Tibet.net |Por Thubten Samphel | 5 de octubre de 2015
No sabemos quién es el modelo de Loten Namling. El Tíbet tradicional estaba habitado por gente que se jugaba a su propia suerte para ganar méritos o la vida. Los monjes itinerantes, los yoguis, los juglares viajeros, los ermitaños, los lamas mani*, los constructores de puentes y los contadores de historias que hacían el papel de santos, artistas o educadores tenían un lugar en el paisaje cultural y espiritual del Tíbet. Parece que los aspectos de estos personajes resurgen en el papel que Namling compone en Tibetan Warrior (Guerrero Tibetano). Su rostro rugoso, esculpido, su melena suelta y su barba gris se asemejan a los de Drubtop Thangthong Gyalpo, el constructor de puentes del Tíbet y padre fundador de Achi Lhamo, la ópera tibetana. El atuendo de Namling, encabezado por un amuleto protector colgado alrededor de su cuello y la manera en la que se comporta en el documental, dan la impresión de que en su persona el viejo Tíbet está intentando cantar a su existencia y memoria, su tragedia contemporánea.
El modo en el que Namling la ve: los tibetanos en el Tíbet están prendiéndose fuego en un intento desesperado de buscar libertad y el retorno de Su Santidad el Dalai Lama a su patria. Para Namling, la tragedia es que el mundo no está haciendo nada con respecto a la pira humana que arde sobre su cima. Desde 2009, 142 tibetanos del Tíbet se han prendido fuego. Namling llama a esto “la muerte lenta del Tíbet.” Namling dice que no tiene el coraje de prenderse fuego pero que quiere hacer algo para asegurar que las cenizas de estos terribles sacrificios se mantengan vivas. “Quiero rociar mi cuerpo con gasolina y prenderme fuego. Pero no tengo ese inmenso coraje altruista.” En cambio, él grita y hace un ataúd que simboliza las muertes ardientes del Tíbet y lo arrastra de un extremo al otro de Suiza, desde su hogar en Berna hasta Ginebra, la capital, para suplicar por el caso del Tíbet.
Él y su ataúd hacen el viaje a pie en 53 días, o a veces haciendo la postración de cuerpo entero, kyangchag. Sobrevive al viaje agotador con una sólida dieta de tsampa, el alimento básico del Tíbet, o cenando en restaurantes cuando ellos no están cerrados o pertenecen a chinos. En el camino, se reúne con músicos, periodistas, transeúntes o simplemente curiosos con quienes habla de la situación del Tíbet. Él hace informes diarios en su FB sobre el progreso de su caminata. Namling concluye este viaje con un concierto por el Tíbet organizado por Frank Treichler del grupo Young Gods. Namling siente que la música es su mejor arma contra la ocupación china de su país. En respuesta a su propia pregunta “¿qué puedo hacer por el Tíbet?”, se responde “lo mejor que tuve es que pude cantar.”
Y él canta, sin guión previo, y confronta al ministro suizo de economía, Johann Schneider-Ammann, quien fue autorizado por el parlamento suizo a firmar un acuerdo de libre comercio con China: “¿por qué está usted estrechando las manos de los asesinos del pueblo tibetano?”, le pregunta. El ministro dice: “nosotros tomamos muy en serio el problema del Tíbet. El problema del Tíbet es bien conocido en Suiza.” Y antes de que su asistente lo arrastre lejos, el ministro dice que un día le encantaría escuchar cantar a Namling. En el momento justo, Namling comienza a cantar una canción tibetana. Agradecido de que la confrontación no fue tensa, y sonriendo, el ministro hace su escape para presentar el caso del tratado entre China y su país en la TV, ante el electorado suizo.
Este desdén diplomático al problema del Tíbet es constante. Muy lejos están los días en los que el presidente George Bush padre anunció “un nuevo orden mundial” y los académicos hablaron del “fin de la historia” y el triunfo de la democracia liberal sobre los Estados comunistas que estaban derrumbándose como un castillo de naipes. Hoy, el “nuevo orden mundial” ha sido reemplazado por un nuevo desorden mundial y China, por su influencia económica y su cautela diplomática, parece ser la mayor beneficiaria. El comercio con China triunfa frente a la libertad y los derechos humanos. Es por eso que las llamas de la libertad encendidas en el Tíbet son reavivadas en el exilio por personas como Namling, que son ignoradas por un mundo hambriento por el enlentecido pero todavía enorme y trascendente mercado de China.
Tibetan Warrior comienza con Namling diciendo adiós a su hijo e hija antes de su caminata por toda Suiza. Termina con Namling visitando a sus hijos en la casa de su madre, al final de su viaje. Quizá, el punto de vista de Tibetan Warrior es que los niños tibetanos, como los de Namling, tomarán el bastón de mando de sus padres para seguir adelante con la lucha. El documental, no guionado ni ensayado, podría servir como una fuente de fortaleza a lo largo del camino y un testimonio para el mundo, de la lucha solitaria pero valiente de un pueblo por existir y ser contada.- Link del trailer del documental de Loten Namling, “Tibetan Warrior”
*N. del T.: Lamas Mani: son monjes que viajan de un lugar a otro en el Tíbet con un conjunto de tangkhas (pinturas tradicionales tibetanas) y cuentan las historias del Buda y otros bodhisatvas, con la intención de que las personas lleven una vida virtuosa y sigan el camino del Dharma.