14 de julio de 2014
Publicado en tibet.ca
Por Gavin Kilty
No habiendo estado nunca antes en el Tíbet, había construido una multitud de impresiones sobre cómo sería. Algunas de esas impresiones fueron reforzadas durante mi visita de este verano, mientras otras fueron desafiadas por la verdadera experiencia de estar allí.
Un profesor chino de Shangai dijo recientemente “El Partido Comunista es como Dios. Está en todos lados. Solo que tú no puedes verlo”. Esta era mi impresión del gobierno chino en el Tíbet. Es el gobierno de la mano de hierro, aunque nunca ves a quién pertenece la mano. Durante nuestra visita, nos enfrentamos a muchos ejemplos de este estrecho control.
Ningún extranjero puede viajar al Tíbet sin un guía. Este guía debe estar organizado antes de entrar al país. Si se viaja solo en un grupo, el guía es obligatorio. Esto no significa que el guía tiene que seguir a los turistas que deambulan por las calles de las ciudades, pero él debe organizarse e informar el itinerario a las autoridades regularmente, en los peajes ubicados a lo largo de las principales autopistas.
Así como un guía y un visado chino, deben obtenerse permisos adicionales para el Tíbet en general y para muchas de las áreas a ser visitadas. El itinerario de viaje completo junto con los nombres y números de pasaportes deber ser remitidos a las autoridades y bajo ningún concepto pueden ser cambiados.
Para los tibetanos la situación en su vida diaria es peor. En la llamada Región Autónoma Tibetana (TAR, por sus siglas en inglés), los tibetanos no pueden trasladarse de una ciudad a otra región sin permiso. Un tibetano de Shigatsé que quiere visitar parientes en Lhasa debe llenar un formulario para obtener el permiso de las autoridades para hacerlo… y esto en ¡su propio país! Además, si un tibetano tiene un familiar quedándose en su casa, los funcionarios chinos deben ser notificados de esta visita. La libertad de movimiento es un derecho humano fundamental, y es solo uno de los derechos restringidos en la TAR.
Desde 2008 se ha vuelto muy difícil para los tibetanos obtener visa para la India. Una mujer cuyo tío vive en Dharamsala, me contó que no podía visitarlo más por sus viajes pasados al extranjero. Incluso me sugirió que a su hijo, que había sido excelente en la escuela, se le estaban negando oportunidades para seguir su carrera elegida, por las conexiones de su madre con la gente que vive fuera de Tíbet.
En cada lugar al que viajábamos durante nuestro tour, había permisos que chequear, pasaportes que mostrar y lugares que estaban fuera de los límites por razones no evidentes. El hermoso lago Lamo Latsho, con sus capacidades de predicción, estuvo de pronto fuera de los límites para los turistas, durante el mes de Saga Dawa. ¿Por qué? ¿Qué posible amenaza a la seguridad nacional podría plantear el lago?
Incluso en el campo base del Everest, un paraíso de paz y tranquilidad a millas de cualquier centro político, los peajes quedaban en evidencia. No podíamos hacer esto o lo otro. Incluso no podíamos caminar solos desde la casa de huéspedes hasta las carpas del campo base.
Los militares jóvenes están por todos lados. Algunos son amables, otros entrometidos. La mayoría porta armas. La mayoría luce como de 17 años. En Lhasa hay un puesto de control cada cien metros más o menos.
Mientras nos acercábamos a la luna llena del Saga Dawa, filas de camiones del ejército aparecieron en las calles, cada uno lleno de soldados con cara de bebés, mirando hacia afuera del camión, arma en mano, solo esperando que comenzaran los problemas.
El sistema chino funciona estrechando el control sobre sus ciudadanos. Aunque aparentemente tiene la apariencia de un desenfrenado país capitalista, su sistema de control social viene directamente del viejo manual del modelo soviético. Esto se explica en el excelente libro de Richard McGregor, The Party: The Secret World of China’s Communist Rulers. La centralización y el control de todos los aspectos de la vida es la fuerza motora detrás de la presencia de China en el Tíbet. No importa si los individuos (los familiares de los inmolados tibetanos, por ejemplo) son heridos en el proceso. El sistema está primero. La opinión pública debe ser controlada e incluso reprimida si es necesario, todo para asegurar el bienestar y la supervivencia del Partido Comunista.
Los tibetanos son las víctimas de este sistema represivo. Ellos no son considerados como gente diferente con sensibilidades y necesidades, sino como beneficiarios de la Madre Patria que deben cumplir con la voluntad del Partido.
En cuanto al tema del Dalai Lama. No se permiten fotos de él en ninguna parte del Tíbet. Ningún libro o video, nada que porte su nombre es permitido. Este es un intento deliberado de borrar su existencia de la conciencia del pueblo tibetano. Los líderes chinos saben perfectamente bien que el pueblo tibetano ama y adora al Dalai Lama. Ellos saben, o deberían saber, que él no es un “terrorista” o un “lobo en piel de cordero”. Pero igual ellos mantienen su cruel política. ¿Por qué? La respuesta es el control. Para separar a los tibetanos de un líder propio, los líderes chinos esperan extinguir las chispas de la rebelión o la protesta. No hay empatía hacia el pueblo tibetano. Los autoinmolados y sus familiares no merecen pena ni comprensión, porque sus acciones amenazan la unidad de la Madre Patria. Por lo tanto, ellos son tratados con dureza en lugar que comprensión.
Cuando el actual presidente chino, Xi Jinping estaba visitando Europa recientemente, dijo en respuesta a una pregunta sobre la falta de cuidado del gobierno chino para con el pueblo tibetano, “el gobierno chino cuida más al pueblo tibetano de lo que lo hace la comunidad internacional”. Desde un punto de vista, él estaba en lo cierto. El gobierno ha vertido billones de yuanes en Tíbet para impulsar su economía, mejorado la infraestructura y proporcionado servicios. Hay incluso historias del gobierno construyendo hogares para los tibetanos que retornar del exilio, y proporcionándoles empleo y dinero. Los monasterios han sido reconstruidos; se han construido hospitales y escuelas donde no había nada antes. Estas mejoras en Tíbet son innegables. El país parece un lugar de gran construcción. Esto es lo que el presidente quería decir cuando dijo que el gobierno cuida a los tibetanos.
Lo que quería preguntar el interrogador y a lo que la comunidad internacional se refiere cuando plantea el tema de “cuidar a los tibetanos” es algo diferente. Ellos buscan la restauración de los derechos humanos básicos, un retorno al poder político, y el goce de las libertades básicas que les han sido negadas.
No sé cómo reaccionaría la mayoría de los tibetanos si se les diera a escoger entre el poder económico, el trabajo y la vivienda por un lado, y la restauración de las libertades políticas y los derechos humanos de los que alguna vez gozaron, por otro. Tal vez muchos pragmáticamente optarían por la primera sobre la última. Sin tener en cuenta la preferencia personal, el derecho a ser capaz de moverse como a uno le plazca, el rendir culto a quien se quiera, el hablar libremente, el tener la autonomía que todo el mundo merece y el ser capaz de enfrentar la injusticia, la opresión y la ocupación, son derechos fundamentales de cada ser de este planeta.
El pueblo tibetano no merece menos. A ellos se les ha negado. Esta es su lucha. No es construida con odio, ideología, nacionalismo, fanatismo religioso o incluso nostalgia del pasado. Esto proviene de la búsqueda de justicia y equidad y de todo lo que es decente en este mundo.-