Nova (Australia Holistic Journal)
9 de junio de 2013
Mientras el Dalai Lama visita Australia este mes, Jeremy Ball nos llama a todos a traducir nuestro amor por Su Santidad en un apoyo tangible hacia su patria atormentada.
Tíbet está ardiendo. El tormento del alma colectiva tibetana se está expresando en la tragedia extrema de las autoinmolaciones. En los últimos tres años, 119 tibetanos se han prendido fuego en una muy típica protesta tibetana que demuestra el profundo dolor y la frustración en su alma, pero sin ningún deseo de infligir dolor ni siquiera a sus captores.
Mientras Su Santidad el Dalai Lama, bendice nuestras orillas una vez más, yo podría escribir un artículo fácil y felizmente celebrando sus virtudes, pero en cambio este artículo es un llamado a los australianos a estar a la altura y conocer el regalo que se le está dando a ellos.
Llega un momento en el camino espiritual de todos, en cualquier camino que tomamos en la vida, ya sea profesional o familiar, en el que ya no esperamos ser alimentados y cuidados, sino que llegamos a ser líderes por derecho propio. No más el aprendiz de cocinero, sino el líder de la cocina, no más el alumno, sino el maestro, no más el niño, sino el padre.
Y es con este espíritu que dirijo exhortaciones apasionadas teñidas de ira, a mis compatriotas que se atiborran con el lujo de recibir enseñanzas y bendiciones de la presencia del Dalai Lama, sin duda uno de los seres más nobles que bendicen la Tierra en este momento. Pero una vez que la fiesta ha terminado no hacen nada para apoyar o proteger la cultura que dio origen al Dalai Lama. Todos estamos encantados de recoger el fruto, pero cuántos reflexionamos y cuidamos el árbol del que surgió.
Nos congratulamos de lo especiales que somos por sentarnos en nuestros cómodos asientos y recibir estas bendiciones, pero no reflexionamos sobre los cientos de años de trabajo y lucha que llevó crear el Tíbet y la institución del Dalai Lama, crear una sociedad y una cultura que son la matriz para este nivel de divinidad. Durante los últimos 60 años, ese árbol se ha enfrentado a increíbles pruebas y torturas. Incluso mientras usted lee este artículo, los tibetanos están siendo torturados y sufren severa opresión.
¿Cuántos de nosotros, después de haber leído un libro del Dalai Lama o colgado algunas banderas de oración o hecho repicar un cuenco, tuvimos un pensamiento más allá de nuestro propio materialismo espiritual y auto engrandecimiento, de hacer algo práctico para apoyar a las muchas madres en el Tíbet, cuyos hijos languidecen en las cárceles chinas enfrentando frecuentes palizas y cosas peores? O por los niños pequeños que cruzan el techo del mundo con temperaturas bajo cero, evitando francotiradores, sin saber si van a encontrar la libertad, o si van a ver a su familia de nuevo. O, de hecho, por todos los tibetanos que viven bajo el temor de la vigilancia constante, los soplones y la opresión.
He tenido la gran bendición durante los últimos doce años, de haber hecho amistad con muchos tibetanos; la mayoría de mis mejores amigos ahora son de Tíbet. Entré en el Tíbet en 2001, por primera vez con motivos totalmente egoístas. Yo estaba demasiado preocupado con mi propio sufrimiento como para poder tener un pensamiento para los que estaban fuera de mi piel.
Pero el amor y el respeto y la ofrenda de la simple dignidad humana que recibí, abrieron un camino de sanación para mí. Mis ojos empezaron a abrirse y vi que las mismas personas que me estaban ayudando tenían circunstancias mucho más duras que la mía, desde los conceptos básicos de la obtención de alimentos para mantener sus cuerpos, hasta el sufrimiento de los últimos tiempos en sus familias, devastadas por el Ejército rojo y la policía secreta, por el acoso y el genocidio continuos.
Pero esto está en la psique tibetana, rara vez encuentras un tibetano pidiendo ayuda; ellos están demasiado dispuestos a echar una mano, pero no van a pedir. Esto no quiere decir que no quieren ayuda o que la nación no requiere ayuda externa, pero los tibetanos no quieren ser una carga para otra persona.
Déjenme contarles una historia. Fue la más profunda instrucción para mi ser y sobre la que reflexiono a menudo y todavía lleva lágrimas a mis ojos.
En 2011, viajé a Amdo para asistir a la boda de mi amigo. Él proviene de una parte del Tíbet, que se enfrenta a una de las opresiones más fuertes. Al igual que todos los tibetanos que han escapado a Occidente se enfrenta a horas de interrogatorio cada vez que regresa y solo es posible volver una vez que tienes un pasaporte de un país que ejerza influencia en Beijing, un país al que el Partido Comunista no quiera molestar por temor a perder el respeto del público y el comercio valioso. Él viene de una aldea rural tradicional tibetana que ahora cuenta con muchas familias chinas que enviaron para colonizar a los lugareños. En una verdadera costumbre tibetana, varios cientos de personas asistieron a la fiesta de bodas, todos ellos tibetanos, excepto uno, un adolescente obviamente chino, que fue caminando hacia el escenario y tomó el micrófono. Tras el análisis de unos momentos, era evidente que el joven tenía un impedimento mental. Los tibetanos fueron tan amables con él, que le dejaron divertirse unos momentos y luego pasaron el micrófono a la siguiente persona en el acto, pero por supuesto el chico volvía una y otra vez. Le pregunté al novio sobre este muchacho y me dijo que era chino y que vivía en el pueblo. Su propia familia se sintió avergonzado por él y sus compatriotas a menudo lo golpeaban y lo ridiculizaban, por lo que se juntaba con los tibetanos que, era obvio para mí, lo aceptaron como parte de la familia. Su plato nunca estaba vacío, el vaso estaba siempre lleno y lo más importante su corazón estaba lleno de amor.
¡Ellos hacen esto por el hijo de sus captores! Y es muy genuino y muy natural para ellos.
Los tibetanos llegan a conocerte mejor, solo cuando saben que tú eres un verdadero amigo, y solo cuando les pides que te cuenten las pruebas por las que han pasdo. Mi hijo pasó por una fase de amar Star Wars como todos los chicos lo hacen, y le compré un sable de luz de plástico, que blandía contra los árboles de nuestro jardín todo el tiempo. Cuando mi amigo tibetano llegó, mi hijo se escondió detrás de la puerta y saltó por detrás de él exhibiendo su sable de luz. Mi amigo con calma y tratando de divertirse con mi hijo, retrocedió mientras recordaba haber sido sorprendido con un arma de aspecto muy similar y una picana eléctrica mientras estaba en prisión en el Tíbet, por intentar huir a la India para ver al Dalai Lama. Hasta que me enteré de ello, no tenía ni idea de cómo esta persona que trajo tanta alegría a mi casa, había sufrido, por ningún delito, salvo en un mundo que se ha vuelto loco. Luego pasó a compartir algo de las golpizas y otras historias, todo el tiempo con cuidado de no molestarnos o poner sus cargas en mi puerta.
Mi mente se vuelve hacia mi querido amigo que ahora trabaja como jornalero temporal en Australia, quien una vez fue un erudito muy respetado, escritor y profesor hasta que se atrevió a cuestionar las leyes que prohíben enseñar la cultura y la historia tibetana a sus alumnos. Por el delito de poner un cartel que expresa sus sentimientos, pasó siete años en la cárcel en la miseria, durmiendo en el suelo de piedra en una habitación con muchos hombres y sin baño, comiendo alimentos aptos como abono. Si él no fuera educado, con gente en el mundo haciendo campaña por él (la Campaña Internacional por el Tíbet), es muy poco probable que hubiera vivido mucho y menos que finalmente haya ganado su libertad.
A la mayoría de mis amigos tibetanos, que han sido capturados por la policía china y escaparon, les faltan los dientes y tienen cicatrices. Con frecuencia, son golpeados hasta que pierden el conocimiento. Los más inteligentes aprendieron a ensayar falsos desmayos para minimizar los golpes. Sin embargo, otro amigo cuyo padre ha estado muy enfermo durante algún tiempo, solo ha sido capaz de volver a verlo recientemente. Mientras esperaba, ya que era simplemente peligroso para él volver a casa, podía ver el dolor y la angustia que experimentaba por no saber si iba a poder poner los ojos en su padre otra vez.
Sin embargo, otro amigo sufre por su música, que es su sangre, su alma. En primer lugar, se le prohibió tocar canciones populares, luego hacer música en público y ahora donde quiera que se mueve, él y sus nuevos vecinos reciben la visita de la policía secreta. Se enfrenta a la elección de vivir sin música o hacer morir de hambre a su alma.
Así que por favor vayan a ver a Su Santidad, por favor ábranse para recibir la gracia que fluye a través de él, pero no solo la tomen. Ayuden a llevar la música de vuelta a Tíbet para liberar a su pueblo. Apoyen aTibet Action Group, International Campaign for Tibet, the TibetanTransitSchool y muchas otras organizaciones increíbles. Hazte amigo de un tibetano y ayúdale a recrear la familia que ha dejado atrás. Y dile a tus parlamentarios y tu gobierno nada más que estas personas son nuestros amigos y lo que nos brindan es mucho más valioso que las materias primas.
El poder de la vox populi ya se ha visto aquí en Australia, con la Universidad de Sydney apresuradamente reprogramando una charla a los estudiantes del Dalai Lama en junio, después de que una cancelación previa de su comparecencia provocó una protesta. La gente tomó una postura.
Así que todos nosotros defendamos al pueblo guardián de paz del Tíbet. Si nos quedamos quietos mientras su luz se apaga, somos tan culpables como los que se quedaron quietos mientras sus vecinos con estrellas amarillas fijadas a su pecho eran llevados en los trenes. Vamos a usar nuestra libertad para defender y proteger la libertad de los demás, no solo colgando una bandera de oración, sino también de alguna manera significativa en la práctica.-