The New York Times | 18 de febrero de 2012
HONG´AI, China – A pesar de la ausencia de señales en el camino o sitios webs promocionales, alrededor de una docena de personas cada día, se las arregla para encontrar su camino a esta somnolienta aldea situada en la falda de una oscura montaña en el noroeste de la provincia de Qinghai.
Ellos se felicitan a sí mismos por haber encontrado el lugar –y por evadir a la policía- pero entonces en enfrentan cara a cara con Gonpo Tashi, un retacón y no tonto agricultor de cebada, quien guarda la entrada de la casa donde su tío, el 14º Dalai Lama, nació 76 años atrás.
Si el viajero habla tibetano, el Sr.Tashi, de 65 años, mirará primero a la calle antes de abrir las pesadas puertas de madera, permitiendo la entrada al modesto hogar donde el más vilipendiado por China y más reverenciado líder espiritual pasó los primeros tres años de su vida. Si el visitante es chino han, el grupo étnico dominante del país, el portero podría quejarse vagamente por las “reglas” pero luego ceder.
Pero si el solicitante tiene rasgos claramente occidentales, el Sr.Tashi levantará las manos con un efecto dramático y ahuyentará al intruso hasta el vehículo en el que ha hecho el viaje de una hora desde la capital provincial. “Vete, vete ahora” le gritará. “Si ellos vienen, estarás en problemas”.
“Ellos” refiere al personal de la seguridad pública local que ocasionalmente bloquea el camino a Hong´Ai, o se para fuera del hogar ancestral del Dalai Lama, especialmente cuando se están gestando problemas en algún lugar de la extensa meseta, donde viven la mayoría de los 5.4 millones de tibetanos de China.
Que este santuario al Dalai Lama financiado por el estado exista, subraya la compleja y contradictoria actitud de Beijing hacia un hombre frecuentemente descrito como un terrorista, un separatista y un “lobo en hábitos de monje”. Desde que las relaciones entre el líder tibetano exilado y el gobierno chino cayeron en picada a mediados de los 90, incluso la posesión de una foto del Dalai Lama es considerada un delito.
La línea oficial del gobierno es la de que el Dalai Lama está incitando a un Tíbet independiente, incluso cuando él insiste que está buscando solo una autonomía significativa. En los meses recientes, el gobierno ha buscado culparlo por las auto-inmolaciones de cerca de dos decenas de tibetanos, un espantoso acto de protesta contra el gobierno chino que él ha condenado.
Hong´Ai o Takster, como se conoce en tibetano, ha sido durante mucho tiempo, receptora de la ambivalencia oficial. A mediados de los 80, cuando las conversaciones se llevaban a cabo razonablemente bien, el gobierno reconstruyó el lugar de nacimiento del Dalai Lama, el que había sido destruido durante el fervor antirreligioso dela RevoluciónCultural.
En 2010, el partido comunista local vertió 2.6 millones de renminbi, o cerca de 410.000 dólares en Hong´Ai, mejorando las 54 viviendas, incluida la del Dalai Lama, con el ánimo de tornar el lugar en un lucrativo centro de atracción turística. Las mejoras incluyeron altas y blancas puertas azulejadas para cada casa y un colorido muro pintado impuesto en el frente de la casa del Dalai Lama para impedir que los visitantes miren hacia dentro.
En un artículo sobre el pueblo en 2010, la agencia oficial de noticias Xinhua, se jactó que las mejoras de cada casa habían costado 10 veces más que el promedio de los ingresos anuales de los aldeanos. “Todos están entusiasmados” dijo un oficial del municipio sobre las renovaciones.
El Sr.Tashi, el cuidador, lo hizo particularmente bien, habiendo recibido un moderno inodoro para reemplazar las dos tablas sobre una zanja. “Tal vez cuando sea demasiado viejo para acuclillarme, el inodoro será útil”, Xinhua informó que él había dicho. Otros informes oficiales sobre él fueron más despectivos, llamándolo un “mandamás” y señalando que su familia posee un auto pagado por el salario del gobierno aumentado con las donaciones de los visitantes. Dos de sus tres hijos, dijo un artículo, son miembros del partido comunista.
El mismo relato dijo que el Sr.Tashi había visitado a su tío dos veces en la década del 90 en India y que estaba ansioso por su retorno. “Lo extraño mucho” dijo.
Según las cifras oficiales, la mayoría de los 274 residentes del pueblo son han, e incluso quienes se describen como tibetanos no pueden hablar su antigua lengua. En su autobiografía de 1990, “Freedom in Exile” (Libertad en el Exilio), el Dalai Lama dijo que su familia no hablaba tibetano, solo un dialecto del mandarín. Fue solo cuando él y su familia se trasladaron a Lhasa –luego de que altos lamas lo identificaron como la reencarnación del 13er.Dalai Lama- que él aprendió el idioma.
En su libro describe su pueblo en términos sombríos, contando las cosechas pérdidas y los duros inviernos. Su última visita fue en 1955, cuatro años antes de que huyera a India durante el levantamiento fracasado contra el gobierno chino.
Aquellos que pasan por la temperametal política del Sr.Tashi, informan que hay unas pocas habitaciones utilitarias alrededor de un patio trasero, en su centro un poste con las multicolores banderas de oración tibetanas. Un atractivo Volkswagen último modelo, cubierto por una lona de plástico, está ubicado en una esquina. Una de las habitaciones tiene una cama, otra un trono amarillo y un altar budista.
La mayoría de los dos pisos de la casa están fuera del alcance de los visitantes, y el único vínculo con el Dalai Lama es una pequeña pintura suya en el techo. Las fotografías están prohibidas.
Aquellos aldeanos dispuestos a hablar a los visitantes extranjeros estaban orgullosos de su conexión con el hombre que, bajo diferentes circunstancias, podría haber sido la figura religiosa más poderosa del territorio. Una mujer de 46 años que dio su nombre como Chobai se describió a sí misma como una prima distante y dijo que una vez había viajado ala Indiaa visitarlo. “Estamos todos esperando que un día vuelva a casa”, dijo con una sonrisa.
Otra mujer unas puertas más abajo, ofreció un tour a su casa y el altar que incluía dos fotos del Dalai Lama, un pariente lejano.
Después que un trío de turistas holandeses golpeó la puerta principal y se negó a retirarse, el sobrino del Sr.Tashi de 45 años, se paró afuera y observó con una mezcla de curiosidad y disgusto.
Cuando la policía falló en aparecer, él pareció relajarse cuando una de las turistas, Lisanne de Wit, describió su reciente visita a Dharamsala, India, donde el Dalai Lama vive. La señorita de Wit, una estudiante de teología de19 años, entonces hizo su último ruego por entrar, describiendo como ella había soportado un viaje en bus de una semana desde la provincia de Sichuan para alcanzar ese rincón de Qinghai.
El sobrino se encogió de hombros y le ofreció una sonrisa compasiva. “La orden ha venido de arriba” dijo antes de cerrar la puerta. “Y no hay nada que tú o yo podamos hacer sobre eso”.-
Mia Li contribuyó en la investigación.