The Washington Post | Por Emily Rauhala | 14 de diciembre de 2015
Tongren, China – Dos fotografías adornan las paredes del hogar de un granjero tibetano. En el patio, fijado con tachuelas de plata: Xi Jinping, sonriendo. Dentro, a la luz de una vela de mantequilla de yak: el Dalai Lama en hábitos de monje.
Aquí, en una región llamada Qinghai en chino y Amdo en tibetano, en una ciudad conocida como Tongren o Rebkong, dependiendo de a quién se le pregunte, las cosas existen en pares desparejos: dos retratos. Dos idiomas. Una cara pública y un corazón privado.
Incluso eso, parece, no es suficiente.
Las autoridades locales emitieron este año una notificación de 20 puntos, que alcanza cada vez más la vida de los tibetanos aquí, en la que ha sido por mucho tiempo una cuna de la cultura tibetana, un próspero monasterio-ciudad donde la gente hablaba orgullosamente su lengua natal y promocionaba a los artistas que pintaban thangkas.
El hombre a quien muchos tibetanos aman como a su padre, el Dalai Lama, nació no lejos de aquí. Después de un levantamiento fracasado contra China, él huyó a través de las montañas hacia India en 1959 y no se le ha permitido regresar.
En su Amdo natal, y en toda la meseta tibetana, su ausencia es una fuente de angustia. Muchos, como el granjero, conservan una foto enmarcada, en sus habitaciones privadas, o meten una foto tamaño pasaporte entre los pliegues de sus ropas. Ellos oran por él.
Pero las nuevas reglas de las autoridades chinas, nostálgicas de las restricciones de la Región Autónoma Tibetana del Oeste, tratan estos actos diarios de fe como potenciales crímenes contra el Estado. Ustedes no rezarán por el Dalai Lama en un festival religioso, dice la notificación. Ni llevarán su foto en público.
Según las directivas, los pedidos tibetanos por “protección de su lengua materna,” “comida segura,” “alfabetización,” o “protección de la vida silvestre” son meramente “pretextos” para el separatismo, y por lo tanto una amenaza para la “estabilidad social”, una palabra de moda del Partido Comunista que presagia represión política.
Ahora, mientras la escarcha se asienta en las montañas y los granjeros toman una licencia temporaria de la tierra, los funcionarios locales se están aprontando para lo que algunos eufemísticamente llaman “temporada de mantenimiento de la estabilidad.” Ellos creen que controles más estrechos mantendrán la paz, durante los agitados meses del invierno.
Los tibetanos en el exilio, grupos de derechos humanos y académicos argumentan que las políticas cada vez más agresivas alimentan los disturbios. Ellos temen que lo que está sucediendo en Rebkong pueda marcar un cambio hacia el tipo de seguridad que ha sofocado otras áreas tibetanas, especialmente Lhasa.
“Esta noción de gestión de política de seguridad –estabilidad primero, como ellos dicen- se está difundiendo desde el Tíbet central a las áreas tibetanas orientales,” dijo Robert Barnett, director del Programa de Estudios Tibetanos Modernos de la Universidad de Columbia. “Estos días, todo es el mantenimiento de estabilidad, es el gran tema de la vida tibetana.”
En Rebkong, la vida es muy incierta.
Ubicada entre bajas colinas en el lejano borde oriental de la meseta tibetana, Rebkong es conocida como el lugar de nacimiento de varios escritores importantes y hogar del monasterio Rongwo, de varios siglos de antigüedad.
El monasterio ha sido por mucho tiempo el centro de la ciudad, pero eso está cambiando rápido. En un boom de la construcción que se intensificó después de los disturbios de 2008 en Lhasa, el gobierno ha expandido o renovado muchos espacios públicos, decorando la Plaza Dolma, en la puerta del monasterio.
Los fondos del Estado, incluido un patrocinio muy publicitado para la ciudad costera de Tianjin, han alimentado desde entonces la construcción de una segunda plaza en la otra parte de la ciudad, así como nuevas carreteras y rascacielos a medio construir, adecuados para los migrantes del Este.
La prensa de China respaldada por el Estado, cita este tipo de logros en infraestructura como prueba del compromiso del gobierno de “liberar” el Tíbet.
“Ellos están tratando de construir su imagen de salvadores, de benefactores de los tibetanos,” dijo Woeser, una escritora y poeta tibetana, quien generalmente usa un solo nombre.
Pero mientras por “cortesía de Tianjin” los camiones de basura ruedan por las calles recién pavimentadas, hay preguntas sobre qué se ha ganado y qué se ha perdido en el rápido desarrollo dirigido por el Estado.
“Toda la construcción, todos los caminos, la mayoría de los beneficios van para los inmigrantes,” dijo Yangdon Dhondup, una investigadora adjunta de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. “Por supuesto, las calles están mejor, pero la mayoría de los tibetanos no están haciendo el gran dinero.”
“Creo que Rebkong seguirá el mismo camino que Lhasa,” dijo ella. “Merced a la inmigración, se verá pronto como cualquier otra ciudad china, y ese es el objetivo: diluir la identidad tibetana tanto como sea posible.”
Ese miedo está tornando las vastas plazas públicas de la ciudad y los tranquilos caminos en sitios de resistencia.
En el 2010, varios miles de estudiantes tomaron las calles para protestar contra los planes de cambio de la lengua de instrucción, del tibetano al chino. Su eslogan: “Igualdad de personas, libertad de lenguaje.”
El área de Rebkong ha visto también varias autoinmolaciones, parte de una ola de feroces protestas que han tomado más de 140 vidas. A principios del invierno de 2012, seis personas se prendieron fuego en un solo mes, lo que llevó a la policía a poner vehículos SWAT y extinguidores de fuego en la Plaza Dolma.
En las protestas que siguieron, al parecer los estudiantes de secundaria arrancaron banderas chinas de los edificios públicos.
Un memo del gobierno que se filtró después de los suicidios urgió a los funcionarios a retirar el apoyo del Estado a las familias de los muertos y a sus pueblos natales. “Todos los proyectos de fondos estatales en marcha en las aldeas de los autoinmolados deben ser detenidos,” se lee.
La notificación de este año lleva las cosas un paso más allá, al prohibirle a la gente “hacer ofrendas de inciensos, recitar oraciones, perdonar la vida de animales o encender lámparas de mantequilla por los autoinmolados o saludar a sus familiares.”
El objetivo de tales normas es atemorizar a los potenciales “separatistas” con la sumisión. Dado el rango de actos que son ahora considerados amenazas a la estabilidad de China, alguien se podría preguntar si la notificación de los 20 puntos podría tener el efecto opuesto, ampliando la distancia entre el gobierno local y los tibetanos locales, la mayoría de los cuales quieren orar, hablar y estudiar como les plazca.
Mark Stevenson, un antiguo conferencista de la Universidad Victoria de Australia, quien estudia arte tibetano y visita regularmente Rebkong, dice que la brecha está creciendo mientras la “nueva” Rebkong crece.
“Estos días, tú tienes el final del pueblo del gobierno y el final del pueblo del monasterio,” dijo. “En lugar de la unión de las comunidades, las divisiones son cada vez más agudas.”