Por Yang Jianli
Noviembre 18, 2012
Cerca de 80 tibetanos* se han prendido fuego en los pasados 3 años por la causa de la libertad de su pueblo. Solo este mes, el mundo fue testigo de más de 15 trágicas y heroicas autoinmolaciones. Todos nosotros tenemos la firme sensación que ellas no se detendrán. Incluso mientras yo hablo, podrían estar ocurriendo más.
El martirio de tantas personas tibetanas devotas y pacíficas me ha abrumado por la pena. Como chino, me paro ante ustedes abochornado, avergonzado y humillado. Abochornado por el indescriptible sufrimiento que el gobierno chino ha sistemáticamente infligido al pueblo del Tíbet. Avergonzado por la apatía general del público chino. Humillado porque soy un hombre orgulloso: un hombre orgulloso puesto de rodillas por el peso de su pena, la fuerza de su ira, y el insoportable sentimiento de impotencia, frente a tan poderosa maldad.
Sin embargo, yo saco fuerzas e inspiración de ustedes, mis queridos hermanos y hermanas tibetanas; ustedes me inspiran a través de su resistencia a pesar de los graves ataques a su idioma, su cultura, su religión, su tierra, su espíritu e incluso sus vidas. Y saco fuerzas e inspiración de la gente buena como ustedes, los participantes de esta conferencia internacional; sus incansables esfuerzos han mantenido la causa del Tíbet viva y la red de apoyo mundial al Tíbet, aumentando. Y saco fuerzas e inspiración de las palabras de Su Santidad el Dalai Lama, “la tragedia debe utilizarse como una fuente de fortaleza. No importa qué clase de dificultades, cuán dolorosa la experiencia sea, si perdemos nuestra esperanza, ese es nuestro verdadero desastre”.
Sí. Debemos sacar esperanza de estas llamas azafrán del martirio. No debemos perder la esperanza. Pero la esperanza sola no derrota al mal. Debemos tener una herramienta más poderosa que el mal. Su Santidad nos dice “en nuestra lucha por la libertad, la verdad es la única arma que poseemos”.
Mis queridos hermanos y hermanas, ha llegado el tiempo de unirnos en una campaña por la verdad.
Ningún mal, no importa cuán fuerte sea, puede soportar la fuerza de la verdad. Dondequiera que el mal aceche debemos cegarlo con la luz de la verdad. Dondequiera que la conciencia duerma, debemos despertarla con el sonido de la verdad.
Con las llamas ardientes del Tíbet, deberíamos ver la verdad. Estos valientes mártires sacrificaron sus vidas del modo más doloroso; lo hicieron en protesta contra el gobierno chino. Este gobierno ha conducido a la muerte a la muerte a un millón de tibetanos, a la destrucción de miles de templos y monasterios, la dilución y destrucción del lenguaje y la cultura tibetanos, el irreversible daño del ambiente natural de la meseta tibetana, y las más de cinco décadas de exilio de Su Santidad el Dalai Lama.
En cada momento en que las tensiones aumentan, en lugar de mostrar preocupación e intentar tratar las causas raíces, el régimen chino responde con el aumento de la fuerza y la opresión. La creciente represión de los tibetanos especialmente de monjas y monjes, la intensificación del genocidio cultural y la siempre creciente opresión étnica, han hecho la situación en el Tíbet últimamente insoportable para los tibetanos.
Escuchemos a las llamas. Sí, hay voces en las llamas: “¡Tíbet Libre!” y “¡Dejen al Dalai Lama retornar a casa!” Cuando escuchamos las voces, nuestra conciencia no nos permite otra alternativa que actuar como sus transmisores, sus amplificadores, para despertar la conciencia moral de más personas, para dejar que más personas conozcan la verdad sobre estas tragedias, y para permitir que más gente experimente la desesperación de estos tibetanos y el deseo de renacer en las llamas.
Hermanos y hermanas, el tiempo de una campaña por la verdad ha llegado.
Debemos presionar a los gobiernos occidentales para decir la verdad. El movimiento de base es muy importante pero por sí solo no es suficiente. El gobierno chino generalmente no responde, si los líderes del mundo permanecen en silencio, porque el único lenguaje que pueden entender es el del poder. No entienden que en las democracias el poder en última instancia es del pueblo. Debemos tomar ventaja de nuestros mecanismos democráticos para presionar a nuestros gobiernos para representar nuestra voluntad con respecto a la cuestión del Tíbet. No debemos permitir a nuestros gobiernos basar sus políticas en el supuesto erróneo de que el gobierno del PCC es permanente.
El poder ha pasado a una nueva generación de líderes en China. Es la naturaleza de los regímenes tiránicos que ellos se vuelvan débiles y menos coherentes con cada nueva generación. Ya estamos viendo las grietas que debilitan al PCC. Debemos explotar estas grietas agitando la bandera de la verdad en sus caras a cada paso.
La cuestión del Tíbet es tanto un asunto político como uno moral. Toda la humanidad está desafiada. Cada líder mundial debe tomar esta prueba, y como en cualquier otra prueba, uno puede pasar o fracasar. Para nuestra gran consternación, muchos líderes mundiales se han rehusado a tomar la prueba, o han fracasado. Demasiados de ellos miran hacia otro lado cuando nuestros hermanos y hermanas están gritando en llamas. No deberíamos dejar que nuestros gobiernos continúen fallando la prueba, política o moralmente. Debemos insistir que hoy el silencio no es más una opción. Debemos mantener ante nosotros las palabras de Martin Luther King Jr., “Al final, nosotros no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos”.
Debemos desafiar el silencio de nuestros gobiernos a cada paso y presionarlos para confrontar las mentiras del gobierno chino con la verdad. Debemos también elogiar cuando un líder mundial dice la verdad. Elogiamos y apoyamos las recientes acciones del embajador de los Estados Unidos, Locke y el reciente firme comunicado de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, y acoger con agrado estas acciones como un gran paso adelante.
Hermanos y hermanas, el tiempo de la campaña por la verdad ha llegado.
Debemos fortalecer al pueblo chino para terminar el silencio sobre el Tíbet. Deberíamos hacer esfuerzos especiales para llegar a ellos para su encuentro con la verdad, para apelar a su conciencia y para dejarlos darse cuenta que el sufrimiento del pueblo tibetano es el sufrimiento del pueblo chino, y que el mismo gobierno que lleva tanta miseria al pueblo tibetano es el mismo gobierno que encarcela a sus mejores ciudadanos, roba la tierra de sus campesinos y controla su derecho a hablar y pensar libremente. Debemos hacer que el gobierno chino sienta las llamas del martirio desde todas las direcciones. Mis queridos hermanos y hermanas, les prometo con todo mi corazón, con todo mi ser físico y espiritual que me comprometo a mí mismo en esta campaña por la verdad. Con nuestra ayuda combinada, el mundo sabrá la verdad. El mundo debe saber la verdad. El mundo debe decir la verdad. Y al final, la verdad nos hará libres.-
Yang Jianli es un disidente chino con residencia en Estados Unidos. Yang, un activista de la Plaza de Tiananmen en 1989, llegó a los Estados Unidos, obtuvo dos doctorados, y luego fundó la Fundación para la China en el siglo 21