Octubre 27, 2015 | Por Thubten Samphel
(Artículo publicado en el número de Octubre 2015 de la revista Diplomatist)
La importancia de la meseta tibetana para Asia tiene tres partes: geopolítica, cultural y ambiental. Lo que hace o no hace China en el Tíbet tiene consecuencias geopolíticas, culturales y ambientales en el resto de Asia.
Geopolíticamente, Tíbet sirve como un país tapón entre dos de las más relevantes potencias en la historia de Asia: India y China. Introduciéndose casi tres millas en el cielo y cubriendo un área de 2.5 millones de km2 y rodeada por tres lados por algunas de las cadenas montañosas más altas del mundo, el Tíbet guardó la paz entre los dos gigantes asiáticos al separarlos geográfica y físicamente. En 1950 a ese tapón se le hizo una grieta cuando la naciente China comunista invadió y ocupó el Tíbet. Dicha grieta resultó en el enfrentamiento entre India y China de 1962.
La ambivalencia en las relaciones entre India y China es producto de la fisura del país tapón más importante de Asia y del irresuelto conflicto del Tíbet. Con esta grieta, los tibetanos perdieron su país e India un primo cultural. Por el residuo de desconfianza que quedó por la guerra de 1962 entre India y China, algunos expertos definen esta importante relación como una de cooperación y competencia. Si esta evaluación de la relación entre los dos gigantes de Asia es precisa, entonces dar con el equilibrio perfecto es crítico para India. En cuanto a cómo la cooperación comercial entre los dos no debe pillar por sorpresa a India sobre los objetivos de China en la región y cómo la desconfianza estratégica de India no debe impedirle el obtener beneficios del auge de su comercio con China, es un desafío para la diplomacia india.
Hoy China tiene el firme control del país tapón más antiguo de Asia. Una red de autopistas, una línea férrea en expansión con ramificaciones para conectar lugares estratégicos del Tíbet y más allá, un creciente número de aeropuertos y la militarización en aumento de la meseta por parte de Beijing, vuelve inexpugnable la posición de China en el Tíbet. Todo el desarrollo de infraestructura en el Tíbet está cimentado en una erupción de urbanización a ser habitada por chinos migrantes. Los informes indican que la aldea tibetana de Dram junto a la frontera entre Tíbet y Nepal asolada por el terremoto que devastó Nepal en abril, será reconstruida y repoblada por colonos chinos. Los informes dicen también que los habitantes tibetanos originales de la aldea serán trasladados al norte, cerca de Shigatse, la segunda ciudad más grande del Tíbet.
Desde la perspectiva china, hay en efecto destacables logros en uno de los territorios más hostiles del planeta. Y el mensaje del triunfalismo chino que guardó el ritmo y el tono del impresionante desfile ante el Palacio Potala de Lhasa, a principios de setiembre para conmemorar el 50º aniversario de la fundación de la Región Autónoma del Tíbet, fue el de que China había alcanzado la mayoría de edad en el Tíbet. En los pronunciamientos oficiales, Beijing declaró que el Tíbet había entrado en una “edad de oro.” El pueblo tibetano es feliz y próspero como nunca lo ha sido antes. El Consejo de Estado de China produjo dos libros blancos sobre el Tíbet este año solo para hacer entender el punto a la comunidad internacional y quizá al presidente Barack Obama, con quien el presidente Xi Jinping se reunió en su visita de Estado, hace algunos días en Washington, DC.
Toda esta muestra de triunfalismo chino esconde una gran debilidad: China ha ganado el Tíbet pero perdió al pueblo tibetano. Este es el gran dolor de cabeza de China por el Tíbet. Ningún gobernante ha tenido un éxito tan completo en alienar a los gobernados como China ha hecho con los tibetanos.
Una indicación de la gran alienación tibetana por el gobierno chino es el número de protestas que estallan en la meseta. A pesar de estar bajo total y efectivo confinamiento con “redes en el cielo y trampas en el terreno” y cámaras de vigilancia por todos lados, y sin tener en cuenta las duras represalias ante cualquier protesta, los tibetanos continúan con las protestas. Desde 2009, estas protestas pacíficas han tomado la forma de autoinmolaciones. Desde 2009, cerca de 142 tibetanos se han prendido fuego, pidiendo por libertad en el Tíbet y el retorno del Dalai Lama a su patria. No hay señales de que esta forma de protesta termine hasta que Beijing atienda positivamente las preocupaciones del pueblo tibetano.
China está intentando deshacer esta gran alienación tibetana con una mezcla de política de palo y zanahoria de apresurar el desarrollo económico financiado por subsidios del gobierno central y represión política. Pero estos días China está haciendo algo más que podría tener profundas repercusiones en el pueblo tibetano y dentro de la comunidad internacional. El partido comunista chino está afirmando que solo él tiene el derecho de designar al próximo Dalai Lama.
Al hacer tal reclamo, China está afirmando su soberanía espiritual sobre el espíritu de los budistas tibetanos. Tales reclamos son similares a los de China trazando nueve líneas discontinuas en el disputado Mar del Sur de China, lo que ha alarmado a otros reclamantes como Vietnam, Indonesia y las Filipinas. Las demandas del partido comunista chino al derecho de designar al próximo Dalai Lama u otros lamas encarnados provocarán la ira no solo de los tibetanos sino de aquellos que miran al Tíbet como la fuente de su cultura. Los tibetanos y no tibetanos que tradicionalmente han abrazado el budismo tibetano como la fuente de su herencia espiritual, no aceptarán cualquier intento del partido de corromper lo que ellos consideran como su preciosa herencia. Al hacer tales reclamos, el partido comunista chino no solo se inmiscuye en el espacio espiritual del Tíbet sino que por defecto, también lo hace en el de India. Ninguna cultura aceptará la sumisión de su más alta inspiración al partido comunista chino. Tal intento aumentará la alienación entre el gobierno y los gobernados en el Tíbet.
La otra conexión igualmente íntima que el Tíbet tiene con la gran comunidad asiática es su medioambiente. Los científicos en estos días se refieren a la meseta tibetana como “el Tercer Polo,” al ser el repositorio de la más grande concentración de hielo y nieve fuera de los dos Polos. Los científicos chinos llaman al Tíbet la “Torre de Agua de Asia.” Esta concentración de los terceros mayores glaciares del mundo, alimenta a los 10 mayores ríos y así a cerca del 47% de la población mundial de la Tierra. Esto significa que lo que China hace en el Tíbet, tiene consecuencias para los países corriente abajo. Los expertos señalan que China está en una frenética construcción de represas y un plan de desviación de aguas de los ríos que corren desde el Tíbet al resto de Asia. China, por supuesto, niega todo esto. Pero si los expertos tienen razón, ¿estará Asia en una posición de hacer responsable a China por las consecuencias? Los expertos dicen que muchas de esas represas están construidas en áreas de gran actividad sísmica. Y si los informes de los planes de desviación de aguas de China son correctos, esto dejará al resto de Asia seca. China puede abrir o cerrar la canilla de Asia en el Tíbet.-
Thubten Samphel es el director del Instituto de Política del Tíbet y autor de Falling Through the Roof.