International Campaign for Tibet | 4 de abril de 2016
El popular bloguero e intelectual tibetano, Druklo, mejor conocido por su pseudónimo, Shokjang, ha escrito una elocuente y sorprendente carta desde su lugar de detención, apelando por los tres años de sentencia a prisión. La carta, que ha sido traducida completa al inglés después que circulara en las redes sociales chinas, estaba manuscrita en tibetano y dirigida al Tribunal Popular Supremo de Qinghai.
Hubo una consternación generalizada cuando Shokjang fue detenido por la policía de seguridad el 19 de marzo del año pasado, y sentenciado a tres años de prisión, con numerosos usuarios de las redes expresando su tristeza, y la inocencia de Shokjang. Intelectual, escritor y bloguero, Shokjang es conocido por sus artículos reflexivos y que hacen pensar sobre temas de preocupación actual tales como la política étnica y el asentamiento de los nómades.
Su carta a las autoridades, data del pasado 24 de febrero, aunque recién ha llegado a los tibetanos exilados, incluido el ex prisionero político tibetano, Golog Jigme, quien ahora vive en Suiza, y quien conoció a Shokjang en el Tíbet. Según las fuentes, Shokjang todavía sigue detenido en Rebkong, Qinghai, donde fuera arrestado y todavía no ha sido transferido a la prisión.
El texto, precisamente redactado, de la carta de Shokjang, transmite tanto lo absurdo de los cargos contra él como revela un sentimiento de compañerismo con otros chinos y tibetanos que pasan por experiencias similares. Él escribe: “China es un extenso país, con 56 nacionalidades diferentes, y los tibetanos son una de las minorías más grandes. Soy un ciudadano chino, y un intelectual tibetano, tengo que estar preocupado por la preciosa vida de los de mi propia sangre. Si hacer eso es ‘instigar al separatismo’ no hay nada más ridículo. Yo podría gozosa y voluntariamente cumplir mi condena, pero no quiero ser una persona que no tome en consideración la vida de sus hermanos y hermanas. Haría lo mismo por nuestros hermanos y hermanas chinos.”
La carta abierta de Shokjang detalla por primera vez los elementos del caso contra él, el que dice que el Tribunal Popular de Malho, de Qinghai, describe como ‘incitar a la escisión de la nación’. En su carta, Shokjang hace un matizado y sofisticado análisis en contra de caracterizar a sus escritos como ‘separatistas’: “Si uno habla sobre instigar al separatismo, no he escrito ni siquiera una palabra sobre separatismo, mucho menos lo he instigado. Si escribo sobre un incidente en el que he sufrido un daño, y eso se convierte en una infundada acusación contra mí, y escribo una apelación a la Corte sobre el incidente, eso no me hace un separatista. Impotente objeto de un castigo que provoca escalofríos cuanto más se piensa sobre eso, pido al Tribunal Popular Supremo que busque la verdad objetiva.”
En su preciso y razonado argumento, Shokjang señala que su derecho a la expresión escrita está consagrado y protegido por la Constitución China, y escribe que si él es un “separatista” entonces lo son, potencialmente, los turistas chinos y tibetanos que publican observaciones sobre sus experiencias en el Tíbet en las redes sociales: “Si tales situaciones en la esfera cultural se vuelven temas políticos serios, temas de separatismo nacional, ¿hace eso que los visitantes de ambas nacionalidades que suben fotos y otras observaciones sobre la situación en el monasterio de Kumbum en Internet sean separatistas? Por esta lógica, solamente una minoría del público en general puede no ser considerada como separatista o instigadora de separatismo.”
Shokjang también transmitió el enfoque pacífico de los tibetanos de su situación, subrayando que la razón por la que él reprodujo una sección de un libro sobre las protestas de 2008, de otro tibetano de nombre Tagyal (pseudónimo: Shokdung), fue porque, “no quiero ver más ese trágico derramamiento de sangre. Nunca lucharé para asegurar mi propia felicidad a costo de derramar la sangre de otros.”
La dura opresión en Tíbet y el énfasis en el desarraigo del “separatismo” ha creado un ambiente político más peligroso para los tibetanos, al expresar sus opiniones. Como resultado una nueva generación de tibetanos está pagando un alto precio con sus vidas, por la pacífica expresión de sus opiniones en un clima político en el que casi toda expresión de identidad o cultura tibetana no directamente sancionada por el Estado, no importa cuán suave sea, puede ser caracterizada por las autoridades como “separatista” y por ello “criminal.”