Las garantías de Beijing de autogobierno han probado no ser fiables para la infeliz región de los Himalayas
Michael C. Davis
The South China Morning Post
Martes 30 de julio de 2013
Luego de la 120ª autoinmolación tibetana en protesta contra las políticas de autonomía alegadas por Beijing, los hongkoneses –ellos mismos sujetos de garantías de autonomía- pueden preguntarse porqué los tibetanos comunes están tan insatisfechos.
A primera vista, Beijing y los líderes tibetanos exilados deberían encontrar una solución. En el acuerdo de los 17 Puntos de 1951, algunas veces considerado como el precursor del acuerdo de Hong Kong, Beijing prometió que los tibetanos podrían llevar a cabo su tradicional autogobierno, con soberanía china.
Pero los excesos del periodo inicial de la China comunista, finalmente condujeron al colapso del acuerdo y la huida del Dalai Lama en 1959.
China proclamó entonces el sistema de “autonomía de la nacionalidad minoritaria”. El Tíbet fue dividido en 13 áreas autónomas: la región autónoma tibetana y 12 áreas colindantes en provincias vecinas.
Los problemas yacen en el fracaso para implementar plenamente las leyes de autonomía nacional de las minorías y el uso de políticas represivas para contener la resistencia.
Para abordar estos problemas, el Dalai Lama hace mucho tiempo que cedió en sus reclamos por independencia en favor de la autonomía bajo el enfoque de la “vía del medio”. Después del derramamiento de sangre de las protestas de 2008, él fue invitado a elaborar su propuesta bajo la Constitución de la República Popular China, lo que hizo en su Memorando para la Autonomía Genuina del Pueblo Tibetano. Esta insta a una autonomía genuina en áreas que incluyen autogobierno, idioma, cultura, religión, protección medioambiental, educación y recursos naturales. Esto en gran medida sigue los compromisos existentes de China con las minorías nacionales, pero también busca el control sobre la inmigración y la seguridad pública, similar al modelo de Hong Kong, y la unión de todas las áreas tibetanas.
En despreciativa respuesta, Beijing argumentó que esto era el equivalente a pedir por un “alto nivel de autonomía” y que sería el equivalente a “independencia”. No hubo explicación de porqué la misma garantía de un “alto nivel de autonomía” para Hong Kong no es considerada independencia. El aparentemente compartido compromiso de autonomía en Tíbet ha sido socavado por falta de confianza. A Beijing le preocupa que la “autonomía genuina” sea solo el primer paso de un camino hacia la independencia real. El lado tibetano, después de su trágica experiencia hasta la fecha, está seguramente dudoso de ceder algún terreno sin garantías rigurosas.
Beijing también ha presionado al Dalai Lama para ceder a su ampliamente disputado reclamo de que históricamente siempre ha gobernado al Tíbet. El Dalai Lama solo reconocerá una relación religiosa imperial histórica con China. Para él, la autonomía es meramente la única opción verdaderamente disponible bajo las difíciles circunstancias. Incluso bajo el relato histórico chino, el Tíbet habría disfrutado una autonomía genuina en todo el período imperial, cuando el gobierno indirecto de áreas periféricas era la norma.
Una cuidadosa mirada al memorando tibetano revela que no solo sigue las propias políticas proclamadas por la propia China, sino los criterios internacionales reflejados en la Declaración de los Derechos de los Pueblos Originarios de las Naciones Unidas del 2007, la que anima a darle a los pueblos originarios, autogobierno y derechos culturales.
China votó por la declaración, pero rápidamente proclamé que no había pueblos originarios en China.
Los intereses a largo plazo de China pueden ser mejor atendidos aceptando los criterios internacionales. Esto requeriría menos interferencia en el Tíbet, algo que Beijing también ha estado reacio a hacer en Hong Kong. Un acuerdo con el Dalai Lama puede también asegurar el apoyo tibetano e internacional.
El profesor Michael Davis, de la Universidad de Hong Kong, es un especialista en derecho constitucional.