The Telegraph – Calcuta
15 de julio de 2013
El miedo puede llevar a la gente, y a los gobiernos, a actuar de forma violenta. La política de Beijing en el Tíbet se apoya tanto en la violencia del Estado, porque es impulsada por el miedo. Esto se demostró una vez más cuando las fuerzas del gobierno presuntamente dispararon contra monjes y otras personas que se reunieron hace unos días en una zona de mayoría tibetana en Sichuan, para celebrar el 78º cumpleaños del Dalai Lama. En varias ocasiones cada año, las autoridades de Tíbet toman precauciones adicionales para hacer frente a posibles revueltas populares contra el régimen chino. Que tal tipo de violencia siga en erupción periódicamente en Tíbet señala dos cosas. Una, por todas sus medidas represivas, el Estado chino es incapaz de imponer su voluntad sobre el Tíbet. Segunda y la más importante, un gran número de tibetanos desafían los instrumentos de miedo del Estado. Este desafío a menudo conduce a resultados trágicos: cerca de 120 monjes budistas se han inmolado a sí mismos desde el año 2009 para protestar contra el dominio de China en el Tíbet.
Las respuestas chinas a las tragedias tibetanas son tan beligerantes como vacías. Beijing culpa al Dalai Lama por toda la violencia en el Tíbet. De hecho, su política en el Tíbet se ha endurecido desde los disturbios étnicos en Lhasa, en marzo de 2008. Las conversaciones entre Beijing y los representantes del Dalai Lama se han estancado. El nuevo liderazgo chino no da esperanzas de que las conversaciones se restablezcan en el futuro cercano. La ironía es que cuanto más dura es la política de Beijing sobre el Tíbet, más fútil prueba ser. La influencia del Dalai Lama parece profundizarse en lugar de disminuir, mientras medidas cada vez más duras se toman contra los tibetanos de Tíbet. Nada expone más el fracaso de la política de Estado que el desafío y las muertes en el Tíbet. La paz y la estabilidad en Tíbet continuarán eludiendo a Beijing hasta que aprenda a aceptar la presencia moral del Dalai Lama entre los tibetanos. Lo que Beijing hace en el Tíbet determina en gran medida cómo el mundo ve a China. Las minorías étnicas de Xinjiang y Tíbet prueban las habilidades de China para manejar el disenso y la libertad religiosa. La única forma de que Beijing pueda redimir su historia en el Tíbet, es retornando a las conversaciones.-