The Hindustan Times | por Thubten Samphel |2 de abril de 2016
Isabel Losada es una escritora en busca de una causa. La encuentra en el Tíbet, “la causa perdida más grande del planeta,” según algunos. Al encontrar al Tíbet, les da un indicio a los lectores de que ella encuentra algo de sí misma.
El mundo que Losada sondea desde su calle de Londres está en agitación. Oriente Medio está resquebrajándose y se derrama en Europa, avivando viejos temores de raza y religión. La guerra contra el terror está rugiendo, esparciendo llamas de airada revancha en las calles de Europa y América. El terrorismo y la guerra contra el terrorismo están meciendo de mal modo el bote del tenue orden mundial.
En tal mundo, Losada pregunta, “¿Qué podemos hacer tú y yo en la guerra contra el terrorismo” Te diré: podemos observar que el terror no es el camino por el que queremos ir. Entonces preguntemos, ‘¿quién es el líder mundial que propone la no violencia?’ la mayoría de las personas, cuando se le pregunta esto dice, ‘el Dalai Lama’. Él pide por lo que quiere para los tibetanos pero insiste en la no violencia. Él es el hombre para mí.”
“¿Por qué el mundo está enfrentando al terror con el terror y sin embargo no apoya a un hombre que ha hablado de no violencia por cincuenta años? ¿Por qué ignoramos la voz más sensata del planeta? Y ¿puede una loca e insensata mujer que vive en Battersea Park Road en Londres hacer algo sobre esto?”
Habiendo encontrado su causa y enmarcado la misma en forma de pregunta, primero el lector sospecha que ella quiere hacer un acto de Lawrence de Arabia. Pero la autora dibuja en la más antigua y mejor sabiduría europea para actuar en nombre del Tíbet. Ella se vuelve nuestro moderno Don Quijote, inclinando su lanza contra los molinos de viento del poder económico, los estrechos intereses nacionales y los inamovibles prejuicios. Esta increíble mujer blanca, en brillante armadura de caballero pretende cambiar el mundo para deshacer la gran injusticia y enmendar el poderoso error con respecto al Tíbet. El mundo debe ser reordenado en el nombre de la justicia y la verdad. Un gran reordenamiento es devolver el Tíbet a los tibetanos, según Losada.
Como el leal Sancho Panza, nosotros, los lectores, la seguimos en sus aventuras en todo el mundo. Su aventura comienza en las calles de Londres donde una pequeña pero ruidosa manifestación estalla con el grito de consignas y la bandera tibetana ondeando ante la embajada china. Losada escribe. “Di un vistazo a la embajada. El poder de China era indiferente. Los ojos cerrados de los de las ventanas no pestañearon.”
Si el enojo individual contra China en las calles de Londres no era suficiente, ¿qué sobre mostrarlo en la propia Lhasa? ¿Sería ese el truco? ¿Enervaría a China? Difícilmente, como la autora, descubre. De hecho, la experiencia la enervó a ella. Losada cuenta, “viramos hacia la sala del Trono del Dalai Lama. Esta es la sala donde los invitados oficiales han sido recibidos durante generaciones. Una gran foto del XIII Dalai Lama estaba en lo alto de la pared. Una foto a tono del actual Dalai Lama era notoria por su ausencia. Y de hecho él estaba. Estaban todas las propiedades robadas. No les pertenecía a ellos y comencé a ponerme furiosa ante tal injusticia… yo era una turista más viendo lo que el gobierno quería que viera.”
Entonces caminé hacia la azotea y súbitamente fui transportada otra vez a otro tiempo y lugar; los techos estaban intocados, las montañas estaban todavía allí, el aire era frío y el cielo era azul como siempre lo ha sido. Esta era la confusión, rabia en un minuto y regocijo al siguiente. Era increíblemente hermoso y no pude salir de allí pronto.”
De vuelta en Dharamsala y con una audiencia con el Dalai Lama, algo se disparó en ella. Losada escribe, “no soy alguien dado a describir el ‘campo de energía’ de las personas. No veo auras. No soy psíquica. Pero hay una energía que incluso yo puedo sentir. El hombre es enorme. Físicamente veo un anciano tibetano… él no es particularmente alto y su rostro es como el que todos hemos visto en millones de fotos, sonriente. Ninguna sorpresa allí. Y él es cálido y modesto, tal como había esperado. Pero esta energía… ¿qué es esto? Me encontré perdida.”
Al final Losada no ha cambiado el mundo. Pero ella es capaz de contar que es lo que está mal en el mundo con humor y su amor por el Tíbet. Y su palabra ha ido a todo el mundo.-