Invisible Tibet
Por Wang Lixiong
Escritor chino, sobre la imposibilidad de ser optimista
17 de abril de 2013
Wang Lixiong es un escritor y erudito chino bien conocido por su novela política, China Tidal Wave (El Maremoto de China), que fue clasificada en el puesto 41 entre las 100 Novelas Chinas más Influyentes del siglo 20 por el Asia Weekly. La novela ha ganado amplia popularidad en China y en los medios internacionales, mientras Wang es considerado como uno de los más francos disidentes y reformadores de China. Este artículo fue traducido al inglés por Tsering Namgyal (escritor y académico tiebtano) para Asia Sentinel
En mi novela de 1991, China Tidal Wave, escribí sobre el colapso de China y el resultado de la migración masiva de millones de chinos a todo el mundo, disparando así varios conflictos. Y hasta hoy, más de 20 años después, continúa vendiéndose.
A primera vista, esto puede parecer sorprendente, pero en realidad no lo es. Mientras el futuro de China siga siendo incierto, el colapso de China no puede ser enteramente descartado. Quizás por esto China Tidal Wave continúa atrayendo su porción de lectores.
Sin embargo, en los últimos 20 años, los escenarios del libro no se hicieron realidad. La dirección que China está tomando es también muy diferente a la anunciada en la novela. Pero a menudo pienso que China, lejos de evitar el apocalipsis retratado en el libro, continúa moviéndose lentamente hacia el desastre.
Ellos dicen que China ha pasado por muchas crisis tales como las de la Era de los Señores de la Guerra (a principios de 1900), la Guerra del Opio, la invasión japonesa, la Revolución Cultural y la masacre de Tiananmen, de todo lo cual sobrevivió relativamente ilesa. Por eso, los críticos dicen que las predicciones de un colapso de China son demasiado pesimistas.
En este sentido, primero deberíamos discutir no la crisis de China sino su estabilidad. De hecho, es precisamente bajo la estabilidad que nosotros a menudo vemos las crisis más grandes de China, un país verdaderamente estable debería tener muchas maneras de regular la sociedad: la estabilidad política es solo una de ellas. Otras instituciones, tales como las organizaciones civiles y religiosas y los partidos políticos, todas deberían jugar un rol en ayudar a aliviar las presiones.
Cultura y tradición, religión y fe, moralidad y ética, pueden todas ayudar a estabilizar la sociedad, así como el sistema legal, la mano invisible del mercado y un ejército que siga la constitución.
En China, sin embargo, hay solo una fuerza que regula la sociedad: el gobierno. El papel de estabilizar a la sociedad se ha vuelto monopolio del gobierno y el poder político pertenece solamente al Partido Comunista. Cualquiera que amenace al partido es suprimido o prohibido. Como resultado, el partido confía en su red administrativa y en la fuerza policial para dominar a 1.3 billones de personas.
Como resultado, el partido mismo se ha convertido en el mayor riesgo para China. Tan pronto como colapse el partido, el país entero perderá su balance. En este sentido, el PCC sostiene a toda China como rehén: tan pronto como el PCC enfrente el final, China encontrará el mismo destino.
Los funcionarios y hombres de negocios, que saludaron la “Era de Oro de China”, saben lo que sucedería si China colapsara. El hecho de que ellos están desviando gradualmente su riqueza hacia afuera, es una señal de la crisis que se avecina.
Por supuesto, como la gente es incapaz de encontrar una fuerza de oposición suficientemente fuerte como para desafiar al gobierno, muchas personas creen que China no cambiará y que no colapsará. Una mayor transformación, sin embargo, no vendrá necesariamente de un gran poder o de un gran suceso que sería el colmo. Tales cambios muy a menudo no ocurren inesperadamente. El clásico ejemplo es la caída de la Unión Soviética, un hecho que pocos expertos soviéticos fueron capaces de predecir.
Durante la era de Mao Sedong, millones de personas murieron de hambrunas pero eso tuvo poco efecto sobre la estabilidad política porque la política y la economía estaban separadas entonces. La política estaba por encima de todo lo demás mientras que la economía era solo una parte de la ecuación. Por eso, la crisis económica no impactó la estabilidad política. Sin embargo, Deng Xiaoping puso la economía encima de la política, y el crecimiento económico fue considerado una panacea para todos los padecimientos sociales.
En otras palabras, es como gastar dinero para comprar la estabilidad y comerciar el consentimiento de la gente por el beneficio material. Esto está conectado íntimamente con el interés público. Ahora, cualquier problema económico es simultáneamente un problema político. Si el público continúa disfrutando los beneficios, hay una calma extendida; si ellos no tienen beneficios, habrá descontento. La estabilidad está supeditada al beneficio económico. Desde que hay una línea delgada entre las dos situaciones, tal sociedad puede cambiar en cualquier momento.
Bajo esta circunstancia, las unidades políticas y administrativas tienen que mantener el motor económico funcionando. El desarrollo económico, sin embargo, no sucede en una progresión lineal; es cíclico y tiene altos y bajos. No hay una sola gran economía en el mundo que no haya sufrido una crisis. La economía china no es excepción.
La estabilidad será puesta a prueba no durante los buenos tiempos, sino durante los difíciles. La economía china tiene muchos riesgos potenciales, y hay crisis inminentes en el horizonte. Ellas pueden tomar muchas formas, tales como la tradicional crisis de exceso de capacidad, o una crisis financiera moderna, o una crisis económica mundial como resultado de las interrupciones en la cadena de suministro.
En una sociedad que pone la economía por encima de todo, la gente no cree más en la ideología. Los regímenes totalitarios, por lo tanto, no pueden creer más en la ideología para justificar su gobierno y los medios democráticos están también fuera de los límites. Por lo tanto, se ha dejado de confiar en su “utilidad” para validar su gobierno.
Para el Partido Comunista Chino, su “utilidad” yace en su capacidad para mantener el crecimiento económico continuo. Sin embargo, en la medida que haya una crisis económica, el gobierno perderá su principal reclamo de “utilidad” lo que podría llevar a una crisis política, la que, a su turno, dispararía una crisis social.
China es un caso único en el que la tremenda inestabilidad a nivel local (cada año hay más de 100 mil incidentes de protestas masivas) coexiste con una extrema estabilidad a nivel nacional. El régimen autoritario puede evitar que las protestas locales se unan. Las autoridades pueden combinar el control absoluto sobre las armas, las redes de la organización, la destreza en la comunicación y la capacidad de respuesta para suprimir la resistencia.
Ocurriendo en diferentes momentos y en diferentes lugares, ningún movimiento local puede luchar contra el poder del régimen. La única manera de revertir el equilibrio del poder es que todas las protestas locales sucedan simultáneamente y así se conviertan en una protesta nacional. Esto desviaría los recursos del régimen, debilitando su, de otro modo, ventajosa posición. No es sorprendente en absoluto que el gobierno vea esto como su mayor enemigo. ¿Mayores medidas represivas? ¿Restricciones sobre los partidos políticos u organizaciones, prohibiciones de periódicos, y estricto control de las ONG? Todas tienen su raíz en el objetivo de impedir que las protestas se difundan.
Los métodos del dominio político, que han estado desarrollándose durante miles de años, y la avanzada tecnología han dado al régimen comunista una capacidad sin precedentes para gobernar, haciéndolo tal vez, el animal de gobierno más grande de la historia, y casi invencible. Mientras los regímenes autoritarios pueden ser capaces de evitar que la gente se conecte a nivel político, ellos son incapaces de evitar que la gente se conecte en sus actividades sociales y económicas diarias.
Esto es particularmente imposible, dado que la esencia de la economía de mercado es su interconexión. En la era actual de una sociedad íntimamente integrada en lo económico, son frecuentes las caídas de las bolsas, las crisis financieras o el desempleo a gran escala que causa confusión. La represión política a menudo fracasa en evitar los conflictos a gran escala.
Por el contrario, cuanto más eficaces las medidas represivas del gobierno, más probable para la sociedad manifestarse (en favor) del cambio a través de protestas en gran escala. En mi opinión, la transformación en China vendrá como resultado de un levantamiento de masas disparado por una crisis económica.
La tesis de que China no colapsará está basada en el argumento de que nadie está en verdad dispuesto a causar problemas. Sin embargo sabemos desde la Teoría del Juego (por ejemplo con el caso de la “Paradoja de los Tres Prisioneros”) que lo que podría ser que una decisión racional a nivel individual, a menudo conduce a una decisión muy irracional a nivel colectivo. Esto es llamado “equilibrio no cooperativo”.
En un equilibrio no cooperativo, los intereses individuales van en detrimento del grupo como un todo. Tal conflicto entre el interés individual y colectivo, es mucho más común que el sugerido por “la mano invisible” del economista Adam Smith (donde el mercado actúa para autorregular la fuerza, creando un equilibrio que va en el interés de todos). Por lo tanto el argumento de que la China no sería caótica porque nadie está dispuesto a rebelarse no es factible. La tesis de que pocos elegirían crear problemas está dependiendo de decisiones racionales, mientras que si China se volviera caótica dependería del comportamiento colectivo.
Aun cuando la situación en China Tidal Wave es bastante trágica, algunos lectores atentos creen que mi estimación es bastante compasiva. Desde que no quise ver demasiada gente muriendo, creé muchos milagros (por ejemplo una “calabaza” que puede crecer en pocos días y una migración en masa de chinos hacia el mundo en una manera bastante organizada). Todo esto, sin embargo, no es probable ni lógico. Pero dicho está, esto es una novela.
Digamos que la probabilidad de que tal crisis suceda es extremadamente pequeña. Sin embargo, si sus audaces predicciones y preocupaciones sobre el futuro de China pudieran finalmente ayudar a evitar tal crisis, entonces los pesimistas –aunque algunos puedan pensar que son lunáticos- habrían conseguido algún propósito.
Algunos creen que China continuará disfrutando de 20 años más de crecimiento económico a ritmo acelerado. Mientras la economía está bien, se debería ser capaz de tratar las peores cosas imaginables. Si la economía continúa creciendo, los pesimistas serán culpados de alarmistas. Yo, sin embargo, creo que la crisis de China vendrá más tarde o más temprano y la única pregunta es cuándo. Incluso si fuera en 20 años más, no es mucho tiempo en el recorrido de la historia.-
(Wang Lixion vive y trabaja en Beijing. Tsering Nangyal, vive en Nueva York y es el autor de una próxima biografía sobre el 17º Karmapa Lama).