El país de origen del Dalai Lama se calienta a un ritmo tres veces mayor al del resto del mundo
AlJazeera America | Por Richard Gere | 10 de diciembre de 2015
Era el 10 de diciembre de 1989, y el Dalai Lama recién había salido de su hotel en Oslo en el anochecer invernal, luego de ser premiado con el Nobel de la Paz. Yo estaba entre los partidarios de todo el mundo esperando allí para celebrar un momento simbólico, el primer reconocimiento mundial, no solo de este humilde monje en el exilio, sino también de su causa, su tierra y del pueblo y de la sabia cultura del Tíbet.
En esos días más sencillos, antes de que fuera arrastrado a reuniones presidenciales en caravanas, el Dalai Lama caminó entre nosotros. En esa noche, nos abrazó uno a uno mientras nuestras velas oscilaban en la oscuridad. La gente comenzó a cantar espontáneamente, en muchos idiomas, pero de algún modo, se convirtió en una canción, un idioma, una voz.
Hoy recuerdo ese mágico momento con una particular aflicción, porque este 10 de diciembre coincide con las conversaciones sobre el clima de la COP21, en París, que son críticas para la supervivencia de nuestro planeta.
Una de las razones por las que se le concedió el Premio Nobel de la Paz al Dalai Lama fue por su promoción de la interdependencia mundial y la protección del medioambiente. En su discurso de aceptación, dijo, “tanto la ciencia como las enseñanzas del Buda nos hablan sobre la unidad fundamental de todas las cosas. Esta comprensión es crucial si nosotros vamos a tomar una acción positiva y decisiva sobre la acuciante presión mundial sobre el medioambiente.”
Nunca se ha necesitado más esta visión, mientras los gobiernos intentan forjar un tratado mundial para limitar las emisiones de carbono y dar asistencia financiera a los pobres, que serán los más golpeados por la amenaza que es potencialmente más catastrófica que cualquier guerra o desastre jamás conocido.
Uno de los descubrimientos más alarmantes por parte de científicos internacionales –entre ellos, muchos chinos- es que la patria del Dalai Lama, ahora bajo control chino, se está calentando cerca de tres veces más rápido que el resto de la Tierra. Esto nos concierne a todos nosotros. Del tamaño de la Europa Occidental y la meseta más alta y grande del mundo, el Tíbet, el techo del mundo, es también conocido como el tercer polo de la Tierra porque contiene las mayores reservas de agua dulce fuera del Ártico y de la Antártida. Este cambio climático afecta no solo a los Monzones de Asia, sino también los patrones climáticos de Europa y todo el resto del Hemisferio Norte. El Tíbet puede ser el canario en la mina de carbón.
Como origen de los mayores ríos de Asia, entre ellos el Yangtze, el Mekong y el Brahmaputra, la frágil ecología del Tíbet es de importancia crítica para cientos de millones de personas de las sociedades dependientes del agua, río abajo. Y además, lo que es relativamente desconocido para el resto del mundo, el gobierno chino ha construido y está construyendo represas sobre todos los ríos más grandes que corren desde la meseta tibetana –una de las áreas sísmicamente más activas y más inestables del mundo- con consecuencias potencialmente devastadoras.
En las vastas praderas del Tíbet, los pastores nómades han llevado por miles de años una vida sustentable adaptada a las duras condiciones, migrando con sus rebaños de yaks y ovejas, de acuerdo a las estaciones. Ahora, ellos han sido desplazados de sus tierras ancestrales y trasladados a sombríos asentamientos de hormigón, que dan como resultado comunidades quebradas y un aumento de la degradación medioambiental.
Esto es así a pesar de las muchas voces chinas autorizadas, -académicos y expertos en tierras de pastoreo de la República Popular china- que dentro del consenso científico mundial indican que la administración indígena y la movilidad de la manada son esenciales para la salud de las praderas y para ayudar a mitigar el cambio climático.
Con los glaciares retirándose rápidamente y con las aguas de los ríos del Tíbet siendo desviadas a lejanas ciudades chinas desde la meseta, China está satisfaciendo sus objetivos estratégicos sin reparar en las necesidades de los países río abajo. Las implicaciones transfronterizas del control de China sobre el Tíbet son más duras que nunca. El acceso al agua se ha convertido en un tema serio de seguridad a través del Este y Sudeste de Asia.
Dada esta importancia crítica, el impacto sobre el cambio climático y la escasez de agua sobre la meseta tibetana, no es solo un tema regional sino mundial.
La dirigencia china ha reconocido a los más altos niveles, la escala de la crisis medioambiental que enfrenta. Los desastrosos resultados de su crecimiento industrial vertiginoso sobre la salud ambiental, ahora han convencido a muchos en China que abordar el cambio climático y proteger el medioambiente está dentro de sus intereses personales y nacionales. Como un creciente número de ambientalistas y expertos chinos han dejado claro, esto debe incluir la conservación de la meseta tibetana.
El compromiso del siglo 21 con la sustentabilidad requiere un alto en el desplazamiento de los nómades de las praderas tibetanas y la participación integrada de los tibetanos en la administración de la tierra. Un nuevo informe de la Campaña Internacional por el Tíbet, publicado para coincidir con la COP21, pone de relieve nuevas estrategias que son requeridas, basadas en el diálogo inclusivo que una a las comunidades vulnerables, a los gobiernos regionales y locales y a los académicos, científicos y a las ONG chinas, tibetanas y asiáticas. Un marco regional para el gobierno y gestión de los recursos de agua necesita ser desarrollado urgentemente entre todas las naciones del Sur y Sudeste de Asia, entre ellas China.
Como dice el Dalai Lama, “este planeta azul es nuestro único hogar, y el Tíbet es su techo. La meseta tibetana necesita ser protegida, no solo para los tibetanos sino por la salud ambiental y la sustentabilidad del mundo entero.”
Es una pérdida para el mundo que, como líder exilado de su país, el Dalai Lama no pudo estar en la mesa de París. Pero es imperativo para nosotros prestar atención a sus palabras en el aniversario de ese día de 1989 en Oslo, para enfatizarlo en París y más allá, que el Tíbet necesita ser una prioridad seria en la conversación global sobre el cambio climático.
Y que –incluso dados los reclamos territoriales de China- el Tíbet pertenece a todos nosotros.-
* Se refiere a canarios (o pequeños pájaros) que eran llevados por los trabajadores al interior de las minas, como forma de controlar la pureza del aire. Si el pájaro moría, era señal de la presencia de gases tóxicos que hacían necesaria la evacuación.-
Richard Gere es el presidente de la Campaña Internacional por el Tíbet, la que publicó un informe, “Oro Azul de la Meseta más Alta: el Agua del Tíbet y el Cambio Climático Mundial” publicado el 8 de diciembre de este año, para coincidir con las conversaciones de París sobre el clima