South China Morning Post (Sunday Magazine) | Martes 12 de mayo de 2016
El doctor estadounidense y monje budista, profesor visitante de la Universidad de Hong Kong, le cuenta a Kate Whitehead sobre la pérdida de su esposa, el encuentro de la fe y cómo llegó a ser el médico personal del Dalai Lama
A las puertas de la muerte – Crecí en el sur de California y en verano, los días eran largos y luego de la cena, todos solíamos salir, un montón de chicos del vecindario a jugar deportes en la calle. Yo tenía un hermano y una hermana menores. Mi padre era maestro de primaria y mi mamá trabajaba en un hospital psiquiátrico y se convirtió en una terapeuta vocacional. Ella era una mujer amable, brillante y sorprendente. Yo era un niño activo, siempre jugando. Un día llegué a casa con un severo dolor de cabeza. Fui al hospital y resultó que tenía un absceso en el cerebro y quedé en coma, y casi muero. Estuve en el hospital un par de meses. Parte del absceso hizo que el hueso de mi área frontal superior izquierda estuviera en mal estado, por lo que ellos tuvieron que quitar el hueso. Durante algunos años, usé un casco mientras esperábamos que los huesos crecieran y entonces, cuando tenía 13 años, el neurocirujano decidió ponerme un disco de plástico. Yo estaba encariñado por el cirujano, quería ser como él.
Propósito Dual – He tenido estos dos hilos corriendo a través de mi vida, la filosofía y la medicina. Cuando era muy joven, las preguntas, ¿quién soy? ¿qué estoy haciendo aquí?, me acosaban todo el tiempo. Estuve en un club de filosofía cuando tenía alrededor de 14 y cuando tenía 15, llegaron a mí dos libros sobre budismo zen y me sentí muy tocado por ellos, uno de D.T Suzuki y el otro de Alan Watts. Me especialicé en Filosofía en la Universidad de California, en Berkeley. Luego de eso no estaba seguro de seguir como académico en Filosofía o no. Siempre fui un rebelde y un hippie, tenía el pelo largo y barba, por eso cuando decidí anotarme en la escuela de Medicina, sabía que no iba a ser fácil.
Una pareja perfecta – Conocí a la mujer que se convertiría en mi esposa cuando éramos niños. Una vez al año, nuestras familias se juntaban para celebrar las fiestas. Jugábamos un poco juntos, pero no mucho. Cuando era un estudiante, mi mamá me dijo que ella estaba en Berkeley. Ella dijo “ella es bastante hip, está en el movimiento antibélico.” Pensé que mi mamá estaba tratando de juntarnos; le gustaba ella y la familia. Para nuestra primera cita se suponía que veríamos Diez Días que Conmovieron al Mundo, pero no la daban y terminamos viendo La Fierecilla Domada de Shakespeare. Berkeley era genial y explosiva, el movimiento antibélico avanzaba y solíamos ir a veces a Santa Cruz por el fin de semana, sólo para tener un poco de paz y calma. Nos casamos tres días antes de que comenzara la escuela de medicina. Tuvimos tres días de luna de miel –fue simplemente divina, nada es nunca suficientemente largo- y luego Judy se fue a la escuela de leyes. No nos vimos realmente por tres años porque estábamos muy ocupados. Son tres años de escuela de leyes y cuatro de la de medicina.
Perdiéndome – Comencé la práctica privada en California y unos meses más tarde le diagnosticaron a Judy un cáncer de ovarios. Los doctores dicen que no se puede tratar a tu propia familia. Pienso que es sabio; no fui su doctor, fui su enfermero, dándole inyecciones y la medicación, así podíamos pasar más tiempo en casa. Nos volvimos increíblemente cercanos en ese tiempo, algunas sentía que literalmente éramos una sola persona. Sabíamos que no teníamos mucho tiempo… el cáncer hizo su camino desde el abdomen hasta el pecho y el corazón. Ella no podía respirar, no podía hablar, pero estaba lúcida y les escribió notas a las personas. Y luego cayó en coma y murió, y entonces mi vida se desmoronó. Habíamos estado 11 años casados, 14 años juntos. Los días que a menudo podía pasar con mis amigos, me ocupaban un poco, pero el momento más duro era ir a la cama solo. Por dos o tres años fui muy insensato. Estuve cerca de morir haciendo kayak en el bosque nacional Quinault… y hubo otros momentos, de buceo y ciclismo de montaña, en los que no recuerdo ser activamente suicida, pero no me importaba.
Asia Llamando – En 1984, seis meses después que Judy murió, me fui a la India, Sri Lanka y Nepal por ocho meses. Estaba tratando de reconciliarme con todo. Volví y por cerca de un año, traté de continuar con mi práctica, pero era duro estar en los mismos lugares y situaciones sociales, entonces tomé un trabajo en la Universidad de Washington, como profesor en medicina de familia. Estaba practicando budismo y quería ir más profundo. En 1989, tomé una licencia de seis meses y fui a India con uno de mis maestros, un yogui. Trabajé en el Instituto Médico Tibetano, en Dharamsala, donde ellos capacitan sus doctores, tienen una farmacia y hacen medicinas herbales, y una clínica donde ven a sus pacientes.
Pecados y Agujas – Un año después que me mudé a India, me convertí en el doctor del Dalai Lama. Él estaba planeando viajar a una conferencia medioambiental en Río de Janeiro y la oficina se enteró que había una epidemia de cólera. Él me llamó y me preguntó si debía ir. Le dije que mientras fuera cuidadoso con la comida y el agua y tuviera la vacuna, pensé que estaba bien, si era importante. Estaba realmente nervioso cuando le di la inyección porque pensé que estaba violando el cuerpo de un Buda poniéndole una aguja en su brazo. Luego, él me llevó a una sala contigua, en la que estaba haciendo un retiro. Sobre la mesa estaba el mandala de su retiro y él me tomó de la mano y lentamente caminamos alrededor de la mesa. Había algunas estanterías de vidrio y él señaló que las pequeñas estatuas que salieron del Tíbet, tenían mil años de antigüedad o más y me contó la historia de ellos mientras caminábamos alrededor del mandala. Entonces tomó dos piedras semipreciosas del mandala y me las dio, un pequeño cristal y una turquesa, que llevo alrededor de mi cuello todo el tiempo.
Una ordenación no común – Años más tarde, hice un retiro en el sur de Francia. Afeitamos nuestras cabezas, hombres y mujeres, y nos vestimos con hábitos de monjes y monjas y tomamos algunos votos. Cuando volví a Dharamsala, fui hasta el Dalai Lama y le pedí que me ordenara. Me dio algunas cosas para hacer y un año más tarde, volví y él se rio con una carcajada y dijo, “sí, te ordenaré.” Normalmente él ordena un grupo grande, 100 o más personas, pero en mi caso fue sólo a mí. Me dio los votos de novicio y entonces se me ofreció un desayuno. Normalmente esperas unos años antes de tomar los votos completos, pero cuando me estaba yendo, su maestro de ritual volvió a llamarme. Volví y él me concedió los votos completos. Tomó un par de horas. Había un grupo de 12 altos monjes y Lamas que estaban junto al Dalai Lama que es el principal y algunos otros eran mis maestros. Hubo un momento en el que nos tomamos de las manos y estábamos parados tan cerca que pude oler el aliento a tsampa de Su Santidad.
El conocimiento es poder – El Dalai Lama tiene un pequeño equipo de doctores occidentales y doctores en medicina tibetana, y luego tenemos lugares en el mundo a los que va para atenderse. Cuando estás cerca de él, te sientes feliz, no excitado y con una alegría profunda y estable. Tú práctica y tu meditación son mejores. Sólo sientes una profunda sensación de total bienestar. Él es muy calmo, muy activo, está muy alerta. Algunas veces él parece duro; es todo amor y compasión dentro. Tiene un increíble sentido del humor, él intercala bromas, y ríe con ganas. Su Instituto Mente y Vida ha estado reuniendo a grandes científicos en el campo de la cosmología, física cuántica, neurociencia y psicología, durante 30 años; durante 30 años ellos han estado dialogando, algunas veces cada año, y no es raro que la mandíbula de un científico caiga mientras él pregunta ¿cómo lo sabes? Él sólo junta las cosas como un maestro de ajedrez, sabiendo las siete movidas que siguen.
Compañeros de dormitorio – Tengo una habitación en el complejo de Dharamsala. Es un viejo conjunto de edificios, construidos probablemente en la década del sesenta por el gobierno indio. Un puñado de nosotros duerme allí y hay oficinas. Fui docente durante muchos años en el Instituto Mente y Vida, ahora me considero un compañero. No obtengo salario alguno de ellos, soy más un consultante y un consejero. He estado trabajando por 27 años como un doctor de caridad. Obtengo cero salario. Vivir en India es muy barato. Enseño en Japón, Hong Kong, Estados Unidos, Rusia y Mongolia; en el 95% de los lugares que enseño me pagan por mis gastos, un vuelo económico, un simple pero limpio hotel y comida. Enseño medicina, meditación y una sana autoconfianza, como entrenarte a ti mismo para no menospreciar a nadie.-
Barry Kerzin es un profesor visitante de la Universidad de Hong Kong