estudiantes de Dukmokyi se encuentran en su casa de Beijing, amoblada vivamente, decorada con alfombras y mandalas tibetanos. A diferencia de muchas residencias privadas tibetanas, no hay fotos del Dalai Lama en su sala de estar, quien es vilipendiado por Beijing. Pero incluso Dukmokyi admite que el turismo, aunque ha beneficiado mucho la economía local, ha cambiado su nativa Ngaba. Algunos inescrupulosos guías han se ponen vestimentas tibetanas y venden falsas baratijas. “Antes, mi hogar estaba cubierto de praderas y flores,” dice. “Pero ahora, todo está pavimentado de cemento.”